El cristianismo es una moral revelada por Dios

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1.La moral: identificarse con Jesucristo

Ser cristiano significa ser discípulo de Cristo. Esto quiere decir identificarse con él.
El cristiano se deja transformar por Jesús hasta pensar como pensaría él y actuar como actuaría él. El ideal del cristiano, la sanidad, consiste en encarnar en la propia vida la condición de perfecto hombre que caracterizaba Jesús.
Esa perfección no está a nuestro alcance. Para que sea posible, Dios debe actuar en nosotros: él, mediante su gracia, nos capacita para vivir en su amor y para obrar a partir de ese amor. 
Por medio de una vida moral, se adquieren los modos de actuar, las virtudes humanas y teologales, con cuya ayuda es posible alcanzar la intimidad con Dios.
La moral, por lo tanto, nos ofrece un listado de normas, por el contrario, la moral procura a los cristianos de un modo de ser o una segunda naturaleza, proporcionando una naturalidad o modo de actuar específicamente cristiano. 



2.2 La Bienaventuranza cristiana
Las Bienaventuranzas invitan a purificar el corazón.
Decimos quienes son Bienaventurados:
· Los pobres de espíritu: Son los que aceptan con sencillez lo que Dios les da y se fían de él. · Los mansos: En ellos se hace presente la bondad de Dios. Son humildes, como Jesús que renunció a toda violencia entregándose a morir.  ·Los que trabajan por la paz: Saberse hijo de Dios y tratar a los demás como tale, son actitudes que llenan de paz a uno mismo y al mundo. ·Los afligidos: El cristianismo nos lleva al dolor que purifica nuestros pecados y que nos invitan a aprender a amar de nuevo. Se refiere a las personas que no pactan con la mediocridad. ·Los que tienen hambre y sed de justicia: Son los que buscan el bien verdadero.  La ley nueva de Jesús está contenida al mandamiento del Amor: Como yo os he amado, amaos también unos a otros. 



4. La moralidad de los actos humanos
Las acciones de los hombres son morales porque somos libres.
·Del objeto elegido, aquello a lo que tiende deliberadamente la voluntad. La razón es capaz de juzgar la conciencia formada moralmente. ·De la intención: Esta se sitúa de parte de quien actúa y determina el fin que uno se ha propuesto al realizar una acción concreta. Hay que tener en cuenta que una misma acción puede tener distinta calificación dependiendo de la intención con la que se obre. ·De las circunstancias, tanto a la hora de ponerse a obrar como por sus consecuencias, que agravan o perfeccionan la acción, pero ninguna circunstancia puede convertir el mal en bien.El acto moralmente bueno es aquel cuyo objeto, fin y circunstancia son buenos. Hacer el bien por un mal fin convierte el acto en negativo. 




La conciencia moral es el núcleo más secreto de cada hombre, en el que está solo con Dios. Gracias a esta conciencia, la persona descubre una ley que ella no se da a sí misma, que la llama a hacer el bien y a evitar el mal. La conciencia es coherente, cada uno, en conciencia, es quien debe decidir acerca de lo que tiene que hacer. 
Cada ser humano vive en situaciones que son nuevas para él y en ellas es donde debe saber aplicar la ley natural.
El juicio de la conciencia aplica a una situación concreta la convicción de que se debe hacer el bien y evitar el mal.
La conciencia se encuentra en estrecha relación con la virtud de la prudencia gracias a la cual la persona posee el conocimiento adecuado para las cosas que hay que hacer aquí y ahora.
Hay que seguir siempre el dictado de la conciencia, por eso es tan importante que sea recta y veraz, es decir, que sus juicios coincidan con la sabiduría del Creador.
Por eso, a veces se puede dar un juicio erróneo  o puede tratarse de un error culpable o de un error no culpable.


















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