Lo Apolíneo y lo Dionisiaco en la Tragedia Griega

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EL ARTE TRÁGICO Y LO DIONISIACO

La filosofía del joven Nietzsche tiene como conceptos centrales la pareja apolíneo-dionisiaco, que aparece en su primera gran obra, El nacimiento de la tragedia del espíritu de la música o Grecia y el pesimismo (1871). La tradición europea nos ha legado una imagen de la grecidad dominada por la idea de armonía, belleza, equilibrio, medida; rasgos que pasan por clásicos, apolíneos en terminología de Nietzsche. Bajo estos rasgos hay unas fuerzas vitales ocultas que se han conservado marginalmente en algunas artes como la música o en cultos orgiásticos, lo que permite afirmar que además de lo apolíneo en la cultura griega estaba lo dionisiaco. El mundo de los dioses olímpicos es el mundo apolíneo, en cambio, la experiencia del caos que es la vida corresponde al impulso dionisiaco. Mientras lo apolíneo tiende a producir formas definidas, armoniosas y estables que den seguridad, lo dionisiaco no solo es sensibilidad ante el caos.
Esta relación entre lo apolíneo y lo dionisiaco es una relación de fuerzas que se da tanto en el interior del individuo, como en el desarrollo de la civilización y el arte griegos; es una lucha cuya culminación se encuentra en la tragedia griega, síntesis perfecta de los dos impulsos. La tragedia nace en Grecia cuando la vida, que es creación y destrucción cíclicas, es afirmada como tal sirviéndose de bellas imágenes. Los autores trágicos Sófocles y Esquilo saben entretejer lo apolíneo y lo dionisiaco en sus héroes. El arte trágico acepta que no hay más mundo que este, cruel y contradictorio, y que para vivir en él se necesita fuerza y capacidad de sobreponerse, de mentir incluso, pues las mentiras forman parte de la vida ya que permiten sobrellevar la existencia. Mentiras, como la metafísica, la moral y la religión niegan la vida, en cambio el arte trágico, que también es mentira, la estimula, la hace soportable.
La tragedia griega muere a manos Eurípides, autor trágico que transformó la concepción mítica de la tragedia en una sucesión de situaciones encadenadas y comprensibles de carácter realista. Y ello para satisfacer la visión racional del mundo que proponía Sócrates. Son las nuevas exigencias vinculadas al nacimiento de la filosofía, según la cual el caos de la vida ya no es tolerable por las imágenes apolíneas de los dioses olímpicos y la tragedia griega, sino por las estructuras y esencias metafísicas. Con la filosofía, la seguridad en un mundo verdadero rechaza el mundo de la experiencia. Se produce la consecuencia más negativa para la cultura occidental: la decadencia por la racionalidad socrático-platónica-cristiana.
En su primer periodo, Nietzsche cree posible el retorno a la cultura trágica a partir del drama musical wagneriano. A partir de las Consideraciones intempestivas y, sobre todo, de Humano demasiado humano. Nietzsche considera que el renacimiento de la cultura trágica está menos vinculado a un fenómeno como la música wagneriana, que al arte en general; le parece insuficiente debido a su inactualidad histórico-psicológica para el hombre moderno.
En su último periodo, volverá a reivindicar el arte, pero no el arte en sentido romántico, que es sentimental, sino el arte trágico, pues no oculta con su mundo de bellas apariencias el mundo cruel y contradictorio, ni necesita que triunfe el orden moral que niegue valor a la vida o que incite a la resignación. El arte como modelo de voluntad de poder y el artista trágico como primera figura del superhombre.

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