Tocqueville y la Revolución Francesa: Pasión por la Igualdad vs. Libertad
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Existencia de diferentes pasiones, ambas con diferentes destinos: pasión por la igualdad y la pasión por la libertad. Ambas están estrechamente relacionadas en un principio, pero la primera tiende a predominar sobre la segunda. Según Tocqueville, el deseo de libertad que se percibía en la Revolución en un primer momento fue frustrado porque sus condiciones sociales impuestas en el Antiguo Régimen dieron lugar al despotismo. Pero para Tocqueville, la pasión por la igualdad predominaba: “la cual sigue dominando en los corazones siempre es la misma, adicta al mismo ideal”.
Las nuevas pretensiones de igualdad, uniformidad de las reglas, libertad, etc., chocaban con la tradición y, por ello, se ideaba una sociedad sin más aristocracia, una administración única y poderosa directora del Estado, pero de un Estado confundido con la figura del rey.
Tocqueville recorre dos etapas de la Revolución: la primera, en 1789, en la que el amor a la igualdad y el amor a la libertad se reparten en el corazón de los franceses; una época en la que no sólo quieren fundar instituciones democráticas, sino instituciones libres, no sólo anhelaban destruir privilegios, también reconocer y consagrar derechos. Una época que, a pesar de sus errores, vivirá eternamente en la memoria de los hombres, y que por mucho tiempo perturbará el sueño de quienes pretendan corromperlos o juzgarlos. Tales acontecimientos, extraídos del texto, cuestionan los errores y engaños que hicieron que los franceses abandonaran esa etapa. Su primer objetivo era simplemente desear ser siervos iguales del amo, olvidándose de su libertad. La monarquía ha conseguido un pueblo sometible; este es un retrato antipopulista, el pueblo siempre está dispuesto a obedecer: “los franceses estaban entonces tan convencidos de la bondad de su causa y tan orgullosos de sí mismos que no creyeron que podían ser iguales sin la libertad”.
Finalmente, existen numerosas creencias del porqué de la Revolución Francesa. La revolución no se hizo para destruir el imperio de las creencias religiosas existentes en el momento; fue una revolución política y social, pero no bajo el fin de abolir las instituciones políticas las cuales habían dominado de manera absoluta la mayoría de los pueblos europeos bajo instituciones feudales. Simplemente se querían sustituir por un orden social y político más equitativo y sencillo, es decir, basado en la igualdad de condiciones. Para Tocqueville, el mayor logro de la Revolución Francesa fue la destrucción del régimen feudal, pero, sin embargo, el gran error fue el intento fallido de crear un orden político capaz de garantizar la libertad y, a la vez, contener el proceso de centralización del poder.
Se podría caracterizar la conducta de la Revolución Francesa como un comportamiento de contrastes y, a la vez, de actos extremos guiados por sensaciones más que por principios y, sobre todo, promovida “sobre nivel común de la Humanidad como descendiendo debajo de él: ni se ha visto nunca un pueblo tan inalterable en sus principales instintos... un espectáculo inesperado, sorprendiéndose a veces tanto como los mismos extranjeros de sus propios actos”.
Como resumen de este capítulo, el cual engloba a los anteriores, realiza la repetición de las causas de la Revolución explicando un diagnóstico negativo y crítico que más tarde este mismo autor realizará con la Democracia en América.