Transición Demográfica: Fases y Evolución de la Población
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Introducción a la Transición Demográfica
La evolución de la población suele enfocarse a través del llamado modelo de transición demográfica, en el que se pueden distinguir diversos ciclos o regímenes demográficos, diferenciados cada uno por el comportamiento de la natalidad, de la mortalidad y del crecimiento natural o vegetativo. Nuestro país ha pasado por los tres regímenes demográficos, aunque con cierto retraso temporal respecto a otros países europeos.
Los Regímenes Demográficos
Régimen Demográfico Antiguo
Se caracteriza por elevadas tasas de natalidad y altas tasas de mortalidad, lo que implica un débil crecimiento demográfico. En España este ciclo se prolongó hasta comienzos del siglo XX debido a la elevada mortalidad, provocada por guerras, epidemias y hambrunas. La natalidad era elevada pues los hijos ayudaban a sus padres en el trabajo y constituían un seguro para estos. También contribuían a multiplicar el número de hijos las costumbres religiosas, el hábito de contraer matrimonio muy joven y la falta de métodos anticonceptivos.
Régimen Demográfico de Transición
Se caracteriza por unas altas tasas de natalidad y por la drástica reducción de la mortalidad, lo que da lugar a un elevado crecimiento demográfico. La reducción de la mortalidad obedece a las mejoras en la medicina, higiene, una mejor alimentación, y en general a las mejores condiciones de vida. Este ciclo se prolonga desde mediados del siglo XVIII hasta la segunda mitad del siglo XIX en los países más avanzados, aunque en España comenzó en el siglo XX y se mantuvo hasta la década de 1970.
Régimen Demográfico Moderno
Se caracteriza por unas bajas tasas de natalidad y de mortalidad, y por tanto, por un crecimiento muy escaso e incluso negativo. Ello es debido al incremento de la esperanza de vida, con el consiguiente envejecimiento de la población. España se incorporó a este modelo en los años setenta del siglo XX alcanzando pronto esta tendencia. La llegada de inmigrantes a partir de la última década del siglo XX posibilitó un rejuvenecimiento momentáneo de la población al incrementarse ligeramente la natalidad. Esta recuperación se vio interrumpida por la crisis económica que comenzó en el 2008. A ellos han contribuido igualmente otros factores que han hecho reducir el número de hijos de las parejas: la generalización de métodos anticonceptivos, la menor influencia de las ideas natalistas de la religión, la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar, el coste económico que los hijos constituyen para sus familias y el retraso en la formación de familias y en la llegada del primer hijo.