El teatro español del siglo XX: Tendencias y evolución

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TEATRO XX-39:

El teatro español del siglo XX es bastante pobre, tanto en lo teatral como en lo dramático, sin participar en las innovaciones del teatro europeo. En el período que nos ocupa hay dos modelos teatrales: uno que triunfa, que goza del favor del público, y otro que no alcanza éxito pese a su superior valor literario.

En el teatro popular se incluyen tres tendencias:

  • El drama burgués, realista y suavemente crítico: Un teatro continuador del realismo del XIX, renovando algunos aspectos para adaptarse a los gustos del público burgués. Su principal representante es Jacinto Benavente (Los intereses creados, La Malquerida).
  • El teatro costumbrista: De raíz romántica y sin pretensiones críticas: su único propósito es entretener al público. Dentro de esta tendencia se encuadran los hermanos Álvarez Quintero (El genio alegre); Carlos Arniches, creador de la "tragedia grotesca" (La señorita de Trevélez); y Pedro Muñoz Seca, inventor del "astracán", parodia en verso del teatro romántico (La venganza de don Mendo).
  • El drama en verso modernista: De ideología marcadamente conservadora y tradicional, con continuas alusiones al glorioso pasado del Imperio español. La representan autores como Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa.

Frente a este teatro de éxito se levantan otras tendencias más innovadoras e interesantes literariamente, pero que no triunfan. En líneas generales puede hablarse de dos experiencias teatrales:

  • El teatro del 98 y el Novecentismo: Unamuno, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Jacinto Grau.
  • El teatro del 27: Salinas, Max Aub, Alberti, Miguel Hernández, Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

Cada uno de estos dos grupos está encabezado por un autor fundamental: Valle-Inclán, el primero; y Lorca, el segundo.

Valle-Inclán es el autor más importante del teatro español del siglo, y uno de los fundamentales de la escena mundial. Su obra sigue una constante evolución, desde obras modernistas, las Comedias Bárbaras, farsas.... hasta llegar a su gran creación: el esperpento, como Luces de bohemia, una visión grotesca y deformada de la realidad. Sintetiza elementos dispares: lo vulgar y lo literario, lo social y lo existencial...

García Lorca es el referente principal del teatro del 27. Su obra es variada, plena de elementos líricos y surrealistas. En su obra dramática se distinguen tres etapas:

  1. La etapa inicial: Durante los años 20, se caracteriza por la experimentación formal y temática. Lorca busca aún un lenguaje dramático y teatral propio, de ahí la diversidad y heterogeneidad de los títulos de esta etapa: El maleficio de la mariposa, de carácter simbolista; o Títeres de cachiporra, piezas breves para guiñol. La obra más importante de esta etapa es La zapatera prodigiosa, en la que anticipa elementos de su producción posterior, como la mezcla de verso y prosa.
  2. La etapa vanguardista: En los primeros años de la década de los 30, de carácter surrealista, incluye dos obras: El público y Así que pasen cinco años.
  3. Su etapa de plenitud: Comprende las obras escritas entre 1933 y 1936. Lorca se muestra muy prolífico, y consigue un gran éxito con sus obras, en las que es capaz de conjugar el rigor estético con el sentido popular. Las dos primeras obras de esta etapa son Bodas de sangre (1933) y Yerma (1934), que formarían parte de una probable "trilogía dramática de la tierra española" junto a la inédita e inacabada la sangre no tiene voz. A continuación, Doña Rosita la soltera (1935), y por último La casa de Bernarda Alba (1936), asociada a veces a las dos primeras como última de la trilogía, pero que se distancia claramente de aquéllas en su dimensión política y social.

TEATRO 39-DIAS:

El teatro acusa más que ningún otro género el aislamiento y la pobreza de la sociedad española de posguerra. Su evolución abarca tres etapas.

Los años 40 se caracterizan por la continuidad de las tendencias que ya triunfaban antes de la guerra, especialmente al drama burgués, sin apenas sentido crítico y defensor de los valores más conservadores. Este teatro es cultivado por autores como Pemán, Calvo Sotelo, Luca de Tena o Ruiz Iriarte. No deja de haber, sin embargo, algunos intentos renovadores, centrados en el teatro de humor, como Miguel Mihura, Jardiel Poncela. Mihura es autor de un teatro cercano al del absurdo aunque siempre con intencionalidad crítica. Su obra más importante es Tres sombreros de copa. Muy próxima en el tratamiento del absurdo, pero acentuando aún más las características inverosímiles de la acción, está la obra de Jardiel Poncela: Eloísa está debajo de un almendro.

Entre 1950 y 1965 surge y se desarrolla la llamada "generación realista": Buero Vallejo, Alfonso Sastre, Lauro Olmo, Rodríguez Méndez... Se trata de un grupo coherente, de ideología izquierdista, cuyo objetivo es la crítica de la realidad española de su época a través de una estética predominantemente realista. Se trata de un teatro poco innovador desde el punto de vista formal, por cuanto los autores se preocupaban más del contenido y el mensaje, buscando la identificación del público con los personajes. Destacan entre todos ellos Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre, cuya obra más representativa es Escuadra hacia la muerte. Buero Vallejo es autor de dos de las obras fundamentales del teatro de posguerra: Historia de una escalera y El tragaluz. Representa una línea de teatro crítico, pero en límites que hacían posible su representación en la España de la época. Sastre, por el contrario, concibe el teatro como un medio de concienciación y agitación, que ponga de manifiesto las relaciones entre individuo y sociedad y la necesidad de un cambio social. Entre sus obras, siempre trágicas, destacan Escuadra hacia la muerte y La sangre y la ceniza.

A partir de 1965 se produce una renovación dramática y teatral similar a las de la poesía y la novela, al mismo tiempo que se mantiene la línea más tradicional, basada en la importancia de los diálogos, y representada por autores como Antonio Gala (Anillos para una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al moro), José Sanchís Sinisterra (iAy, Carmela!) o Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano).

La renovación se fundamenta en el abandono del realismo puro para orientarse hacia otras fórmulas más expresionistas, concediendo por primera vez más importancia a los factores teatrales por encima del propio texto. Esta renovación, por supuesto en la mayoría de los casos al margen de los circuitos comerciales, se desarrolla en dos líneas:

  1. Autores individuales (el teatro "underground"): Francisco Nieva, Miguel Romero Esteo y, sobre todo, Fernando Arrabal, creador del "teatro pánico", que pretende unir lo absurdo con lo cruel (Pic-Nic, Cementerio de automóviles).
  2. Grupos independientes, que crean sus espectáculos de forma colectiva: TEI, Tábano, Els Joglars, Els Comediants, La Fura dels Baus... Dentro del colectivo de grupos independientes caben muchos tipos diferentes, por sus propósitos y sus medios: teatro amateur, teatro de cámara, teatro universitario, teatro experimental...

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