Vanguardias y Novecentismo: La Revolución Artística y Literaria en la España de Entreguerras
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El historiador marxista Eric Hobsbawm definió al hombre del siglo XX como un extremista en todos los ámbitos del pensamiento. Así, los movimientos artísticos que abren esta era de opuestos y enfrentamientos buscan también romper de forma radical con los corsés literarios impuestos hasta el momento. Fieles a estos principios, las Vanguardias y el Novecentismo conforman la gran corriente artística del periodo de entreguerras.
Contexto Histórico y Social de la Época
La inestabilidad política persiste en España. Los fuertes conflictos sociales, el fin del turnismo, la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República se suceden paralelamente a la Primera Guerra Mundial y el Crack del 29. Freud triunfa con su psicoanálisis y reina un ambiente deshumanizado que prescinde de lo sentimental.
Las Vanguardias Artísticas: Ruptura y Experimentación
Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías (metáfora + humor) capitanean el grupo español de los vanguardistas, la avanzadilla cultural europea de la Primera Guerra Mundial. Son ciudadanos del mundo, iconoclastas y vitalistas que, entre Caligramas y Las señoritas de Aviñón, inauguran el Cubismo. Los objetos se vuelven transparentes y nos desvelan las múltiples perspectivas posibles.
Cubismo y Futurismo: La Velocidad y la Máquina
El Futurismo de Marinetti y Maiakovski “corre sobre la metralla”, ensalza la civilización mecánica y técnica y rechaza lo pasado y sentimental: “Matemos al claro de luna” y ensalcemos las 35 bujías (Salinas) o compongamos un Madrigal al billete de tranvía (Alberti).
Dadaísmo, Expresionismo y Surrealismo: El Absurdo y el Inconsciente
El Dadaísmo es el absurdo, la nada y la duda. Huye de la lógica y se refugia en un cabaret de Suiza donde Tristan Tzara brindó por el nihilismo y lo incoherente en medio de dos guerras mundiales. Ultraísmo y Creacionismo dan paso a la humanización: el Expresionismo de Munch prescinde de la realidad externa y hace aflorar las tensiones más angustiosas del ser humano; mientras, André Breton atraviesa la frontera de la mano del Surrealismo francés y su escritura automática. Será el superviviente del Jueves Negro del 29 que, en lugar de pasar a ser propaganda política como el resto de las corrientes, encontrará en un becqueriano Donde habite el olvido de Cernuda o en Poeta en Nueva York de Lorca dos de sus máximos exponentes.
El Novecentismo o Generación del 14: Razón y Esteticismo
El Novecentismo o la Generación del 14 busca la razón. Ya no son bohemios modernistas, sino pulcros universitarios de la Residencia de Estudiantes que buscan el arte como goce estético. Juan Ramón Jiménez pide así a la “Intelijencia” que le dé “el nombre exacto de las cosas” y busca una poesía perfecta llena de Eternidades y Belleza. Gabriel Miró, novelista, desborda lirismo y sensualidad y transmite miles de cualidades sensoriales a través de sus descripciones, pero carece de acción (El obispo leproso). Ramón Pérez de Ayala reflexiona sobre mitos literarios como el código de honor calderoniano (El curandero de su honra) o El Tigre Juan.
Preocupaciones y Pensamiento de Ortega y Gasset
Les preocupa la forma, el lenguaje y la europeización de España. Para Ortega y Gasset, los españoles son “una raza que se muere por instinto de conservación” y rechaza el tradicionalismo nacional. La deshumanización del arte, heredada de la Primera Guerra Mundial, antecede a La rebelión de las masas, en la que Ortega presenta su teoría elitista: “dirigido a una minoría especialmente dotada”.
Legado y Transición: Hacia la Generación del 27
Los años treinta acabaron por sepultar las Vanguardias y el Novecentismo (término acuñado por el ensayista Eugenio d’Ors). Efímeros, se fueron tan rápido como llegaron, dejando paso en España a una Generación del 27, admiradora de Juan Ramón Jiménez, que continuaría la senda de la renovación literaria.