El Sistema Político de la Restauración Borbónica en España (1874-1931)

Clasificado en Otras lenguas extranjeras

Escrito el en español con un tamaño de 15,62 KB

La Restauración Borbónica (1874-1931)

Introducción

La Restauración Borbónica marcó el inicio del régimen constitucional más duradero en la historia de España. Más allá de la política central, es crucial destacar la política a nivel local y regional, caracterizada por el clientelismo, que propició la formación de nacionalismos alternativos. El análisis del sistema turnista ha evolucionado desde una perspectiva intradisciplinar, considerando no solo las relaciones políticas sino también las económicas y culturales. Este clientelismo se entiende como una modalidad del modelo político europeo de finales del liberalismo, similar a los casos francés o portugués. La situación española fue excepcional al no participar en la Primera Guerra Mundial. Un aspecto positivo es que las políticas centrales facilitaron una transición pacífica entre el final del liberalismo y el inicio de la democracia, acostumbrando a la ciudadanía a votar, a pesar de dos conflictos bélicos intermedios.

El régimen de la Restauración, si bien liberal, no era democrático. Los sucesivos procesos electorales evidenciaron una gran inestabilidad, con 21 elecciones y una sociedad poco movilizada, resultando en más de 60 formaciones de gobierno. El fraude electoral y la influencia política predominaron, beneficiando intereses locales y personales en detrimento de la mayoría. El mecanismo para lograr una alternancia pacífica fue el turnismo, ideado por Cánovas, que buscaba el exclusivismo y monopolio de partido, suprimiendo el pronunciamiento militar como forma de cambio de gobierno y alejando a los militares de la política, así como a las fuerzas de ideologías alternativas emergentes con la sociedad de masas, como los nacionalismos periféricos.

España en el último cuarto del siglo XIX

La aparición de la sociedad de masas fue un proceso limitado en 1874, enmarcado en un contexto de carrera colonial. Entre 1877 y 1900, la población española creció hasta los 18.5 millones a principios del siglo XX. Esta realidad demográfica se caracterizaba por una alta tasa de mortalidad, lo que determinó una transición demográfica tardía. Subyacía un nivel de subalimentación con hambrunas periódicas y períodos de carestía, coincidiendo con la crisis finisecular europea. El analfabetismo era elevado, alcanzando el 64% de la población a principios del siglo XX.

España era un país eminentemente rural, con el 64% de la población activa en el sector primario, un considerable atraso técnico y productos no competitivos en la economía internacional. A nivel industrial, los sectores punteros (textil y siderurgia) mantenían un desarrollo modesto. El comercio interior mejoró gracias a la red ferroviaria, pero seguía siendo deficiente. Las exportaciones se centraban en materias primas, mientras que se importaban manufacturas y productos alimenticios, configurando un sistema proteccionista poco competitivo que ralentizaba la incorporación de España a la economía mundial.

En cuanto a los transportes, se observó un desarrollo limitado y desigual de la red ferroviaria interior, financiado en gran parte por capital francés. Este panorama se inserta en el dominio imperial europeo en África y Asia, donde el papel de España fue muy limitado, culminando con la pérdida de sus últimas colonias en el Desastre del 98 (Cuba). No todo fue atraso; a finales del siglo XIX, la industria, como la de las conserveras en Galicia, comenzó a expandirse por diversas regiones españolas.

Debate historiográfico sobre el caciquismo

La percepción dominante del caciquismo en la Restauración presenta dos vertientes: una pública y otra privada, marcada por la corrupción. La evolución historiográfica ha estado influenciada por la literatura realista contemporánea (Galdós, Emilia Pardo Bazán), que retrataba negativamente las redes clientelares. Esta visión fue amplificada por el movimiento regeneracionista, liderado por Joaquín Costa, quien señaló las redes clientelares y el turnismo como origen de los males de España, idea compartida por autores como Unamuno. La generación del 14 (Azaña, Ortega) continuó la crítica a las oligarquías en detrimento de la mayoría, aunque sin proponer soluciones claras. Durante el franquismo, se paralizó cualquier corriente historiográfica crítica con el clientelismo y el liberalismo.

En la década de 1970, se inició un análisis más científico de la estructura caciquil, con dos interpretaciones principales: la de Tuñón de Lara, que situaba el dominio de España en los caciques, y la de Raymond Carr, que enfatizaba un centralismo férreo que requería caciques locales.

En los años 80, los estudios avanzaron en la realidad local del caciquismo, aunque se mantuvieron descriptivos y centrados en los procesos electorales, sin profundizar en la interpretación general. En los 90, proliferaron estudios locales que abordaron aspectos económicos, biografías dentro de redes clientelares, estudios de élites y familias burguesas, y análisis de parentescos. Actualmente, se asume la complejidad del caciquismo y la necesidad de un enfoque interdisciplinario, así como la utilidad de los estudios comparados para comprender la evolución de las redes clientelares.

Turnismo pacífico

Si bien el liberalismo se implantó tempranamente en España en el contexto europeo, se mantuvieron características del Antiguo Régimen, como la realidad moral y social de corte católico. La incorporación de España al mundo contemporáneo fue lenta y desigual. Durante la etapa isabelina (1843-1868), el favor y la recomendación se institucionalizaron a través del clientelismo, con notables conscientes de la necesidad de controlar la sociedad para mantener sus intereses y privilegios. Esto complejiza el fenómeno de las redes clientelares en un momento de transición hacia una sociedad de masas, planteando la cuestión de cómo funcionaba el clientelismo en una sociedad cada vez más crítica.

El pronunciamiento de Martínez Campos inauguró una nueva era política: el turnismo pacífico entre los dos partidos dinásticos. Tras la muerte de Alfonso XII, se consolidó mediante el Pacto del Pardo entre Cánovas (conservadores) y Sagasta (liberales), aunque el sistema comenzó a operar con el primer gobierno de Sagasta en 1881, previo al pacto. El nuevo régimen buscaba erradicar la inestabilidad política, apartando a los militares de la política y neutralizando las nuevas ideologías emergentes con la sociedad de masas, como los nacionalismos periféricos y el socialismo. Este sistema se fundamentó en la Constitución de 1876.

Primera etapa de la Restauración (1874-1902): Alfonso XII y la Regencia de Mª Cristina

Este período abarcó el reinado de Alfonso XII y la regencia de Mª Cristina de Habsburgo. La Constitución establecía al rey como árbitro, legitimando el sistema turnista a través de una soberanía compartida entre el monarca y las Cortes. Se aprobó el centralismo administrativo, pero la incapacidad del Estado para gestionar la periferia llevó a la instauración de la figura del cacique para cubrir ese vacío de poder e implementar la política liberal a nivel local. Estos caciques se adscribían a uno de los dos partidos principales, aunque algunos desarrollaron políticas propias. En lugar de que las elecciones determinaran los gobiernos, eran los gobiernos quienes organizaban y manipulaban las elecciones mediante el encasillado, asegurando resultados predeterminados por los líderes de ambos partidos dinásticos.

Mientras Cánovas y Sagasta lideraron el sistema, este funcionó al regular el sistema y superar problemas. Tras el asesinato de Cánovas en 1897 y la muerte de Sagasta en 1903, ambos partidos se subdividieron. Surgieron diversos caciques que aspiraban a ser herederos de sus líderes, creando plataformas políticas dentro de los partidos dominadas por un gran cacique con poder local férreo (ej. monterismo, romerismo, moretismo, gamacismo). La diferenciación ideológica perdió importancia, desembocando en una profunda corrupción.

Se trataba de partidos de notables, no de masas, con líderes que ignoraban la periferia, sustentados en redes de amigos y con un fuerte componente de fraude electoral para el control político. Los caciques actuaban como intermediarios del poder central, muchos formados a nivel local y manteniendo su red de poder en sus distritos. Los grandes caciques, a menudo formados en Madrid, consolidaban su poder local como base de su red clientelar.

Crisis del sistema turnista: reinado de Alfonso XIII

El movimiento de crítica social e intelectual, intensificado tras la Guerra de Cuba, provocó una crisis de legitimidad del sistema español, aunque no logró derrocarlo. La transición hacia una sociedad de masas generó críticas directas al sistema de redes clientelares y a la corrupción, que impedían el avance del capitalismo global. La crisis estalló en 1914, coincidiendo con la guerra, y el régimen se mantuvo en la mayor parte del territorio hasta 1923, cuando Alfonso XIII apoyó a Primo de Rivera, instaurando la dictadura. Durante la dictadura (1923-1930/31), el sistema clientelar persistió, creándose nuevas redes para atraer adeptos, especialmente en el ámbito militar.

El cacique

Se define como la persona que ejerce el poder en una localidad, provincia o región, vinculada a un partido político y a una autoridad superior, pero manteniendo a la colectividad bajo su control clientelar y desmovilizada ideológicamente. Este entramado se nutría de relaciones informales, no reguladas e paralelas a la estructura institucional.

El caciquismo español es una variante del clientelismo europeo de la época. Los caciques provenían socialmente de notables, burgueses, profesionales liberales o juristas. La propaganda jugaba un papel crucial en la exaltación de figuras políticas como caciques y oligarcas, a través de periódicos, artículos, banquetes y actos públicos. Estos eventos servían para crear una red de "amigos políticos" a cambio de votos, generando corrupción y un intercambio de favores que ignoraba el bien común. La función social del cacique era la de "protector", garantizando acuerdos políticos, manteniendo la paz y apoyando al candidato de la "oposición" en los turnos electorales.

Existían cacicatos "permanentes", al margen del turnismo, funcionando como "feudos caciquiles". Esto derivó en corrupción y rivalidades locales y regionales, acentuando la desigualdad territorial.

Las elecciones: binomio turnismo-caciquismo

Las primeras elecciones legislativas de la Restauración fueron a Cortes Constituyentes en 1875, bajo la Ley Electoral de 1870 (sufragio universal masculino). Le siguieron las de 1876, que reinstauraron un sistema electoral favorable al bipartidismo con sufragio universal pero "voto restringido". Destacan también las leyes electorales de 1881, 1890 y 1895. La Ley Electoral de 1907 (Ley Maura) buscó mayor transparencia e introdujo el controvertido Artículo 29, que proclamaba automáticamente vencedor al candidato único en un municipio, eliminando la necesidad de votación.

El sistema electoral se articulaba mediante el encasillado. El presidente del gobierno, junto al Ministro de Gobernación (a menudo la misma persona o alguien de extrema confianza), decidía los resultados electorales a través de una cadena de mando: gobernadores civiles, alcaldes, secretarios municipales y funcionarios, junto a los caciques locales.

La tipología de distritos electorales incluía distritos muertos, propios y libres. Los resultados se manipulaban mediante el pucheirazo, la corrupción local y la desmovilización social. Este sistema, basado en la desmovilización política, se debilitó con el tiempo, dificultando el turnismo. El voto a favor del cacique se basaba en la imposición y el beneficio personal.

Galicia en la Restauración

La población gallega era predominantemente rural, concentrada en la costa, con escasa urbanización (6.45% en 1887, 12.14% en 1981). Los polos de urbanización eran A Coruña y Vigo, con un desarrollo significativo entre los años 60 y 70 del franquismo, sin una urbanización real previa.

El poder de las élites agrarias (fidalguía) fue notable durante la etapa liberal, con representación constante en España. Durante el Sexenio Democrático, surgió una nueva élite política de progresistas (Montero Ríos), unionistas (Romero Ortiz), demócratas (Gasset, Artime) y republicanos (Eduardo Chao), provenientes de sectores comerciales, profesiones liberales y segundones de familias hidalgas.

En Galicia, el liberalismo estuvo representado por Vega de Armijo y Montero Ríos, mientras que el conservadurismo lo ostentaron el Conde de Pallares, los Ordóñez y los Bugallal. Existían "plataformas políticas" con líderes indiscutibles, que empleaban estrategias como el nepotismo y utilizaban sus residencias señoriales (Pazo de Lourizán, Pazo de Soutomaior, Finca da Caeira) como centros de poder y visita. El caciquismo gallego es un reflejo de la realidad en otras regiones. Muchos caciques estaban vinculados al ámbito jurídico, como el 25% de los ministros de Gracia y Justicia. La división ideológica del territorio era simplista: A Coruña, capital de "izquierdas"; Pontevedra, dividida entre liberales (monteristas) y conservadores (bugallistas); Lugo, conservador (González Besada); y Ourense, conservador (Bugallal).

La lentitud de los cambios

La lentitud de los cambios del siglo XIX contrasta con las transformaciones de principios del siglo XX, que supusieron la verdadera mutación de la cultura tradicional gallega hacia una cultura más urbana y terciaria. Las tres primeras décadas del siglo XX marcaron cuatro hitos fundamentales para el futuro de Galicia: el fin de la figura del hidalgo, la llegada de emigrados retornados, el acceso a la propiedad de la tierra y la consolidación del tejido industrial (conserveras).

Los resultados electorales de la Restauración en Galicia son poco fiables para entender la realidad cambiante de la época, reflejando la manipulación y el control clientelar en favor de intereses particulares frente al poder central. El caciquismo tuvo un gran desarrollo en Galicia, alimentado por el temor y la búsqueda de protección por parte de la población. La dinámica municipal de la Restauración fue la base del poder y el ámbito de formación de los grandes caciques, quienes gestionaban el poder a nivel local con gran proyección estatal.

La Guerra de Cuba

En este contexto de transformaciones sociales y políticas, se desarrolló la Guerra Colonial, posteriormente denominada Guerra Imperial con la entrada de Estados Unidos. La guerra en Cuba, iniciada con demostraciones patrióticas, derivó en un sentimiento contrario al evidenciarse el atraso militar español frente al poderío estadounidense. La repatriación de tropas y heridos en los puertos de A Coruña y Vigo fue un espectáculo desolador que expuso dicho atraso, provocando un cambio en la opinión pública. A partir de entonces, surgieron voces críticas lideradas por estudiantes, socialistas, republicanos y anarquistas, enmarcadas en el movimiento regeneracionista. Intelectuales, universitarios y pensadores dieron voz no solo al atraso de España, sino también al sistema de la Restauración como causa de dicho atraso.

Entradas relacionadas: