El Fin del Zarismo: Las Revoluciones Rusas de Febrero y Octubre 1917
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La Revolución Rusa
El Imperio Zarista
El imperio de los zares era un inmenso país donde aún pervivía el absolutismo monárquico. El zarismo era una autocracia; el zar estaba investido de un poder absoluto: gobernaba por decreto, no estaba sujeto a ninguna constitución ni tenía parlamento. Una fiel burocracia y un poderoso ejército aseguraban el control del imperio, y la Iglesia Ortodoxa constituía un gran pilar ideológico del régimen.
La agricultura era la principal actividad económica y la tierra estaba, en su mayor parte, en manos de terratenientes que pertenecían a una aristocracia privilegiada. La mayoría de la población eran campesinos sometidos a un régimen casi feudal, con condiciones de vida miserables.
En algunas zonas del Imperio (San Petersburgo, Moscú, áreas de Ucrania) se había iniciado un tímido proceso de industrialización, impulsado en gran medida por capital extranjero. Surgió así un proletariado industrial que trabajaba en grandes fábricas con sueldos bajos y condiciones laborales precarias.
Entre los obreros se difundió el marxismo y en 1898 se fundó clandestinamente el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). En 1912, este partido se escindió en dos grandes facciones:
- Los mencheviques (minoritarios), partidarios de una revolución por etapas.
- Los bolcheviques (mayoritarios), liderados por Lenin, que defendían la necesidad de impulsar una revolución social directamente en Rusia para establecer la dictadura del proletariado.
La Revolución de Febrero (1917)
La coyuntura de la Primera Guerra Mundial creó en Rusia las condiciones para un estallido revolucionario. El imperio no estaba preparado para una guerra tan larga y dura. Los desastres militares se sucedieron en el frente oriental. La movilización de millones de campesinos para ir al frente hizo disminuir drásticamente la producción agrícola. El hambre apareció en las ciudades y se extendió el malestar entre obreros y campesinos. Todo esto desacreditó profundamente al zar Nicolás II y a su gobierno.
La población empezó a organizarse en sóviets (consejos de obreros, campesinos y soldados), que adquirieron un gran protagonismo y exigían al zar la retirada de la guerra y el fin de la autocracia.
La oposición política al zar aprovechó la situación de crisis. Los partidos burgueses (liberales), los partidos campesinos (socialistas revolucionarios) y los partidos obreros (mencheviques y bolcheviques) exigieron la abdicación del zar.
La caída del zarismo
En febrero de 1917 estalló una revolución en San Petersburgo (entonces Petrogrado), que provocó la caída del zarismo. El poder pasó a un gobierno provisional dirigido inicialmente por el príncipe Lvov y luego por Alexander Kerensky, apoyado por los partidos liberales (kadetes) representados en la Duma (parlamento). Rusia se convirtió en una República Democrática.
La Revolución de Octubre (1917)
La lentitud en la implementación de la reforma agraria y la decisión del gobierno provisional de mantener a Rusia en la guerra aumentaron el descontento popular y la influencia de los bolcheviques. Estos, bajo la dirección de Lenin, deseaban derrocar al gobierno provisional e instaurar el socialismo.
Los bolcheviques prometían al pueblo:
- La firma inmediata de la paz ("Paz").
- El reparto de tierras entre los campesinos ("Tierra").
- La dirección de las fábricas por comités de obreros ("Pan" y control obrero).
- La nacionalización de la banca y los medios de transporte.
El 25 de octubre de 1917 (según el calendario juliano ruso), los sóviets, liderados por los bolcheviques, se sublevaron y en pocos días se hicieron con el control de los puntos estratégicos de Petrogrado, derrocando al gobierno provisional. Lenin formó un gobierno obrero (el Consejo de Comisarios del Pueblo).
El nuevo gobierno soviético estableció rápidamente las primeras medidas revolucionarias: se decretó el reparto de tierras entre los campesinos y el control de las fábricas por los comités obreros. En marzo de 1918, se firmó la Paz de Brest-Litovsk con Alemania, por la que Rusia se retiraba de la Primera Guerra Mundial a cambio de importantes pérdidas territoriales.