La Visión de Tácito sobre la Corrupción y la Transición Imperial Romana (69-96 d.C.)

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HISTORIAS DE TÁCITO

Capítulo 1: El Contexto Historiográfico y la Promesa de Imparcialidad

«INITIUM MIHI OPERIS...DICERE LICET»

Para el inicio de mi obra, Servio Galba y Tito Vinio son cónsules de nuevo. Pues después de la fundación de Roma, muchos autores han relatado los ochocientos veinte años de las épocas anteriores, mientras los hechos del pueblo romano eran recordados con igual elocuencia y libertad. Después de que se guerreó en Accio y fue conveniente para la paz que todo el poder pasara a uno solo, cesaron aquellos grandes ingenios.

Al mismo tiempo, la verdad fue quebrantada de muchos modos:

  • En primer lugar, por la ignorancia de la República, como si fuera ajena.
  • Luego, por el deseo de complacer o, por el contrario, por el odio hacia los que dominaban.

Así, ni unos ni otros, entre los hostiles y los sometidos, se preocupan por el porvenir. Pero la ambición de los escritores se desdeña fácilmente; la envidia y la malevolencia son recibidas por oídos favorables. Ciertamente, en la adulación se halla el horrible crimen de la servidumbre; en la envidia, la falsa apariencia de libertad.

Para mí, Galba, Otón y Vitelio no son conocidos, ni para beneficio ni para daño. No negaré que nuestra dignidad fue iniciada por Vespasiano, desarrollada con Tito y promovida más extensamente por Domiciano; pero cualquiera debe ser tratado por quienes profesan una fe incorrupta, sin amor y sin odio. Pero si viviera lo bastante, he reservado para la vejez el principado del divino Nerva y el imperio de Trajano, la materia más rica y segura, por la excepcional felicidad de unos tiempos donde está permitido pensar lo que quieras y decir lo que sientas.

Capítulo 2: La Época de la Lucha y el Terror

«OPUS ADGREDIOR...AMICOS OPPESSI»

Emprendo una obra espléndida por las circunstancias, horrible por la lucha, diferente por la discordia, e impetuosa incluso en la misma paz. Cuatro emperadores fueron eliminados por la espada: tres guerras civiles, muchas más externas, y la mayor parte de ellas, mezcladas. Se vivió:

  • Prosperidad en Oriente, adversidad en Occidente.
  • Iliria agitada, las Galias vacilantes.
  • Britania sometida y al instante abandonada.

Se levantaron contra nosotros las gentes de los Sármatas y de los Suebos, y Dacia, famosa por los desastres recíprocos. También los ejércitos de los Partos fueron casi movidos por el escarnio del falso Nerón. Incluso Italia fue dañada por nuevas calamidades o por aquellas repetidas después de una larga sucesión de siglos:

Desastres en Roma y el Imperio

  • Ciudades consumidas o sumergidas.
  • La región más fecunda de la campiña devastada.
  • La ciudad asolada por el fuego, con los templos más antiguos destruidos, e incluso el Capitolio incendiado por manos de ciudadanos.
  • Ceremonias religiosas profanadas y grandes adulterios.
  • El mar lleno de exilios, las rocas infectadas con sangre derramada.

Un horror más atroz en la ciudad: la nobleza, la riqueza y los honores eran desechados y gestionados en favor de acusaciones, y la muerte era más cierta a causa de las virtudes. Y las ganancias de los delatores no eran menos odiosas que las calamidades, pues unos obtenían sacerdocios y consulados como si fueran despojos, mientras otros, procuraciones y poder interior, llevando y cambiando todo a odio y terror. Los esclavos eran sobornados contra los señores, los libertos contra los patronos; y a quienes les faltaba un enemigo, eran oprimidos por sus amigos.

Capítulo 3: Virtud en la Adversidad y la Intervención Divina

«NON TAMEN ADEO...ESSE ULTIONEM»

Sin embargo, la época no fue tan estéril de virtudes que no transmitiera también buenos ejemplos. Se vieron:

  • Madres que acompañaron a los hijos prófugos.
  • Esposas que siguieron a sus maridos al exilio.
  • Parientes valientes y yernos constantes.
  • Fidelidad pertinaz incluso de los esclavos contra las torturas.
  • Las supremas necesidades de los hombres ilustres soportadas con valentía.
  • Fallecimientos equiparables a las alabadas muertes de los antiguos.

Además de las múltiples desgracias humanas, en el cielo y en la tierra hubo presagios y profecías: rayos y predicciones del futuro, alegres, tristes, ambiguas y evidentes. Pues nunca se demostró, ni por los horribles desastres del pueblo romano ni por los indicios más justos, que nuestra seguridad no fuera objeto de atención para los Dioses, sino que lo fuera [solamente] el castigo.

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