La Transformación Social en la Era de la Financiarización: El Auge de la Sociedad de Propietarios

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LA SOCIEDAD DE PROPIETARIOS

1. DE LA SOCIEDAD DEL TRABAJO A LA SOCIEDAD DE LOS PROPIETARIOS

El proceso de financiarización se concreta con una importancia cada vez mayor de parte de los ingresos que no proceden del trabajo, unido a la privatización de bienes y servicios públicos, que constituyen la base de la protección social colectiva: sanidad pública, educación pública y sistema de pensiones público, es decir, aplicada a las economías familiares se produce por un creciente empeoramiento de la principal fuente de renta y por la potenciación de activos financieros que mantengan o mejoren el nivel de consumo por parte de las familias. La consecuencia es el endeudamiento. Con esto se consigue introducir en el negocio privado la sanidad, la educación y las pensiones. Elementos que antes eran parte de los derechos del empleo. Existen tres aspectos principales en España:

  1. La derrota del movimiento obrero, progresiva fragmentación, precarización e individualización de las relaciones laborales.
  2. El propio proceso de financiarización.
  3. El sometimiento de la sociedad al mercado financiero: la sociedad de los propietarios.

1.1 DERROTA DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA

Contextualizada durante la dictadura de Franco y el momento de democratizar el país con la transición (1975-1982) marcó profundamente la manera en que se integró a los sindicatos mayoritarios y su poder real en las relaciones laborales. Hay que tener presente que los sindicatos más presentes antes de la guerra civil (1936-1939) eran:

  • Confederación Nacional de Trabajadores (CNT)
  • Unión General de Trabajadores (UGT).

A finales de los 50 y principios de los 60 del siglo XX, aprovechando las estructuras sindicales del sindicato oficial, en el seno de las empresas, militantes comunistas y obreros cristianos se fueron organizando en las llamadas Comisiones Obreras (CCOO). A pesar de su origen comunista y su menor tradición que la UGT lograron ganar fuerza, logrando la legalización del Partido Comunista en España y el reconocimiento a la huelga. Los Pactos de la Moncloa en 1978-79 fueron un hito que hizo posible la transición en materia económica y laboral, el objetivo se terminó logrando.

Sin embargo, estas reformas también implican la contención salarial y otras medidas que afectaron a los trabajadores, ya que, el desempleo creció (del 4.4% de 1976 al 21.5% de 1985). Se perdieron dos millones de empleos (contratos fijos de clase obrera que se afilian). La pérdida de peso y poder por parte del movimiento obrero era ostensible. El proceso de reconversión industrial que se llevó a cabo a principios de los años 80 desmanteló las industrias públicas dedicadas a los altos hornos, la siderurgia o la minería: buena parte del tejido industrial del norte desapareció. Se legalizaron las empresas de trabajo temporal y se redujo y endureció el acceso a la prestación por desempleo. Las décadas de los 80 y 90 cambiaron las relaciones laborales y supuso la desestructuración de la clase obrera: desempleo, precarización y bajos salarios. A pesar de las huelgas generales de 1988 y 1994, las reformas no fueron frenadas. Por otro lado, este período fue testigo de la expansión de la llamada “cultura del pelotazo”, heredada del franquismo, basada en la corrupción. Los gobiernos socialistas lograron neutralizar al movimiento obrero, pero en contrapartida generaron empleo público (a través de la creación de las diversas administraciones del Estado, local, autonómica y estatal) que crearon una nueva clase media geográficamente repartida. El periodo 1995-2007, que coincide con los gobiernos de José María Aznar, estuvo marcado por el crecimiento económico basado en la burbuja inmobiliaria y la financiarización, que generó empleo pero también contribuyó en la precarización laboral y la creación de un “servo-proletariado” precarizado y mal remunerado.

1.2 EL PROCESO DE FINANCIARIZACIÓN DE LAS ECONOMÍAS DOMÉSTICAS

La financiarización, tuvo como consecuencia el aumento de la deuda de las familias, se produjo por la facilidad con la que se podía acceder al crédito entre 1995 y 2007. Este acceso al crédito compensaba la debilidad y decadencia de los salarios como fuente de consumo. Este modelo de crecimiento basado en la burbuja financiera sobre la vivienda pudo producirse a partir de varios factores relacionados:

  1. La Ley del suelo de 1996, que amplió las zonas legales donde construir y puso gran cantidad de suelo al servicio del negocio de la construcción.
  2. Las subvenciones y ayudas al sector de la construcción.
  3. La extensión del parque español de vivienda en propiedad.
  4. Los bajos tipos de interés (dinero barato).

La vivienda pasó de ser simplemente un lugar de residencia a convertirse en un activo financiero sobre el que especular porque su valor iba aumentando significativamente. Este boom inmobiliario atrajo inversiones extranjeras y generó una espiral de endeudamiento, donde el aumento del valor de la vivienda parecía compensar fácilmente los préstamos hipotecarios. Sin embargo, cuando estalló la burbuja en 2008, las consecuencias fueron devastadoras. Muchas familias se encontraron con hipotecas insostenibles y viviendas sobrevaloradas. La polarización de la riqueza se agravó, ya que solo aquellos con ingresos más altos pudieron beneficiarse del aumento de los precios de la vivienda, mientras que muchos otros se encuentran endeudados y sin hogar. Esta situación exacerbó las diferencias salariales y contribuyó a una mayor desigualdad social, marcando un hito en la historia económica y social de España.

2. LA CONSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD DE PROPIETARIOS

La financiarización, implica una nueva relación material de las economías domésticas de obtención y gestión de sus ingresos apunta también sobre un tipo novedoso de sociedad o como existen modos de pertenencia y acceso a los derechos completamente distintos a los de la sociedad industrial clásica. Esta formación social se llama sociedad de propietarios. Durante el siglo XX, el trabajo ha sido el principal medio de afiliación social y constituye la base de la sociedad del trabajo: el reconocimiento del valor y la dignidad laboral, como principal fuente de riqueza social. Durante esta formación social, el conflicto capital / trabajo se resolvió por la vía de la garantía de ciertos derechos. Los sistemas de protección de Occidente fueron el reflejo de ese pacto. La derrota obrera de la década de 1970 forjó un rechazo al trabajo, debido a la depresión de los salarios durante los años 80 y 90, así como, la financiarización de las economías de las familias, que quebraron la constitución de la constitución de la sociedad del trabajo y decayeron todas las conquistas asociadas a las luchas obreras. Algunas de las transformaciones fueron:

  • Al pasar de una renta y capacidad de consumo creciente al endeudamiento, por los bajos niveles de renta familiar.
  • Colonización a medida que la financiarización forma parte de los medios de reproducción social.

Las contradicciones que a menudo acompañan a la financiarización, no impiden reconocer un proyecto de reconstrucción social coherente aunque de dudosa viabilidad a medio plazo. Se trata de la sociedad de propietarios, un tanto variable de la contemporánea utopía liberal. Este tipo de utopías está basada, en un principio: la efectiva capacidad de autorregulación de los mercados en los ámbitos extraeconómicos. Si los individuos poseen propiedades y toman decisiones sobre su propio interés, esto beneficiará a la sociedad en su conjunto gracias a la acción libre del mercado. La propiedad privada asegura que las personas se impliquen, a través del mercado, y su interés se transforma en un beneficio colectivo. Según los principios clásicos del liberalismo, la propiedad enriquece y disciplina. Eleva la condición de oxímoron del liberalismo, la propiedad lleva a los individuos del puro interés particular al compromiso con la sociedad. El concepto de la propiedad no es nuevo, ha sido fundamental en las primeras ideas liberales de la sociedad. Eso se refleja en la noción de la “mano invisible” que sugiere que los vicios privados (acciones egoístas) pueden llevar a virtudes públicas (beneficios para la sociedad). En el siglo XIX, los sistemas políticos liberales también se basaron en la propiedad. En esos sistemas, sólo los propietarios eran aptos para votar porque daban independencia económica y tenían libertad de criterio, los propietarios eran ciudadanos plenos con derecho y responsabilidades sociales, sin embargo, aquellos que no poseían propiedades como los dependientes obreros, mujeres, niños, sirvientes eran vistos como influencias negativas y no se consideraban ciudadanos aptos para participan en la sociedad. La financiarización ha introducido nuevas formas para hacer más aceptable de que la idea de la propiedad es la clave para la independencia. A través de los fenómenos de las burbujas patrimoniales no sólo ha ampliado la propiedad sino también la expectativa de la riqueza. La financiarización promete a los individuos una oportunidad de independencia frente a medios colectivos y sociales, gestionados por el Estado. Aunque esto no elimina la necesidad del trabajo, sino que se convierte en un medio para acumular capital e invertir, siendo una fuente de recursos destinada a enriquecerse.

La financiarización ha generado un cambio al reducir la importancia del trabajo como fuente principal de ingresos, reemplazándolo con la propiedad capital. Esto libera al individuo de la dependencia del Estado y de los sistemas colectivos de seguridad económica, que se consideran pesados e injustos. Así, la financiarización de los ingresos económicos domésticos crea una nueva forma de organización y regulación social, “nueva constitución material” La sociedad de propietarios es más que una realidad material dominante, es una construcción ideológica con tintes utópicos. Sin embargo, su capacidad para movilizar a las personas es enorme. Por esta razón, es importante analizar las principales promesas en relación con los bienes colectivos, el vínculo social y el trabajo. Aunque existen contradicciones como:

  1. La nueva desamortización. La feliz privatización de lo común y fin del Estado como asegurador social. El proceso de financiarización se ha infiltrado en la vida cotidiana afectando aspectos cruciales como la vivienda y los fondos de pensiones, esenciales para la vida familiar y la aseguración de la vejez. Este fenómeno se alinea con estrategias de acumulación por desposesión, donde los mercados financieros han crecido enormemente en estos ámbitos. Desde esta perspectiva, la reducción del Estado del Bienestar no es un problema, sino una solución, ya que los mercados financieros proporcionarán mejores beneficios en áreas clave de la seguridad social. Sin embargo, el modelo propietario, por muchas ventajas, puede resultar tan problemático como las antiguas políticas de planificación del socialismo. Este enfoque promueve una individualización de los mecanismos de seguridad colectiva y privatiza el riesgo, lo que, en realidad, disminuye la autonomía social y la de la mayoría de los individuos, contradiciendo sus promesas iniciales. El objetivo material es convertir los ámbitos de reproducción social en áreas de acumulación y de extracción de valor. La financiarización representa una tecnología moderna de acumulación por desposesión, implicando la privatización e individualización de bienes y servicios. Estos se gestionan según la lógica de inversión y endeudamiento, explotando prácticas sociales de cuidado, producción de conocimiento y formas de vida que son cruciales para las rentas de monopolio, sobre todo en los mercados inmobiliarios. Las crisis económicas han confirmado la financiarización.

Bajo el modelo de la “sociedad de propietarios” el conflicto entre la propiedad social y la garantía colectiva frente a la propiedad privada y la seguridad individual. La financiarización desmantela muchas de las conquistas sociales y la socialización de las áreas de seguridad social

3. El individualismo propietario y el rescate de las clases medias

La financiarización ha transformado la deuda pública y del gasto público, en deuda privada y gasto individual promoviendo un individualismo propietario como base de la pertenencia social. Así, pues, se ha consolidado la imagen del individuo como único responsable de su destino, libre de intervención estatal. No obstante, este enfoque tiene sus límites como la privatización del riesgo y la dependencia de decisiones individuales que pueden acabar en una autonomía social, contradiciendo las bases iniciales de libertad y seguridad. Además, la financiarización busca transformar los ámbitos de la reproducción social en lugares de acumulación de capital. El conflicto entre propiedad social y garantía colectiva frente a propiedad privada y seguridad individual parte de un desmantelamiento de las conquistas sociales y la socialización.

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