Urbanismo barroco
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EL URBANISMO BARROCO La arquitectura barroca se integra plenamente en su entorno urbano y paisajístico. Es precisamente en este período cuando surge el concepto de ciudad-capital, como consecuencia del nacimiento del Estado moderno, siendo ésta una de las grandes aportaciones de la arquitectura barroca, que desarrolla una verdadera preocupación por la planificación urbanística (la distribución de los espacios, el diseño de las grandes vías, los hitos urbanos importantes…) de la que la ciudad de Roma constituye un magnífico ejemplo. En esta ciudad se lleva a cabo durante el pontificado de Sixto V una auténtica reordenación urbana, tarea encomendada a Domenico Fontana. Se trazaron grandes vías desde la periferia al centro, cada una de las cuales desembocaba en un edificio o grupo de edificios (las más importantes basílicas) con una grandiosa plaza. Estas plazas se convertían en puntos de articulación urbana, al igual que los obeliscos, y a partir de ellas se organizaban los barrios. Otras planificaciones urbanísticas hacen del palacio el punto focal del trazado urbano, el lugar donde convergen las vías principales de la ciudad, concentrando todo el simbolismo de la monarquía absoluta, y Versalles es el mejor ejemplo de este planteamiento. En Versalles se lleva a cabo una magnífica fusión entre el palacio, la ciudad y los jardines. De este modo, y así lo vemos en Roma o Versalles, la ordenación urbana en el Barroco responde a la voluntad de la Iglesia o del monarca, reflejando sus ideales y su poder. Como ya hemos visto al referirnos a Roma, elemento importante en la ciudad será la plaza monumental, centro de la vida urbana, que tiene en las plazas mayores españolas una buena representación. A continuación, hablaremos, para ilustrar estas consideraciones sobre la ordenación urbana en el barroco, de la plaza de San Pedro del Vaticano, el palacio de Versalles y de las plazas mayores.