Corrientes ideológicas del movimiento obrero y campesino español en el siglo XIX

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Análisis de las corrientes ideológicas del movimiento obrero y campesino español en el siglo XIX

Mientras determinados grupos sociales se beneficiaron del crecimiento industrial agrario de finales del S.XIX y principios del XX, la mayoría de la población no mejoró sus condiciones de vida. Esto provocó el aumento de los conflictos sociales. Surgió el asociacionismo obrero para defender los intereses de los trabajadores.

Los miembros de la nueva Federación Madrileña de la AIT pasaron a formar, en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), destacando la figura de Pablo Iglesias. El PSOE era un partido marxista que sostenía que había que aprovechar las oportunidades del sistema parlamentario para acceder al poder.

En 1888 se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), que también defendió la acción política para conseguir reformas sociales y laborales, u participar en organismos estatales.

En 1881 se creó la Federación de Trabajadores de la Región Española, de tendencia anarquista. La represión sobre los obreros hizo que parte del anarquismo potase por atentar contra los pilares del sistema establecido.

A finales del Siglo XIX se vivió la etapa de mayor violencia social mediante diversos atentados, que se manifestaban mediante asesinatos, incendios de cosechas y edificios, reprimidos con violencia.

La proliferación de atentados aumentó la división del anarquismo, ampliándose los grupos de obreros que defendían la necesidad de fundar organizaciones sindicales. Esto dio como resultado la creación de la Confederación Nacional del Trabajo (1910). Ésta defendía la independencia del proletariado respecto a la burguesía, la necesidad de la unidad sindical y la voluntad de derribar al capitalismo. La lucha se haría mediante huelgas y boicot.

Las insurrecciones agrarias se convirtieron en una constante en el campo andaluz. La desamortización de Madoz (1855) había hecho pasar la mayoría de las antiguas tierras comunales a manos privadas, ahogando cualquier esperanza de un reparto más beneficioso para los jornaleros. Los levantamientos campesinos tomaron la forma de ocupaciones ilegales de tierras y su reparto entre los jornaleros.

La falta de un verdadero respaldo político y el miedo a la radicalidad del movimiento acabaron por hacerlo fracasar, pero el afán de tierras continuó y las revueltas se prolongaron durante más de medio siglo.

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