Esculturas Etruscas: Loba y Sarcófago

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Loba:

Loba: Según la mitología amamantó a Rómulo y Remo cuando estos fueron mandados a matar por el rey Amulio. Actualmente la estatua dedicada a ella, llamada 'la loba capitolina' se conserva en el museo del Capitolio romano. Se trata de una figura en bronce. Según la tradición, se trataría de una escultura etrusca, aunque recientemente se ha puesto en duda esta datación. No se sabe el autor de la obra.
Al principio esta escultura se creía original de Roma, pero las pruebas han detectado que es anterior, por lo que su origen es un tanto ambiguo. La escultura originalmente estaba constituida únicamente por la loba, que era un animal muy venerado por los etruscos y por eso debió haber una escultura similar a esta, sin los niños, Rómulo y Remo, que se unieron después, quienes los añadieron para convertir a la loba en el símbolo de la creación de la nueva Roma. La escultura tiene un gran detallismo dado el periodo en el que está trabajada, y sobre todo mucha naturalidad, sobre todo en la expresión de la loba. La técnica usada era a la cera perdida, lo que supone una gran perfección dado los moldes de cera.

Sarcófago:

Sarcófago: Una obra del arte etrusco: sarcófago de la rica dama Larthia Seianti, que se remonta al siglo III antes de Cristo. Se conserva en el Museo Arqueológico, de Florencia. Es significativo que los pueblos obsesionados por la idea de la muerte, hayan tratado de hacerla más aceptable, dando a las mofadas de los difuntos el aspecto más alegre, confortable y familiar posible, completamente idéntico a las moradas terrestres que abandonaban. Es como si de esa forma hubiesen querido alejar la muerte de sus pensamientos, como “neutralizarla” por medio de imágenes llenas de vida. Recuérdense las extraordinarias pinturas etruscas en donde las imágenes de los difuntos aparecen recostadas sobre los triclinios, como si estuviesen participando en alegres convites amenizados por música y danzas. En esa misma actitud aparecen las figuras esculpidas en los sarcófagos. Larthia Sejanti, una rica señora de Chiusi, que vivió en el siglo III antes de Cristo, ha sido “inmortalizada” por el desconocido escultor, en una actitud llena de naturalidad, que debía serle familiar.

Arrellanada en el triclinio; esto es, en el pequeño lecho sobre el’ que los antiguos se recostaban para comer, apoyada en unos cojines adornados con flecos, está arreglándose el peinado, con un gesto de coquetería. Es precisamente la naturalidad lo que constituye el mérito mayor de esta escultura. Un gran realismo con que está modelado el rostro, con su expresión seria, un tanto altiva, como consciente de la dignidad que poseía dentro de la sociedad etrusca, mas que de su alcurnia o de su riqueza. El mérito de los escultores etruscos consiste en ese saber captar los rasgos esenciales de un rostro y del carácter que en ellos se refleja, con absoluta fidelidad.

Se habrá observado la evidente desproporción que existe entre las distintas partes del cuerpo: el tronco y las piernas son demasiado largos con respecto al busto porque los etruscos no guardaban el ideal de la “proporción” entre los distintos miembros. Lo que les interesaba hacer resaltar era la “expresividad” de sus obras.

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