Resumen de los contenidos del capítulo iii del utilitarismo

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RESUMEN DE LOS CONTENIDOS DEL CAPÍTULO III DEL UTILITARISMO   DE LA SANCIÓN ÚLTIMA DEL PRINCIPIO DE UTILIDAD A quienes ponen en cuestión  la fuerza vinculante del principio de utilidad o del principio de felicidad general como determinante de nuestras acciones, Mill responde que cuando una ética establece un criterio para adecuar a él nuestras acciones nos preguntamos siempre ¿por qué yo he de actuar de una determinada manera? La respuesta no puede ser otra: por fuerzas externas o internas que nos condicionan a obrar de ese modo. (Sólo ante una moral consagrada por la educación y la opinión pública no cuestionaríamos sus fundamentos.)  En el caso del utilitarismo nos preguntamos ¿por qué yo estoy obligado a promover la felicidad general? No existe razón alguna para que la respuesta sea diferente: por sanciones externas                     - esperamos conseguir el favor y evitar el rechazo de nuestros semejantes o el de Dios - y por sanciones internas - esperamos obtener el placer y evitar el dolor que se derivan de seguir o violar los dictados de nuestra conciencia, de un sentimiento presente en nuestro espíritu Así pues, el fundamento de toda moralidad - excluidas las sanciones externas - es la presencia en el ser humano de una fuerza vinculante. Si no existiera tal fuerza en algún individuo, éste no se sentiría obligado a seguir ningún criterio de conducta, salvo por sanciones externas. Pero la experiencia demuestra que existen sentimientos universales y demuestra también su fuerza vinculante en individuos debidamente educados.Se suele considerar que la obligatoriedad de un criterio moral sería mayor si emanara de un ser que trascendiera al propio sujeto, pero aun en este caso la sanción radicaría en el propio espíritu y aquellos que se preguntaran por qué tengo que obedecer a mi conciencia sólo lo harían por sanciones externasQuienes consideran - intuicionistas - que los principios morales son innatos no pueden negar que entre otras obligaciones morales se encuentra el de la consideración de los placeres y dolores de los demás. No obstante, los sentimientos morales son adquiridos - si fueran innatos se encontrarían de modo perceptible en todos nosotros -, pero no por ello son menos naturales. La facultad moral - por medio de sanciones externas o la fuerza de la educación infantil - puede formarse de muy distintos modos, pero las morales artificiales que se apartan de la base sentimental natural se desvanecen mediante el análisis al avanzar el cultivo del intelecto.El concepto profundamente arraigado que todo individuo tiene de sí mismo como ser social le hace experimentar que uno de sus deseos naturales es que se produzca una armonía entre sus sentimientos y objetivos y los de sus semejantes. Este sentimiento de asociación se reforzará cada vez más aunque no sea inculcado por la educación. Mill considera que aún nos encontramos en un estadio relativamente primitivo del desarrollo humano en el que una minoría de personas con un sentimiento social desarrollado no consideran a sus semejantes como rivales a los que derrotar para alcanzar la felicidad y este sentimiento de unidad se acrecentará ante el progreso incesante del espíritu humano, hasta que no se piense o desee nada que beneficie a un individuo particularmente que no incluya los beneficios de los demás.

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