Aspectos ópticos: La luz y el color en el entorno visual

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Nuestro entorno contiene objetos que emiten, reflejan o absorben radiaciones electromagnéticas, es decir, ondas de diferente longitud. El ojo humano es capaz de ver ondas cuya longitud mide entre 400 y 700 nanómetros aproximadamente (1nm=10-9m). Esta es la banda de radiación electromagnética que denominamos luz y que forma nuestro espectro visible. Todas las longitudes de onda por encima o por debajo del espectro visible no pueden ser vistas por el ojo humano, por ejemplo los infrarrojos (700nm) y los ultravioletas (400nm). La longitud de onda determina el color de la luz.

Las fuentes de luz natural no son muy abundantes y están constituidas por el Sol, las estrellas, los relámpagos y el fuego. De todas esas fuentes, sin duda la más importante es el Sol, cuya ubicación tiene gran influencia en el modo de percibir las formas y las distancias.

La teoría del color nos explica cómo los objetos no son ni reflectores puros ni absorbentes puros, sino que su composición molecular absorbe unas determinadas longitudes de onda y refleja otras, dando como resultado una sensación de color determinada. Los ojos, desde un punto de vista óptico, tratan la luz como si fueran una cámara oscura, es decir, un espacio cerrado, con una pequeña abertura (pupila) a través de la cual entra la luz, que forma una imagen en la superficie interna (la retina) enfrentada a dicha abertura. En el ojo, el enfoque reside en el cristalino, que es una lente biconvexa situada detrás del iris. Para enfocar, en lugar de moverse, el cristalino se tensa o se relaja, produciendo un mayor o menor abombamiento.

El punto

El punto es en apariencia el elemento más sencillo que pude formar parte de una imagen, el más simple en la comunicación visual. El punto tiene una primera existencia como parte inherente al propio soporte de la imagen. El punto es así la textura implícita del soporte, pero puede ser alterada con fines expresivos. Kandinsky define el punto a partir de su dimensión, color y forma. En cuanto a la dimensión, resulta imposible precisar cuando un punto se convierte en una superficie. Por otro lado, el punto, como marca visible en la imagen tiene una gran fuerza de atracción sobre la mirada. Su situación dentro de un encuadre crea unas relaciones de composición. Existen dos tipos de relaciones, entre el punto y los mismos límites del encuadre, cuya naturaleza depende de la posición del propio punto; y entre dos puntos entre sí.

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