Artes Plásticas del Siglo XX

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Las Artes Plásticas del S XX

En este siglo todo está sometido a un permanente revisionismo, no hay un lenguaje único y hegemónico, muy al contrario, conviven diferentes lenguajes que a menudo se entremezclan. En este siglo las artes figurativas experimentan una transformación tan profunda que lleva a que en este siglo culmine el proceso iniciado en el s XIX según el cual el contenido se subordina (hasta hacerlo desaparecer) al hecho pictórico. Se termina con la tradición que imponía un contenido y una lectura de la obra pictórica. Esta revolución morfológica no depende del capricho de los artistas, ellos traducen las concepciones intelectuales y sociales del momento histórico que viven, son los cambios filosóficos, científicos y políticos los que exigen al arte una forma diferente de afrontar la realidad. La teoría de la relatividad de Einstein o las doctrinas de Freud demuestran al artista que el espacio y la materia son realidades diferentes a las visibles y que el ser humano es mucho más complejo y profundo de lo que se había representado en los siglos anteriores.

En la primera mitad del siglo se suceden numerosos estilos que se solapan y se influyen entre sí. Perviven algunos valores tradicionales, aunque se buscan nuevas soluciones revolucionarias. Era frecuente la redacción de manifiestos que reflejaban los objetivos y señalaban aquello contra lo que se pretendía intervenir. Otro rasgo de estos istmos, denominados “vanguardias históricas” es la globalización, ya no son exclusivos de la pintura o la escultura, buscan la cohesión de todas las variantes artísticas. En el periodo de entreguerras surge una nueva objetividad con la pintura metafísica y la primera abstracción.

Después de la Segunda Guerra Mundial no existe todavía una perspectiva histórica por la que es más necesaria la labor de los críticos que de los historiadores. Para intentar entender el arte de este periodo se tiene que tener en cuenta la enorme variedad de artistas y la rapidez con que se conocen sus obras, la necesidad de explorar todo aquello que no ha sido tratado todavía, el desarrollo del mercado del arte y por lo tanto su capitalización y, por lo tanto, la conciencia por parte del público de la posibilidad de invertir en arte.

Este agrupamiento cronológico no permite establecer unos límites claros a cada movimiento, ya que la constante revisión y la propia evolución de los pintores les lleva a pasar de un movimiento a otro sin abandonar definitivamente el anterior.

El Fauvismo (Los Fauves)

Se caracteriza por la hegemonía del color, un color puro, intenso y antinatural que se distribuye sobre el cuadro de manera ordenada y armónica. Sus composiciones son simples y lineales, se reducen a lo esencial. Rechazan la perspectiva inspirándose en el arte africano, Van Gogh y Gauguin. Su principal representante es Matisse, quien hizo suya la máxima de “el color debe ser pensado, soñado e imaginado”. Gracias al color sustituye la imitación por la participación instintiva del sujeto y por la interiorización del arte.

El Expresionismo

La novedad de este movimiento es considerar que la expresión y transmisión de emociones puede lograrse sólo mediante el color, las formas y las pinceladas, al margen del asunto y la figuración. Para lograrlo optó por una disolución de las formas y una elección de colores no naturales, buscan la fealdad y la agresividad del color para provocar asombro, inquietud, miedo o repulsión. Utilizan un lenguaje pictórico tosco que refleje lo cotidiano y los conflictos íntimos.

Su principal representante es Edvard Munch, quien se interesó más por los sentimientos que por los objetos. Sus figuras aparecen rodeadas de referencias simbólicas, como se advierte en su cuadro más popular el grito.

Dentro de esta corriente expresionista se crearon dos grupos, el puente y el jinete azul, dentro del cual inició su carrera pictórica Kandinsky, cuya obra evolucionará hacia la abstracción después de colaborar en la Bauhaus investigando la abstracción geométrica.

Modigliani exalta las formas de los desnudos femeninos cuya languidez acentúa con el abandono de las cabezas.

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