La Tierra Primitiva: Arqueobacterias, Oxígeno y la Formación de los Primeros Continentes

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El Amanecer de la Vida: Arqueobacterias y la Tierra Primitiva

Las arqueobacterias son, probablemente, los organismos más primitivos que existen, considerados los primeros seres vivos en la Tierra. Son muy parecidas a las bacterias, aunque solo en su tamaño y forma. Se diferencian por tener rutas metabólicas distintas, así como membranas y paredes celulares particulares. Una de sus características más notables es su capacidad para vivir sin oxígeno, luz o materia orgánica, aprovechando los minerales o elementos inorgánicos para crear energía y formar sus propias moléculas orgánicas. De hecho, muchas arqueobacterias son organismos quimioautótrofos.

Estos organismos viven en lugares extremos:

  • Fumarolas oceánicas, lagos sulfurosos y fuentes termales superficiales: Aquí se encuentran los organismos termofílicos, que prosperan a temperaturas elevadas (por ejemplo, entre 80°C y 100°C) y dependen de minerales como el sulfuro para ejecutar sus reacciones metabólicas.
  • Sedimentos soterrados marinos o de agua dulce.
  • Interior de los intestinos de rumiantes o termitas: En estos ambientes habitan las arqueobacterias metanogénicas, que viven sin oxígeno ni luz y utilizan hidrógeno y dióxido de carbono (CO2). Su subproducto metabólico es una gran cantidad de metano.

El Eón Arcaico: La Gran Transformación Atmosférica

En el Eón Arcaico surgieron grandes cantidades de procariotas fotosintéticas, como las colonias de cianobacterias, que formaron los estromatolitos. Estos organismos fueron el motor del cambio atmosférico, con la producción masiva de oxígeno. Además, fueron capaces de captar y precipitar el carbonato cálcico del agua de mar, construyendo así estructuras de gran volumen.

Al final del Arcaico, las aguas de los océanos ya no eran ácidas, lo que permitió la formación de carbonatos. El oxígeno hizo su aparición en este período; sin embargo, al principio no se liberó directamente a la atmósfera. En cambio, al formarse gracias a las procariotas fotosintéticas, se dedicó a oxidar los gases sulfurosos de los volcanes terrestres y el abundante hierro de la corteza. Este proceso resultó en la formación de óxidos de hierro.

La Formación de los Primeros Continentes

Sumado a estos cambios biológicos y atmosféricos, aparecieron los primeros protocontinentes. Su formación fue posible gracias al granito, una roca que se encontraba abundantemente y que permitió la creación de una corteza terrestre ligera y resistente. Estos restos graníticos primitivos se conocen como cratones.

El granito es una roca ígnea o magmática, resultado del lento enfriamiento del magma en el interior de la corteza terrestre.

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