El crecimiento demográfico en España

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A diferencia de la mayoría de países europeos cuya población se duplicó e incluso cuadriplicó, en España el crecimiento demográfico es de un 77%, de 10,5 millones de habitantes a principios del siglo XIX a 18,5 millones a finales, por lo que se trata de un crecimiento moderado.

Es debido a que en España la transición del régimen demográfico antiguo al moderno es más tardía, ya entrado el siglo XX, porque la población estaba anclada en el pasado. La tasa de natalidad era del 35%, siendo especialmente alta en zonas rurales donde se necesita más mano de obra y las formas de vida son más tradicionales. La tasa de mortalidad también era alta, del 29%, sobre todo la mortalidad infantil. Se debe al atraso socioeconómico, las crisis de subsistencia y a las pésimas condiciones higiénicas que favorecen las epidemias, como de fiebre amarilla y cólera.

De esta forma, la tasa de crecimiento vegetativo era de un 8% y la esperanza media de vida es de unos 35 años. Sin embargo, gracias a la industrialización de Cataluña y al mayor desarrollo económico, esta zona presentará un crecimiento demográfico más parejo al resto de países europeos.

Esta evolución demográfica estuvo acompañada de movimientos migratorios y un proceso de urbanización. La tendencia migratoria fue más alta en la segunda mitad de siglo porque anteriormente estaban más restringidas y se diferencia entre migraciones exteriores e interiores.

Las emigraciones exteriores son la salida de españoles a otros países de América Latina, como Argentina y Brasil, o África, como Argelia, y suponen la descongestión del medio rural. Además se suman los exilios de afrancesados, liberales, carlistas y republicanos que evitan ser capturados por los bandos opuestos y participar en conflictos políticos.

Las migraciones interiores suelen corresponder al éxodo rural, campesinos que se van del campo a las ciudades, principalmente del litoral mediterráneo, debido al estancamiento agrario y las expectativas de una vida mejor en las ciudades.

Por tanto, el centro de España perdió población excepto Madrid por ser la capital y Barcelona por la revolución industrial. La distribución de la población en los tres sectores de trabajo era desigual y predominaba el sector primario con un 70% de la población dedicada al campo.

El éxodo rural supuso un gran crecimiento urbano que conllevó o bien a la creación de suburbios periféricos de barrios obreros, pobres, desorganizados y sin servicios ni infraestructuras o bien a la construcción de planificados ensanches burgueses. Por ejemplo, destacan los ensanches de Barcelona diseñado por Cerdá, con un perfecto plano en damero, y el de Madrid financiado por el marqués de Salamanca. Se incluían amplios jardines y palacetes burgueses y, a diferencia de los suburbios, no estaban tan masivamente poblados.

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