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POLÍTICA INTERIOR.

La primera decisión política de Felipe III fue dejar el poder efectivo en manos del valido Francisco Gómez de Sandoval, Marqués de Denia y posteriormente Duque de Lerma. Este primer gesto marcó una de las carácterísticas más sobresaliente de su reinado: la extraordinaria influencia de la nobleza en la política interior. Por lo que se refiere a la situación de la maltrecha hacienda pública, la política exterior pacifista, que caracterizó la mayor parte de su reinado, propició un ahorro financiero considerable, que se repercutíó, sin embargo, en un alivio de la presión fiscal sobre la población. Por el contrario, el dinero se despilfarró en lujosas fiestas cortesanas y en pensiones para los magnates. El resultado fue un nuevo deterioro de la hacienda regia. Ante la impopularidad que supónía un aumento de la presión fiscal, se utilizaron otras soluciones alternativas como la venta de cargos públicos, la reducción del interés de la deuda pública y la acuñación de cantidades considerables de monedas de cobre. Pero cuando estas medidas resultaron insuficientes, se realizó una quiebra parcial de la hacienda pública (1607), que perjudicó fundamentalmente a los asentistas banqueros que se encargaban de los gastos estatales. Todo ello debe inscribirse en el contexto general de la crisis económica que efectuó a la mayor parte de Europa en el Siglo XVII. Las circunstancias adversas se cebaron especialmente con las capas más desfavorecidas de la población. Así, la gran epidemia de 1597-1601 provocó medio millón de víctimas sólo en los reinos pertenecientes a la Corona Castellana. En estas circunstancias, la expulsión de los moriscos, decretada por Felipe III en 1609, trajo como consecuencia la ruina agrícola y artesanal de varias comarcas que dependían de su trabajo, especialmente en Valencia, Murcia, Andalucía y parte de Castilla y Extremadura. Además en los tres años finales del reinado de Felipe III 81618-1621), la intervención española en la guerra de los Treinta Años deterioró aún más la situación económica. Mientras tanto, la política hispánica se veía rodeada de intrigas y luchas por el poder en la Corte. En este contexto, el mismo año del inicio de la guerra (1618), Felipe III destituyó al Duque de Lerma y la sustituyó por su hijo, el Duque de Uceda, que llevo a cabo una política continuista hasta el final del reino.

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