Transformación Foral en Navarra: Del Antiguo Régimen a la Ley Paccionada de 1841

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Hacia la Liquidación de un Modelo Institucional

La victoria liberal, aunque no se hubiera producido por una derrota estrepitosa del contrario, tendría consecuencias políticas inevitables. En 1837 se aprobó el acuerdo de paz que establecía el respeto de los sistemas forales de acuerdo con la interpretación que pudieran hacer las Cortes españolas según la Constitución.

Los fueros no habían sido el motivo principal del alzamiento carlista, sino la defensa del Antiguo Régimen en su conjunto.

Durante los años de la guerra, los diferentes gobiernos liberales habían reducido al mínimo los privilegios navarros en las zonas que dominaban (Pamplona, la Ribera), pero los liberales navarros, partidarios de reformas institucionales, querían conservar cierta autonomía en determinadas cuestiones, especialmente de carácter económico.

Las Cortes españolas dictaron una ley en octubre de 1839 que confirmaba los fueros.

Las diputaciones de las provincias exentas se negaron a la modificación de sus fueros y consiguieron mantener el régimen tradicional durante casi medio siglo más, gracias a las grandes diferencias internas de los liberales españoles.

Pero la Diputación Navarra estaba controlada por los liberales. José Yanguas y Miranda se apresuró a iniciar una negociación que le permitiría obtener los dos objetivos básicos de reformar el sistema y mantener la mayor autonomía posible desde un punto de vista liberal.

La Difícil Génesis de las Nuevas Instituciones

Las negociaciones para la modificación de los fueros sufrieron todos los avatares propios de la España liberal. Al final, será el gobierno progresista del General Espartero el que finalice las conversaciones con los representantes navarros que dirigía Yanguas. La ley, que se aprobó el 16 de agosto de 1841, ha sido discutida hasta la saciedad por los intelectuales navarros hasta hoy.

La Ley Paccionada transformaba el reino de Navarra en una provincia, hacía desaparecer casi todas las instituciones propias: las figuras del virrey, la Cámara de Cómputos, el Consejo Real, las aduanas con Castilla y Aragón o las mismas Cortes. El sistema jurídico y político se acoplaba al del conjunto de España, al igual que la administración militar. También garantizaba la singularidad navarra. Más tarde, controlaba la administración de los ayuntamientos y de la misma Diputación. A cambio, debía entregar una cantidad anual para sufragar los gastos del Estado en Navarra (el cupo).

Aventuras Carlistas y Reintegración Foral

Aquellos que habían apoyado la causa absolutista y el Antiguo Régimen se manifestaron en contra de la Ley Paccionada, mientras los liberales proclamaban las ventajas de la modernización y de la autonomía que se había conservado. Pero el descontento de los carlistas y sus partidarios, en una tierra que había sido uno de sus principales apoyos en la guerra, ayudó a mantener la atención durante décadas. La reintegración foral se convirtió en la principal bandera del tradicionalismo.

El primero en emplear ese descontento en su favor fue Leopoldo O'Donnell, general liberal y capitán general de Vascongadas y Navarra, que se levantó contra Espartero en Pamplona en el año 1841, pero fracasó, probablemente por la desconfianza de los propios carlistas hacia el personaje.

Segunda Guerra Carlista

La sublevación carlista de 1846 en Cataluña proclamó rey a Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos María Isidro. No consiguieron formar un ejército organizado, con jefes competentes, y se limitaron a partidas de voluntarios a las que los isabelinos persiguieron con más o menos fortuna. En 1849, la sublevación había finalizado. El régimen de Isabel II fue derribado en 1868.

Los Avatares Políticos de Fin de Siglo

El mayor encontronazo se produjo en 1893, cuando el ministro de Hacienda, Germán Gamazo, proyectó acabar con la autonomía fiscal navarra e imponer el régimen común del resto de España. La Diputación, los representantes en Cortes, la prensa y ayuntamientos se movilizaron en contra del gobierno central en un clima de exaltación fuerista. Se recogieron firmas de protesta entre los ciudadanos y se organizaron varias manifestaciones, una de ellas el 4 de junio de 1893, muy importante. Cuando el ministro fue destituido, sus propuestas cayeron en el olvido. No acabaron aquí los conflictos, pero este, conocido particularmente como la Gamazada, fue el que más repercusión alcanzó. En conmemoración de este suceso, se levantó en Pamplona el Monumento a los Fueros.

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