Vitalismo, Amor y Muerte en la Poesía de Miguel Hernández

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Vida, Muerte y Amor en la Poesía de Miguel Hernández

Vida y Muerte en la Poesía de Miguel Hernández

La poesía de Miguel Hernández está marcada por un profundo vitalismo, donde la pasión por la vida se entrelaza inevitablemente con la muerte. MH no separa vida y muerte.

En Perito en lunas, toma como materia poética lo exterior, su vida de pastor y el deseo de adquirir una técnica.

A partir de El rayo que no cesa, la vida sobrecoge y estremece al poeta. Miguel conoce a su futura esposa, Josefina Manresa, toma su propia vida con todo su amor y dolor, y lo transforma en poesía. En este libro, la muerte aparece, como en la "Elegía" que escribió a la muerte de su amigo Ramón Sijé.

Con Viento del pueblo, la vida sigue siendo protagonista; ahora es la defensa de la República, un libro de guerra. La vida y la muerte están presentes, esta última como algo cotidiano. La guerra se plantea de diversas maneras, caracterizada por la negación de la individualidad en favor de una causa común, como se ve en la "Elegía segunda" dedicada a la muerte de Pablo de la Torriente. También aparece la "Elegía primera" dedicada a Federico García Lorca.

La exaltación vital no puede atribuirse solo al hecho de ser un libro de trinchera que busca mantener alta la moral de la tropa. Es necesario observar cómo se consigue esa exaltación: solo los humildes y los que luchan por la libertad están en contacto puro con la tierra.

Con El hombre acecha, la poesía de lucha de Viento del pueblo, donde la derrota de la guerra ya se siente cercana, se torna en un panteísmo oscuro de la muerte. La muerte lo llena todo, el mundo se oscurece y se hace frío. Los temas del libro anterior dejan paso a una visión más trágica, en la que el hambre, el frío, las cárceles y los heridos de guerra van llenando de oscuridad y pesimismo el vitalismo de Miguel Hernández.

En Cancionero y romancero de ausencias, la vida y la poesía se confunden definitivamente. Encerrado en la cárcel, MH usa la poesía como un medio a través del cual la vida se transforma en palabra de forma sencilla. La muerte está más cercana que nunca, alcanzándole primero en la muerte de su primer hijo, pero también presente en la cárcel como condena. La cercanía de la muerte se expresa sin dramatismo, con cotidianeidad. Muchas veces, la muerte presente es la de su hijo, y en estos casos el dramatismo del poema es mayor.

El Amor en la Poesía de Miguel Hernández

El amor antes de El rayo que no cesa: El silbo vulnerado

En la adolescencia católica de Miguel Hernández, sus primeros años están dominados por una visión religiosa, siendo su mentor el joven Ramón Sijé. Miguel Hernández deja ver la huella de esta doctrina católica en El silbo vulnerado.

El amor aparece unido al dolor, contenido e intenso, pero también forma parte de su carácter trágico la influencia religiosa antes mencionada. El amor se valora muchas veces de forma negativa, influenciado no solo por su fe católica, sino también por sus lecturas.

El amor en El rayo que no cesa

Se observa un cambio de perspectiva y de tono que rodea al tema amoroso en esta obra, escrita entre 1934 y 1935, época en que el joven Miguel Hernández sale de su pueblo para vivir en Madrid. Este cambio de ciudad significa también un alejamiento del ambiente tradicional, conservador y religioso de Orihuela y de la influencia católica de Ramón Sijé.

Miguel Hernández, imbuido en el espíritu de libertad de la Segunda República, empieza a desarrollar una idea del amor mucho más vital, que sitúa al cuerpo, a la tierra, al hombre y a la mujer en el centro de un pensamiento en el que el sentido del pecado y de la culpa va desapareciendo. Esto hace que el tema del amor en esta obra se una al deseo erótico como fuerza terrenal a la que el hombre debe someterse, un hombre que también es tierra, barro ("Me llamo barro aunque Miguel me llame").

Por otro lado, esta estancia en Madrid supone también la ausencia de la amada, de su novia del pueblo, Josefina Manresa, a la que dedica el libro ("A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya"). Esta ausencia, así como una ruptura que duró hasta 1936, un poco antes de la publicación del libro, hacen que el tema del amor en El rayo que no cesa esté continuamente asociado a "la pena": es un amor trágico, doloroso, marcado por la ausencia.

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