Transformación Industrial en España: 1960-2007

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Expansión y Limitaciones

1960-1975

A partir de los años sesenta, la expansión de la economía mundial impulsó a las multinacionales a invertir en España, atraídas por los bajos costes de producción, la mano de obra barata y una política estatal favorable. El mercado interno creció gracias al aumento del nivel de vida de la población.

Aunque con importantes limitaciones, la estructura industrial mejoró y aumentó la fabricación de maquinaria y artículos de consumo duradero, como automóviles y electrodomésticos. Aumentó el tamaño de las empresas, aunque seguían siendo anticuadas y de baja productividad. Las exportaciones de bienes manufacturados crecieron en comparación con los agrarios.

Madrid se consolidó con amplios mercados de consumo, trabajo y capital, debido a sus infraestructuras y equipamientos. Se afianzaron las regiones industriales como el País Vasco, Cantabria y Asturias. Los planes de desarrollo crearon algunos ejes industriales, como el litoral gallego y Andalucía Occidental, y se instalaron industrias en ciudades como Zaragoza y Valladolid. El resultado fue que España se industrializó, pero su posición en el mundo siguió siendo periférica.

Integración Europea y Nuevos Retos

1985-2007

A partir de 1985 se inició una recuperación, y en 1986, con la incorporación a la Comunidad Europea, España afrontó nuevos retos, como integrarse en un mercado muy competitivo, adoptar la normativa industrial comunitaria, la supresión de monopolios y la eliminación de ayudas estatales. Sin embargo, también supuso ventajas, ya que aumentó el mercado para los productos españoles, desaparecieron los aranceles comerciales y entró mayor capital extranjero.

Los cambios de la 3ª Revolución Industrial se incorporaron a la industria española, aplicando nuevos avances científicos y tecnológicos y la incorporación de nuevos medios de transporte como el AVE.

La empresa se descentralizó gracias a las redes telemáticas, proliferaron las PYME y desapareció la gran fábrica. Se flexibilizó la producción para atender un mercado más variado y exigente, y el empleo es más cualificado. Las nuevas tecnologías permitieron la difusión o deslocalización de las empresas donde existieran recursos, mediante mejores sistemas de transporte. Esta última revolución industrial ha favorecido a España, pero la balanza industrial sigue siendo deficitaria.

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