Transformaciones sociales y económicas en el siglo XVIII y XIX: de la beneficencia al liberalismo

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Estructura social y condiciones de vida: la beneficencia

Las estructuras sociales estaban determinadas por el estatus y las funciones desempeñadas a través de los estamentos. A finales del siglo XVIII, las clases inferiores representaban más de la mitad de la población, con un crecimiento tanto en ciudades como en el campo. Las estructuras tradicionales se veían amenazadas por este rápido aumento de las capas sociales más bajas. Además, los pequeños manufactureros dependían del dinero, un medio exógeno ajeno a la tierra, para asegurar su subsistencia. En cuanto a las clases trabajadoras, grandes masas de productores agrarios sin tierra o con poca tierra se convirtieron en obreros. A partir del siglo XVIII, el trabajo asalariado se transformó radicalmente. Se impuso a los trabajadores una disciplina de tiempo y trabajo rigurosa, y las condiciones de vida del proletariado eran desoladoras. El Estado ya no veía en la pobreza un objeto de beneficencia social, sino un ámbito sobre el cual debía ejercer su poder punitivo.

El Estado Liberal: nuevo marco económico y social

El liberalismo romántico, reflejó en el dualismo “Estado-individuo” su aversión contra los excesos del Estado centralizador. La idea era la de un Estado fuerte que protegiese al ciudadano, pero al mismo tiempo limitado para que no lo oprimiese. Así nació el constitucionalismo moderno: un sistema de garantías políticas y jurídicas que constituyera el marco jurídico de la soberanía y los límites legales del poder. El liberalismo nació en Francia y se difundió rápidamente por toda Europa como doctrina política y económica. Sus ideales incluían las libertades civiles de pensamiento, expresión y de asociación.

Estos objetivos se conseguían mediante la aceptación de las siguientes reglas:

  • El Gobierno debe actuar dentro de los límites fijados por la ley.
  • El centro de la autoridad política debe corresponder a los poderes legislativos representativos.

Reforma y modernización agraria

La interdependencia de la agricultura con el resto de la economía planteaba la necesidad de un estímulo de la demanda para desencadenar mejoras en la producción de alimentos y el flujo de mano de obra desde el campo. Además, la historiografía ha relativizado el papel de la agricultura. Las cuatro contribuciones clásicas son:

  1. El aumento de la producción agraria fue, desde mediados del siglo XVIII, cada vez menos capaz de alimentar a la población creciente.
  2. La mano de obra de los sectores líderes no procedía de la agricultura, sino de anteriores actividades manufactureras.
  3. Las exigencias de capital de las primeras fábricas y talleres fueron reducidas.
  4. El mercado que las áreas rurales ofrecían alcanzó el 30% de la oferta industrial del país.

Las empresas industriales: capitalización, estructura y sociedades

Como consecuencia de la ampliación de la cultura del mercado en el siglo XIX a todas las clases sociales, los hombres de negocios tuvieron que protegerse con un armazón institucional que los resguardara de las incertidumbres. Lo más difícil para el empresario fue saber adecuar el volumen de producción a unos mercados caracterizados por la competencia entre oferentes y por la estrechez, heterogeneidad y volatilidad de la demanda. Con respecto a la demanda, la primera causa de su estrechez era la amplitud del autoabastecimiento familiar. La demanda estaba condicionada por el ritmo de las cosechas, y el fabricante atendía las necesidades particulares de cada cliente. La estructura social de cada país aportaba también elementos añadidos que condicionaban las estrategias empresariales.

Las incertidumbres originadas en los mercados generaban diversas dudas: ¿Cuánto invertir? ¿Eran realmente necesarias las máquinas? Ante estas dudas, la estrategia de las empresas fue evitar el despilfarro, el riesgo a producir más de lo que pudiera venderse, y por ello, los comerciantes o fabricantes más inteligentes limitaron su capacidad productiva.

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