Visiones del Cine Clásico: Frank Capra y John Ford en la Gran Depresión

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Directores Emblemáticos del Cine Clásico

Los autores más representativos de este periodo son: Frank Capra, John Ford y Leo McCarey.

Frank Capra: El Idealismo Americano y la Responsabilidad Ciudadana

Frank Capra, en 1939, dirige Caballero sin espada, protagonizada por J. Stewart. La película trata sobre un líder juvenil que se convierte en senador y es manipulado para luchar contra la corrupción política. Acorralado, decide recurrir al obstruccionismo parlamentario.

Capra defiende que el sistema funciona, pero a condición de que los ciudadanos no permanezcan pasivos y sepan movilizarse en su defensa. Es un mensaje que incide en la reactivación de la cultura y la responsabilidad.

Otras películas destacadas de Capra incluyen ¡Qué bello es vivir!, donde el protagonista es el prototipo de buen ciudadano, una persona que prioriza el interés general.

John Ford: La Identidad Americana y la Crisis de Valores

En el caso de John Ford, representa a la minoría irlandesa y, al igual que Capra, es católico, pero su afición es hacer películas más grandes que la vida.

En 1940, dirige una adaptación de la novela de Steinbeck, Las uvas de la ira. Para Ford, la Gran Depresión no es tan solo una crisis económica, sino también una crisis de valores. Ford quiere recuperar la identidad fundacional de los EE. UU. como el único de los estados del mundo que, desde su fundación, se dota del gobierno del pueblo. Él obtuvo el Óscar por Las uvas de la ira.

Al año siguiente, llegó al cine la novela de Llewellyn, ¡Qué verde era mi valle!. La novela está ambientada en el sur de Gales, en los años finales del siglo XIX, y narra la historia de la familia Morgan, una familia de mineros que se enfrenta a la primera de las grandes crisis del carbón.

En esta película, la posición de Ford se corresponde con los planteamientos del New Deal y refleja muy bien el tránsito de una sociedad regida por la nación a una sociedad formada por clases sociales que defienden intereses diferentes. Para Ford, existe una pauta esencial de continuidad que es la bondad.

Otras películas notables de Ford incluyen El hombre tranquilo (1952). Este es también el año en el que los demócratas abandonan la Casa Blanca tras la victoria de Eisenhower. Es una película que cierra el periodo clásico de la historia del cine.

La historia de El hombre tranquilo se desarrolla en Irlanda, tras la Guerra de Independencia, en un pueblo al que regresa uno de sus vecinos tras haberse dedicado a boxear en EE. UU. El mensaje de Ford es que, en un mundo en cambio dominado por pautas cada vez más racionales, debe existir también espacio para que puedan realizarse todas las vertientes de la condición humana.

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