Encuentro con Jesucristo: claves para la vida cristiana

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Para lograr este encuentro con Jesús, en primer lugar hay que apartar aquello que nos impide llegar a él. Un obstáculo, evidentemente, es la superficialidad. El cristiano debe cuidar el silencio interior, un reconocimiento que lo lleve a la intimidad con Dios: desde el ruido no se puede rezar.

¿Cómo podemos reparar ese vestido de boda que es nuestra alma? El gran remedio es el sacramento de la penitencia. La penitencia es una segunda conversión, la ocasión de abrir el corazón ante un sacerdote que en ese momento no es el mismo, sino que actúa en persona con Cristo.
3.2 La religión católica posee una realidad maravillosa en la Eucaristía. Está el Señor con su cuerpo, con su sangre, con su alma y su divinidad. Los católicos creen en la presencia real; no hay mayor encuentro posible con él que en la comunión y cuando se reza ante el tabernáculo. Recibir la Eucaristía significa adorar al que recibimos. La adoración fuera de la Santa Misa prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica. Solo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera.4 La oración Mediante la oración entablamos un diálogo personal con Dios. Él nos habla en el silencio del corazón a través de las Sagradas Escrituras y especialmente mediante la vida y las palabras de Jesús. Es la acción del Espíritu Santo la que inspira al cristiano que ora, llena de afectos su corazón y le ayuda a concretar propósitos de mejora. Si el centro del cristianismo es Jesús de Nazaret, es lógico que para el cristiano la clave de su vida se halle en la búsqueda y el encuentro con Jesucristo. ¿De qué modos puede orar un cristiano? Cuando se habla de oración, se suele pensar en la oración mental; el creyente se pone en presencia de Dios, le habla y le abre su corazón para dejarse inundar por sus mociones. La oración puede ser también vocal, y habitualmente se hace a través de fórmulas e invocaciones aprendidas, además de la oración comunitaria. Los cristianos, hijos de Dios y hermanos, formamos una gran familia, de ahí la importancia de rezar unidos como asamblea y pueblo de Dios, especialmente en las celebraciones litúrgicas.


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