Tomás de Aquino: Ley Natural, Inclinaciones y la Imperfección de la Razón Humana

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La Ley Natural en Tomás de Aquino: Inclinaciones y Razón

Desde estos presupuestos, es patente que la ley natural es una realidad altamente compleja en su doctrina. Tomás de Aquino la explica genéricamente, escribiendo que:

«El orden de los preceptos de la ley natural es paralelo al orden de las inclinaciones naturales. Porque el hombre, en primer lugar, siente una inclinación hacia el bien según su naturaleza, que es común con todas las substancias, y por esta inclinación apetece la conservación suya según su propia forma de ser. Y según esta inclinación pertenecen a la ley natural aquellas cosas por las que se conserva la vida del hombre y se impiden las contrarias a su conservación. En segundo lugar, existe en el hombre una inclinación a cosas más concretas según la naturaleza que él tiene en común con los demás animales; y en virtud de esto decimos que son de ley natural aquellas cosas que *la naturaleza enseñó a todos los animales*, como la unión del varón con la hembra, la educación de los hijos y otras cosas parecidas. En tercer lugar, existe en el ser humano una inclinación al bien según su naturaleza racional, que le es propia, y así el hombre tiene una inclinación natural a conocer a Dios y a vivir en sociedad. Según esta acepción, pertenecen a la ley natural aquellas cosas que se relacionan con esta inclinación, como es el evitar la ignorancia, impedir que otros ofendan a aquellos con los que hemos de convivir, y otras cosas de este tipo.»

Así, la ley natural se compone simultáneamente de aquellas inclinaciones que brotan de la naturaleza que el hombre comparte con los demás animales y de las inclinaciones que se originan de su naturaleza propiamente racional. De forma que, si desde la participación en que consiste el intellectus se sigue un discurso preferentemente deductivo, desde la observación de lo que demandan las inclinaciones naturales se desarrolla una argumentación preferentemente inductiva.

La Imperfección de la Razón Humana

Parece que Tomás de Aquino, en todo el tratamiento de la ley natural como participación de la ley eterna, tiene presente una intuición básica: existe una desproporción significativa entre Dios y el hombre como para que este último pueda participar plenamente de la razón divina. Por ello, escribe que:

«La razón humana no puede participar plenamente del dictamen de la razón divina, sino a su modo e imperfectamente.»

En la filosofía y la teología tomista, razonar es una actividad no siempre fiable, una búsqueda que no acaba de ser cierta. Bajo la expresión conocer racionalmente, Tomás de Aquino parece recoger tanto el conocimiento directo como el argumentativo, al menos en las páginas dedicadas al tratamiento de la ley natural. Esto se debe a que la ley natural misma es un descenso racional respecto a la ley eterna, y todo lo que se refiere a la razón humana ha de ser tomado con cautela.

«En los conceptos comunes existe alguna necesidad, pero cuanto más descendemos a las determinaciones, más fallos encontramos.»

Para insistir en la relativa poca necesidad de las evidencias racionales, añade que:

«En cuanto a las conclusiones propias de la razón práctica, no existe en ellas la misma verdad o rectitud entre todos, y ni siquiera entre los más iguales son igualmente conocidas.»

¿Se refiere a las evidencias elementales cuando alude a estas conclusiones propias de la razón práctica? El discurso es deliberadamente ambiguo. En el parágrafo 259 de los Comentarios a la Ética, había dejado escrito que:

«El discurso moral, incluso en lo que es universal, es incierto y variable» (Sermo moralis, etiam in universalibus, sit incertus et variabilis...).

Aceptación de la Incertidumbre Racional

Tampoco esto ha de preocuparnos en gran medida, porque:

«No es necesario que toda medida sea siempre infalible y cierta, sino que basta con que sea posible en su género.»

Ciertamente, la medida debe ser cierta; pero el dictamen de la razón humana acerca de las cosas que hay que hacer es incierto, tal como dice el Libro de la Sabiduría:

«Los pensamientos de los mortales son débiles, e inciertas nuestras providencias.»

Tomás de Aquino debió tener una relación especial y personal con este versículo de la Sabiduría, porque lo reitera siempre al hablar de la capacidad de la razón humana.

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