Crisis 98

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En torno a 1898 se produjeron una serie de cambios en el mundo que
modificaron el status colonial. El primer ministro británico, Lord Salisbury,
lanza la teoría de la redistribución colonial: las naciones vivas deberían
imponerse a las moribundas y apropiarse así de territorios poblados por
seres de inferior condición que requerían la ayuda de grandes metrópolis.
De esta manera, en esas fechas Inglaterra y Francia imponen su dominio en
África y Asia mientras España pierde, definitivamente, su papel de potencia
colonial en el contexto internacional.
La crisis de 1898 en España giró en torno a la problemática relación
colonial (desde la época del reinado de Isabel II) entre nuestro país y Cuba.
Esta isla, como colonia española, era una importante productora de azúcar,
tabaco, café, algodón y cacao. Las plantaciones, además funcionaban con
mano de obra esclava, lo que aumentaba los beneficios de los terratenientes
españoles. Los levantamientos cubanos tuvieron lugar en tres momentos
distintos: la Guerra de los Diez años (1868-1878), la Guerra Chiquita
(1879-1880) y la Guerra de la Independencia (1895-1898).
Durante el primer conflicto los cubanos reivindicaban la libertad de
aranceles (los productos españoles que entraban en la isla pagaban un 11 %
de aranceles, mientras que los de otras procedencias pagaban un 40 %) y la
abolición de la esclavitud existente en los ingenios. Las drásticas actuaciones
del ejército español disminuyeron el levantamiento, si bien la insurrección
cobró fuerza, poco tiempo después, gracias a la ayuda norteamericana. El
conflicto se cerró con la firma, en 1878, de la Paz de Zanjón, por la que
Cuba pasaba a ser provincia española y se procedía a la abolición de la
esclavitud (esto no tuvo efectos hasta 1886). En realidad, la Paz de Zanjón
puso fin a una contienda, pero no aportó soluciones políticas para las
colonias.La Guerra Chiquita - así llamada por su escasa duración - supuso el
levantamiento de los hombres de color que veían como lo pactado en el
Convenio de Zanjón, en relación con la esclavitud era incumplido por el
gobierno español.A principios de la década de los noventa, Estados Unidos decidió
cerrar la puerta a los productos cubanos como protesta por los elevados
aranceles que pagaban sus productos. Los americanos se sentían
injustamente tratados porque ellos eran precisamente los principales
importadores de productos cubanos (casi un 90 %).
Entre la Paz de Zanjón y el inicio de la última guerra cubana, los
gobiernos españoles tuvieron 17 años para introducir, en la colonia, algunas
de las reformas defendidas por los autonomistas isleños. La falta de un
verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de los órganos
representativos, y la política fuertemente proteccionista con la que se
estrangulaba la economía cubana favorecieron el surgimiento de nuevas
revueltas que condujeron a la independencia y que, a partir de un
determinado momento serían alentadas por Estados Unidos.
Las causas que habían conducido a tan difícil situación se resumen
en:El incumplimiento de lo pactado en el convenio de Zanjón que
establecía el aumento de la representación cubana en
organismos representativos españoles y promulgaba cierta
autonomía.La incapacidad española para absorber toda la producción de
azúcar cubana y proveer a la isla de productos manufacturados.
El insostenible aumento de un sentimiento patriótico cubano
apoyado por EE.UU.
El levantamiento que marca el inicio de la última guerra cubana fue
dirigido por José Martí - que había fundado el Partido
Revolucionario Cubano - quien, apoyado en los campesinos, sublevó
la parte oriental de la isla (la más antiespañola) el 24 de febrero de 1895
(Grito de Baire). El gobierno presidido entonces por Cánovas, respondió
enviando un ejército a Cuba frente al cual se hallaba el general Martínez
Campos. La falta de éxitos militares acarreó el relevo de Martínez Campos
por el general Valeriano Weyler, que llegó a la isla decidido a emplear
métodos más contundentes. Dicho métodos consistieron en la
reconcentración de la población en las ciudades, para evitar que se ayudara a
los insurrectos, pero las nulas condiciones sanitarias, higiénicas y de
infraestructura más que arreglar la situación la complicaron con una elevada
mortalidad.Tras el asesinato de Cánovas, un nuevo gobierno liberal decidió, a la
desesperada, probar la estrategia de la conciliación. Sin embargo, los
intentos conciliadores llegaron tarde, ya que los independentistas
cubanos, apoyados por los estadounidenses, se negaron a aceptar el fin
de las hostilidades.En enero de 1898 se produjeron disturbios en la Habana que motivaron
el envío, por parte de EE.UU., del buque de guerra Maine para
defender los intereses americanos en Cuba. Un mes después el buque
explota mientras la mayor parte de la tripulación se encontraba en tierra
(aunque murieron dos oficiales y 264 tripulantes). EE.UU., lo
consideró un ataque frontal de los españoles con los que empezó a
negociar la independencia cubana. España, sin embargo, anunció las
relaciones diplomáticas con EE.UU. quien, por su parte, declarará la
guerra a España poco tiempo después.
Declarada la guerra, en España se vivieron días de entusiasmo
patriótico alentado por los poderes públicos. Se creía fervientemente en
la posibilidad de vencer a la primera potencial económica e industrial
del mundo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad dada la gran
dificultad que presentaba la división de la guerra en dos frentes:
Pacífico (Filipinas) y Atlántico (Cuba y Puerto Rico). Mejor situados
y capacitados militarmente, EE.UU. fue fulminante. La escuadra
española fue derrotada en Cavite y Santiago de Cuba. En este último
caso, no quedó ni un solo barco español en pie, murieron 350 marinos
españoles, resultaron heridos unos 200 y 1700 fueron hechos prisioneros.
En cambio el balance norteamericano era completamente opuesto: un
muerto y pocos heridos, y la flota intacta.
La guerra con EE.UU. tuvo un desenlace rápido debido, por tanto, a la
diferencia de fuerzas, pues España carecía de una marina moderna
capaz de enfrentarse a las de Estados Unidos. Tampoco tenía recursos
para sostener una guerra en zona tan alejada. El Gobierno español era
consciente de ello, pero no le quedaba otra salida, y temía además la
posible exaltación patriótica, alentada por parte de la prensa. La
rendición hubiera provocado en el país la posibilidad de una alternativa
revolucionaria.
El 10 de diciembre de 1898 se firmó la Paz de París. En el Tratado se
admitía que Cuba era independiente, mientras que Puerto Rico y
Filipinas eran vendidos a los americanos a cambio de veinte millones
de dólares. Lograba así EE.UU. su objetivo: dominar Cuba dado su
interés económico y afianzar su control militar sobre el mar Caribe.
Mientras en España, la sociedad se había ido posicionando ante la
guerra de manera no uniforme. La clase política consideró inevitable la
guerra, los industriales catalanes estaban a favor del mantenimiento
colonial y el Partido Socialista se cerró en banda en cuanto a la
participación en la guerra.Aquella fulminante derrota sumió a la sociedad española y a la clase
política en un estado de desencanto y frustración. Para quienes la
vivieron, supuso la destrucción del mito del imperio español, en un
momento en el que el resto de las potencias europeas estaban
construyendo vastos imperios. Además la prensa extranjera presentó a
España como una nación moribunda, con un ejército totalmente
ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes. Y
esa opinión cuajó en la mayor parte de la opinión pública española.
A pesar de la envergadura de la derrota y de su significado simbólico,
sus repercusiones inmediatas fueron menores de lo que se esperaba. No
hubo una gran crisis política como se había vaticinado, ni la quiebra del
E

3tado, y el sistema de la Restauración sobrevivió a la crisis. Tampoco
hubo una crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados
coloniales, más al contrario la repatriación de capitales supuso una
reactivación económica, sobre todo para el sector industrial. Así, la
estabilidad política y económica que siguió al desastre deja entrever
que la crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica, que causó un
importante impacto en la población. Sin embargo, históricamente, no se
ha dejado de ver a la crisis del 98 como el comienzo del declive del
sistema canovista.
Las repercusiones del desastre del 98 pueden concluirse en:
1. Vivencia de la derrota como un trauma nacional que extendió
un sentimiento de inferioridad y desmoralización.
2. Liquidación de los restos del imperio colonial.
3. En el aspecto literario y cultural el desastre influyó en el
pesimismo de la Generación del 98 (Unamuno, Valle Inclán,
Pío Baroja, Azorín...) y en nuevas corrientes de pensamiento
como el regeneracionismo. Los intelectuales plantearon la
necesidad de una profunda reflexión sobre el sentido de
España, su papel en la Historia y su relación con la Europa
industrializada. Manifestaron su preocupación por España y
denunciaron el alejamiento entre la política oficial y la vida
real.El regeneracionismo, por su parte, fue un movimiento de opinión
que consideraba que el sistema político había fracasado porque
contemplaba a las minorías pero no contaba con las masas del país.
La figura más destacada fue Joaquín Costa, cuya obra más
conocida, Oligarquía y Caciquismo, caracterizó la situación
política de España y denunció la incultura, la decadencia de la
oligarquía y el atraso español. Defendía la necesidad de dejar atrás
los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y
alfabetizar a la población; al tiempo que proponía una transparencia
electoral. Fue una corriente que influyó en la actividad política
española, porque la compartieron tanto liberales como
conservadores y nacionalistas. Sin embargo, los regeneracionistas
no supieron como encauzar sus ideas en la práctica política.
4. Intensificación del recelo del ejército contra el poder civil, al que
culpó del desastre.
5. Inicio de tímidas reformas institucionales para intentar regenerar el
sistema, pero nunca con la idea de transformar radicalmente la estructura
política.Desde el punto de vista político, el gobierno de Sagasta estaba
desgastado y desprestigiado y de acuerdo a los mecanismos del turno, en
1899, la reina regente entregó su confianza a un nuevo líder conservador,
Francisco Silvela, quien convocó elecciones. Se inició una política
reformista y se atisbó cierta voluntad de renovación que, sin embargo, duró
escasamente un año. A pesar de todo el gobierno se mantuvo en el poder
hasta 1901, año en que María Cristina entregó el poder a los liberales. Las
promesas de regeneración habían quedado en retórica, sin que tuviesen una
auténtica incidencia en la vida política del país. El turno de partidos y las
viejas prácticas políticas estaban demostrando su capacidad para amoldarse a
cualquier intento de cambio. El sistema de la Restauración había recibido un
duro golpe, pero había sobrevivido casi intacto al desastre del 98.

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