Estructura del campo visual

Clasificado en Plástica y Educación Artística

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LA PERCEPCIÓN VISUAL. QUÉ VEMOS Y CÓMO VEMOS


Vergés Roger C

INTRODUCCIÓN

Los recientes avances en la oftalmología han permitido mejorar las expectativas visuales de nuestros pacientes. Actualmente ya se está valorando la posibilidad de obtener resultados que superen a lo que consideramos el 100% de visión, es lo que se ha denominado «supervisión». Sin embargo nos enfrentamos a un hecho frecuente en la ciencia, lo que «es» en la teoría, no siempre «debe ser» en la práctica, fenómeno que se conoce como falacia naturalista. Esto ha llevado a comprobar que algunas de las últimas novedades tecnológicas, muy prometedoras en su inicio, no han alcanzado la expectativa que habían generado. El contrapunto a este desencanto, es que nos ha obligado a replantear diversos aspectos que hasta ahora no habíamos tomado en consideración y que, en la medida que los vamos conociendo mejor, nos permiten explicar hallazgos clínicos que no tenían respuestas plenamente satisfactorias.
Fruto de esta profunda revisión merece destacar el hecho de que no parece que se cumpla, según una relación lineal, el supuesto de que «veremos» mejor cuanto más perfecto sea el sistema óptico que constituye nuestros ojos. Esto que parece un contrasentido a primera vista, no lo será tanto si analizamos en qué consiste el hecho de ver.
Tradicionalmente hemos asumido que aunque la visión termina en el cerebro, era el ojo, órgano receptor, el elemento fundamental en la génesis de la imagen visual.
El cerebro tenía un papel casi secundario, se limitaría a «construir», a dar forma, a una señal que se generaba en el ojo. Esta señal dependía fundamentalmente del estado de la retina y la estructura óptica del ojo, así la elaboración central estaba supeditada a la «pureza» de esta señal. El cerebro añadía o quitaba muy poco a la información que procedía del ojo. La moderna neuropsicología nos pone de manifiesto que esto no es estrictaniente así, que el cerebro contribuye en gran medida a la percepción final de lo que vemos, estableciendo un circuito donde revierte información hacia el ojo para adaptarlo a cada situación. Se genera un arco aferente-eferente donde las respuestas deben ser muy rápidas y efectivas, especialmente cuando se trata de establecer mecanismos de supervivencia.
Uno de los hechos más significativos en la investigación actual de la percepción visual, es el hecho de que la visión, tomada globalmente, es mejor en un ojo con un sistema óptico «imperfecto», con un cierto grado de aberraciones. Las experiencias en respuestas de acomodación y adaptación a estímulos de movimiento, es superior cuando se mantiene cierto grado de aberraciones respecto a cuando se eliminan, mediante la estimulación con luz monocromática o mediante sistemas ópticos adaptados. En esta línea, otro hallazgo importante fue que al estudiar individuos con un grado de visión muy bueno, que les capacitaba para realizar actividades donde la percepción visual era fundamental, como soldados de élite, pilotos de coches y motos, etc., se observó que el grado de aberraciones ópticas en sus ojos era superior al valor medio que se registraba en individuos normales con una visión del 100%, contrario a lo que, aparentemente, debía ser.
Finalmente merece destacar la relación que existe entre percepción visual y mecanismos de atención, reconocimiento, control visu-corporal y respuesta motora. Sabemos que existe un control postural y de movimiento ocular que repercute en la calidad de la visión, así como elementos atentitos que permiten obtener una mejor respuesta adaptativa al medio externo que nos rodea. Estos factores clave en la visión requieren unas condiciones ópticas que no siempre se relacionan con lo que consideramos una mejor estructura óptica, generalmente referida a la agudeza visual central.
Como síntesis de esta introducción podríamos decir que la percepción visual supone un sistema multifactorial, encaminado a resolver de la mejor forma posible, la situación particular de cada individuo. Cada especie es diferente y desarrollará unos mecanismos de visión que ayudaran a adaptarse a su medio, para conseguir el mayor grado de eficacia según sean las necesidades propias. Cuando decimos que el sistema visual más perfecto es el del águila, y lo solemos confrontar con el de la rana, como ejemplo poco afortunado de la naturaleza, seguramente estamos incurriendo en un profundo error, ya que es muy probable que si la rana tuviera un sistema visual como el del águila, tendría grandes dificultades para resolver su adaptación a su medio externo. Recordemos que el águila tiene una agudeza visual de 10/20, sin embargo esta resolución esta enfocada casi por completo a la detección de movimiento a gran distancia, con escaso poder de resolución respecto al color. De la misma forma, el ser humano tiene el sistema visual que mejor se ha adaptado a sus condiciones de vida a lo largo de la evolución, por ello plantear ciertas modificaciones puede entrañar graves consecuencias, ya que nuestra situación es muy diferente a las águilas o las ranas.
En esta línea de presupuestos, el planteamiento de cómo podemos mejorar las condiciones visuales de nuestros pacientes, el retórico concepto de tratamiento personalizado, podría ir encaminado hacía el análisis de las necesidades visuales de cada sujeto. No tendrán las mismas necesidades un individuo que realiza una actividad, fundamentalmente, de lectura en una oficina, respecto a otro individuo, deportista profesional que juega al baloncesto, donde es necesario una excelente visión dinámica y de conjunto donde se domine el entorno. La personalización de nuestros tratamientos debería ir más enfocada en esta dirección y, a partir de aquí buscar los medios técnicos que permitan obtenerla.
Para entender este punto de vista, es fundamental adentrarnos en el entramado de la percepción visual, en «qué» vemos y «cómo» vemos. En los apartados siguientes se intenta desarrollar los aspectos más destacados que han ido apareciendo en los últimos años.

LA PERCEPCIÓN VISUAL

La percepción podemos definirla como el acto de adquirir conocimiento, interactuar y tener experiencias con el medio ambiente que nos rodea, mediante la estimulación de nuestros sentidos. Los sentidos recogen información del mundo exterior y del interior de nuestro organismo. Esta información llega al cerebro donde es trasformada, obteniéndose nuestra experiencia inmediata del mundo. Este procesamiento en el encéfalo se verá influido por nuestras experiencias pasadas y el contexto en el que se percibe.
Un nivel superior es la cognición, donde se incluyen planes, monitoreo y enjuiciamiento. Supone todos los procesos mentales que nos permiten reconocer, aprender, recordar y prestar atención a la información cambiante en el ambiente.
Existen diversas teorías que intentan explicar los mecanismos de la percepción visual. Una de las tendencias que más ha influido en los últimos tiempos es la concepción fenomenológica de la visión. En ella se entiende que la percepción visual describe la autoexperiencia psíquica interna de la visión, desde un punto de vista personal y social. Sería la autoexperiencia terminal de los efectos que el sistema visual produce en el organismo.
El iniciador de esta concepción fenomenológica es James J. Gibson (1), y postula que el sistema visual es algo que hace posible realmente lo que nosotros advertimos fenomenológicamente. La experiencia visual aparece cuando abrimos los ojos y tenemos la experiencia de percibir como la luz se refleja en los objetos del medio físico objetivo. Para que se produzca la visión necesitamos un emisor de luz y, un detector de esa luz. El detector es el ojo y el emisor o distribuidor óptico ambiente, es cualquier punto del espacio emisor de luz, directa, puntual o, secundaria por reflejo de un foco primario. La luz proveniente de una fuente puntual es redifundida nuevamente en el espacio. La consecuencia es que si nos situamos en un cierto punto del medio ambiente natural, veremos que sobre él concurren rayos de luz provenientes de todas direcciones: de las fuentes primarias y de las fuentes secundarias que reflejan luz desde todas direcciones. Gibson introdujo un término nuevo para designar esta distribución de luz: cada punto del espacio posee lo que Gibson llama su «distribución óptica ambiente» (ambient optic array) o AOA. La forma en que la luz entra en el ojo determina el AOA percibido por el sujeto, así el campo visual depende del ángulo en que el ojo inspecciona el espacio, tal como sucede en la figura 1.

Fig. 1: La escena varía según el ángulo en que se encuentra el observador


La teoría de la percepción directa nos dice que la experiencia visual es el hecho de sentir el mundo directamente a distancia. Cuando contemplo una persona frente a mi, contemplo su entidad física real. Por la visión nos adentramos en el mundo y «palpamos» los objetos físicos. Para Gibson esto sería la percepción directa, a diferencia de lo que supone ver una fotografía, entonces ya no tengo ese objeto físico delante que podía sentir por la vista, tengo otro objeto, una fotografía, un papel de celuloide con unas características determinadas.
Con esta posición Gibson rechaza las teorías mentalistas con base cognitiva. Para Gibson ver es percibir directamente el mundo, por ello sus teorías se conocen como «Óptica Ecológica» (2). Gibson rechaza el mundo sensible, se resiste a pensar que la realidad es diferente a la experiencia fenomenológica. El ambiente físico al que estamos óptimamente abiertos, presenta una estructura que permite recoger información sobre la forma de los objetos, tamaños, distancias, etc., en general todas las propiedades geométrico-ecológicas del ambiente.
Frente a esta concepción ecológica de la visión se sitúa la concepción mentalista. En el mentalismo la imagen visual es una representación construida neuronalmente en la mente, como si se tratara de una pantalla de plasma inserta en la mente donde se representan las estructuras del mundo externo, de manera verídica y perfectamente coordinada. Para los mentalistas defensores de la vertiente computacional, la construcción mental se hace tal como ocurriría en un ordenador, según algoritmos matemáticos, de forma ciega y mecánica. Para los constructivistas sería diferente, habría un proceso de análisis que podría, hasta cierto punto, seguir modelos matemáticos, pero que al final no queda en algo ciego, sino que lo importante es la experiencia perceptiva de las imágenes, tal como nosotros lo advertimos fenomenológicamente.
La luz es el principal protagonista de la percepción visual. Einstein en 1905 fue el primero en postular la naturaleza dual de la luz: corpuscular con trayectoria ondulatoria. Era a la vez corpúsculo, como había defendido Newton, y onda como había postulado Young. Para Einstein el corpúsculo era el fotón, con carga energética («paquete cuántico» de Plank). La luz respecto a la visón es una de las dos posibilidades siguientes: (1) vehículo o medio de unión entre sensación biológica y mundo exterior o, (2) sistema de trasporte que lleva al cerebro los datos necesarios para que este construya una imagen del mundo, congruente con el exterior, que permita la supervivencia. La luz como «campo» estaría más próxima a la concepción de percepción directa. La luz como «corpúsculo» estaría más en la línea de la concepción constructivista de la visión.
Uno de los problemas más importantes que se plantea en el orden de la visión, es que las imágenes reales del mundo exterior, tridimensionales, se proyectan sobre la retina transformándose en bidimensionales, lo cual supone una pérdida de información, algo que se manifiesta de forma importante cuando se debe reconstruir la imagen inicial, tridimensional, en el cerebro. Es evidente que este problema cobra mayor importancia para los defensores de la concepción constructivista de la visión. Para Gibson no tendría el mismo valor, ya que el mundo real es «captado» por entero en la retina, de forma directa, aunque Gibson nunca haya terminado de aclarar las bases físicas y biológicas de esta hipótesis.
Otro aspecto que permanece sin aclarar es el de que, si la luz reflejada por los objetos reales entra en forma curva (desde el espacio por la relatividad) o por objetos cercanos por reflexión y refracción, cómo el sistema visual puede corregir esa trayectoria no rectilínea y colocar virtualmente los objetos en la escena visual, como si la trayectoria hubiera sido rectilínea. Esto significa que el sistema visual no sólo es capaz de construir una imagen «real», sino también de construir una imagen compuesta de contenidos reales y virtuales.

BIOLOGÍA DE LA VISIÓN

El origen evolutivo del sentido de la visión, se encuentra en el hecho de que ciertas moléculas son sensibles a la luz, lo cual supone una ventaja para el organismo que las posee. Según el número de fotorreceptores su distribución y funcionamiento, aparecerán diferencias en el sistema visual de cada especie.
El mejor modelo receptor es el que se asemeja a la cámara oscura con una lente en el orificio de entrada. Otro aspecto fundamental que es necesario entender, es que las imágenes que, iniciándose en la retina, terminan apareciendo en nuestro cerebro, no tienen sentido o no se conciben sin un «yo consciente», sin un sujeto o conciencia que «ve» las imágenes y las inspecciona, dirigiendo la mirada al objeto fijado que capia nuestra atención. Nuestra experiencia fenomenológica nos dice que ese objeto existe y que juega un papel importante en la visón. Se produce una reconstrucción de los estímulos que llegan del exterior, y en una fase posterior, tomen sentido y significación. El cómo ocurre todo esto, todavía no esta plenamente resuelto.
A modo de esquema podemos decir que en la percepción visual se pueden definir tres niveles organizativos con sus correspondientes subsistemas (fig. 2).

Fig. 2: Niveles organizativos en la percepción visual


Entre el proceso perceptivo y cognitivo vemos que se instala la percepción gestáltica. Parece probado que dentro de la percepción visual, nuestro sistema de procesado, funciona con un paso que consiste en la construcción de formas y figuras, algo que se produce de forma automática, siguiendo unos principios que fueron postulados por los psicólogos de la Gestalt, inicialmente por su fundador Max Wertheimer en 1912 (3).
La percepción visual no consiste en el análisis de cada punto de la escena de forma independiente y no jerarquizado. Para los gestálticos la percepción supone detectar las señales de la escena, los aspectos que destacan o propiedades emergentes. De forma casi inmediata se diferencia entre las figuras de la escena y el fondo irrelevante. Se derivan una serie de propiedades geométricas que son exclusivas del todo resulatante, y que no corresponde a la suma individual de cada punto, línea o contraste, que llega a la retina, así el todo es mayor que la suma de las partes.
La información del mundo real impacta en la retina y de aquí llega al cerebro, donde se organiza según unos patrones o leyes que los gestálticos trataron de definir (fig. 3). Uno de los aspectos más importantes era ver los puntos o propiedades emergentes que te nían mayor relevancia a la hora de contribuir en la génesis de las figuras y, finalmente de la imagen psíquica. Para responder a esto se han seguido distintos caminos, algunos autores se basaron en los principios de la geometría, otros se centraron en las ideas de C. Shannon (4) sobre información y contenido de señales. Más recientemente se ha propuesto la línea basada en la topología matemática y en la teoría de conjuntos. En la mayoría de casos se converge hacia la ley de la «preganancia» o de la «buena figura», que señala que se tiende a formar aquellas figuras más simples e inmediatas, bien porque suponen un mínimo esfuerzo o gasto de energía, tal como propone W. Garner (5), o bien porque fruto del proceso evolutivo se componen aquellas figuras que más han contribuido a que el animal o especie pueda sobrevivir. Otra posibilidad que ha ganado múltiples adeptos sería la del hábito, las figuras se construyen según los patrones que tenemos mayor tendencia a utilizar, por ello cuando encontramos una palabra equivocada en un libro nos es fácil darnos cuenta de ese error, ya que percibimos toda la palabra, tal como la tenemos codificada neuronalmente (6).
Fig. 3: Patrones de organización gestática. Patrón de proximidad (a) y (b). Patrón de similitud (c) y (d). Patrón de clausura (e) y (F). Patrón de continuidad (g) y (h).
Parece cada vez más plausible que el mecanismo de percepción tiene una base mixta. Se inicia con un constructo de la información puntual que procede del exterior, del análisis de ciertos aspectos de contrastes, bordes, etc., mecanismo «bottom up» o ascendente. Se llegaría a un primer esbozo que se integraría en algún patrón de figura previamente aprendido y almacenado en nuestra memoria, mecanismo «top down» o descendente. De esta forma se ahorra tiempo y esfuerzo en el reconocimiento de la escena que estamos presenciando.
Esta secuencia ascendente-descendente se iniciaría con un filtrado múltiple. La luz que proviene del exterior, en su paso desde la cara anterior de la córnea hasta la retina, sufre un filtrado de forma que tan sólo pasaran las frecuencias bajas y medias, es lo que se conoce como «Low Pass Filtering» (7). El sistema óptico del ojo esta constituido de forma que sus lentes tienen un grado de pureza (MTF: Modular Transfer Function) que no dejan pasar frecuencias superiores a 60 ciclos/grado, considerando que la agudeza visual de 20/20 corresponde a frecuencias de 30 cicIs/grado. Cuando la luz llega a la retina se encuentra con otra limitación, la distribución de los fotorreceptores, las distancias entre ellos. Para que la información que llega sea discriminada, es decir podamos distinguir entre dos puntos, sus frecuencias no deben ser inferiores a la distancia que separa dos fotorreceptores contiguos, ya que si la frecuencia es menor, un punto caerá sobre un fotorreceptor y el otro no, por lo que sólo se percibirá un solo punto. Este límite se conoce como límite de Nyquist, y corresponde a 60 ciclos/grado.
Cuando las frecuencias superan este límite se produce una pérdida de información que se compensa con una construcción aproximada, es lo que se conoce como «alaising» (8). Existen algunos trucos en la naturaleza para superar este limite, así el águila tiene una fóvea muy profunda, donde los receptores para la luz están inclinados y pueden captar haces de luz muy contiguos, de forma que si estos receptores estuvieran en un plano perpendicular a la luz, se rebasaría el límite Nyquist (fig. 4).
Fig. 4: Izquierda: haz de rayos de luz que superan el límite Nyquist. Derecha: el mismo haz de rayos de luz dispuestos oblicuamente sobre la mácula de un águila. Se observa cómo se supera el límite Nyquist pero sin necesidad de recurrir al «alaising», el resultado es una visión de 10/20.
El paso siguiente es lo que conocemos como Band Pass Spatial Frecuency Filtres (7). Se trata de un nuevo filtrado que se inicia en las células ganglionares, aunque es en el Núcleo Geniculado Lateral donde se produce de forma intensa. A este nivel se produce un filtrado de las frecuencias altas medias y bajas. Habría células con campos receptores de distinto tamaño que se adaptarían a cada una de las frecuencias base. Se establece un sistema multicanal de frecuencias espaciales. Esto lo podemos comprobar con el CSF o contras sensitivity function (fig. 5), donde se observa que las frecuencias medias se perciben mejor que las bajas y las altas, indicando una independencia en las vías que controlan estas frecuencias espaciales. En la foto de Groucho Marx (9), se observa cómo la imagen central se asemeja más a la real (izquierda), respecto a la situada a la derecha. La imagen central se obtuvo con un filtrado de frecuencias bajas-medias, mientras que la situada a la derecha, se obtuvo con un filtro de frecuencias altas. Esto nos indica que el sistema de percepción visual prima a las frecuencias medias y atenúa a las bajas y las altas, por eso se admite que uno de los pasos en la percepción se rige por un filtrado de bandas de frecuencia espacial. Cuando se realiza el estudio donde se sitúa el cat off del CSF, volvemos a encontrar que está entre 30 y 50 ciclos/grado, similar al que veíamos para el MTF del sistema óptico ocular y el límite Nyquist.
Fig. 5: Curva de sensibilidad al contraste (a). Imagen de Groucho Marx (izquierda), con filtros de baja-media (centro) y alta frecuencia (derecha) (b).
Las frecuencias espaciales altas llegan al córtex a través de la vía parvocelular (vía P), mientras que las bajas y medias lo hacen por las vía magnocelular (vía M). Lesiones experimentales en monos en la vía P, producen alteraciones en la discriminación de pequeños detalles en los objetos, mientras que los contornos más groseros se detectan perfectamente, ya que permanece íntegra la vía M. La situación contraria se producía con la lesión especifica de la vía M. Cuando la información llega al córtex se produce un nuevo análisis. En este caso se realiza un análisis similar al que realizaría la segunda derivada de la onda cuando tiende a cero, tal como propone D. Marr (10). Quedaría una tercera vía, la koniocelular o vía K, más especifica para la percepción del color y se relaciona con las vías magno y parvo celulares.
Uno de los problemas que tenemos en la percepción visual, en esta primera fase ascendente «bottom up», es la detección de texturas. Cuando vemos superficies con constancia de color y luminosidad, el cerebro tiende a obviar la región que delimita los bordes. Para que no se produzca este fenómeno y no perdamos información del entorno, las células corticales realizan un análisis de zonas de contraste, establecen el cálculo de las diferencias que se generan en los campos receptores de las células. Lo primero que hacen las células simples de V1 es buscar los bordes y esquinas de la escena, y para ello utiliza sus campos receptores rectangulares y las células específicas tipo «end stopping». La información que se obtiene es muy primitiva y es lo que Marr denominó «primal sketch». Esta información se genera en V1, en la zona interblobs, pasando a las capas 2 y 3 de V1, de aquí pasaría a V2 y posteriormente a V4, conexionando con la información que llega de los blobs especializados en el color. En V4 se procesaría esta información, dando significado a «qué es lo que vernos», ya que se unifica información de bordes, esquinas y formas, con información en color que ayuda a este tipo de detección (fig. 6).
Fig. 6: Esquema de los campos receptivos de una célula simple en la capa IVCa (a). Esquema de la configuración laminar en el córtex visual.
El paso siguiente es realizar el primer constructo de los objetos que se presentan en la escena visual, es lo que se conoce como «occIuding contour». Marr lo describe como el esbozo en 21/2 D, ya que se inicia un constructo que intenta dar volumen al objeto siguiendo unos patrones básicos de conos (11). Este esbozo dará lugar a otro tipo de esbozo que se parece más a objetos conocidos, como una cabeza o un brazo, hasta componer lo que sería la estructura tridimensional básica de un cuerpo. Estas estructuras básicas se denominan geones. Para Marr tendríamos almacenados millones de geones, así cuando llega información de la escena visual se integra en algún tipo de geón almacenado, hasta construirse la imagen del objeto real, incluyendo geones hasta componer ese objeto, por complicado que fuera.
Fig. 7: Esquema original de D. Marr donde se ilustra cómo se construye un modelo tridimensional de una figura a partir de figuras geométricas cilíndricas (geones).
Un aspecto importante sobre la visión y la forma o mecanismo que tenemos de «construir» la imagen o escena visual, es el hecho de que cuando abrimos los ojos, antes de que se inicien los mecanismos atentivos y de foveolización, de una forma inconsciente ya percibimos ese mundo real según figuras, no tenemos un primer estadio de composición de la escena externa según bordes, contrastes, puntos con distinto brillo o color. Directamente tenemos un primer nivel donde ya aparecen las figuras, formas y objetos en general. Cabría preguntarse si esto es compatible con una teoría constructuvista de la visión.
Existen diferentes aproximaciones para intentar dar respuesta a la cuestión anterior, en general se producirán dos estadios diferentes hasta la situación final de la visión. Primero habría un nivel o estadio preatentivo de procesamiento de ciertos elementos «primitivos», y luego se produciría un segundo nivel o estadio atentito, consciente y con carácter cognitivo, donde el sujeto agrupa esos elementos primitivos en ciertas formas unitarias que pueden ser superficies, manchas de color, texturas, etc. O incluso objetos. Este segundo estadio se debería a la actividad gestáltica.
Ann Treisman (12) defiende esta idea, considerando que el elemento primitivo base serían las texturas, el textón, como unidad elemental. Irving Biederman (7) propone que el elemento base es la estructura geométrica tridimensional, o geón, tal como refiere D. Marr. La combinación de geones conforma el objeto. Esta idea, con cierto carácter constructivista, entra en lo que denominamos línea «bottom up», donde la imagen final se alcanza desde un proceso de nivel inferior, construida con elementos tipo figura, pero en todo caso, mas simples.
Frente a esta concepción de orden constructivista se sitúan los defensores puros de la Gestalt. Para ellos en la fase preatentiva, inconsciente, ya aparecen figuras, como se señalo anteriormente, al abrir los ojos, incluso en el momento de no atención, vemos cosas definidas y, en la fase atentiva, buscamos objetos o puntos de Fijación donde focalizamos nuestra atención. Es un mecanismo de tipo «top down», a diferencia de la anterior, constructivista, que elabora la información de abajo hacia arriba, «bottom up».
Parece lógico pensar que ambas aproximaciones tienen parte de razón. El análisis de la estructura neurológica del sistema visual, desde la retina hasta el córtex, hace pensar en un proceso constructivista. Se tomarían texturas u otro tipo de información, pero habría una cierta descomposición del mundo exterior para luego recomponerlo en base a patrones predefinidos, estos patrones o moldes tendrían un origen evolutivo fruto del aprendizaje o del habito.
Si esto es cierto cabrían explicaciones como las que ofrecen los defensores de la Gestalt en la actualidad (6,13). El proceso visual se iniciaría diferenciando entre el fondo y el objeto u objetos de la escena. Este primer paso es básico para organizar el escenario externo e interno de la imagen visual. Esta diferenciación permite obtener una primera idea de los elementos que constituyen el mundo real que ahora percibimos, lo cual explicaría porque se da el fenómeno de la «constancia perceptual» que mantiene la iluminación, colores, posiciones, tamaños, etc. De ese escenario real que va cambiando según se modifica la luz que lo ilumina o el movimiento de los objetos o el nuestro propio. A pesar de esos cambios nosotros lo percibimos igual, sin cambios, es la constancia de percepción. Esto que todos hemos comprobado alguna vez, tiene grandes dificultades para ser imitado en modelos computacionales, es decir, hay algo mas que un simple análisis de puntos de la escena.
El problema de en qué fase del proceso visual se produce la incorporación gestáltica de las figuras, establece varias posibilidades. Para los defensores puros de la Gestalt, debería ser al final del proceso, directamente ligado con la fase cognitiva, siguiendo la línea «top down». Sin embargo otros gestálticos defienden que el proceso de construcción de las figuras se da en las fases iniciales de la constitución de la imagen, incluso en la fase inconsciente.
Lo más probable es que la última concepción sea cierta, ya que los procesos neurológicos que cursan con agnosia visual, producen una falta de reconocimiento cognitivo de las cosas, lo cual no invalida que aquellas personas que lo sufren puedan verlas e incluso hacer uso de ellas. Pueden utilizar una cafetera cogiéndola del asa y echar café en una taza, todo ello sin conocer o recordar lo que es una cafetera. No hay proceso cognitivo pero sí hay visión útil.

PERCEPCIÓN DE MOVIMIENTO

El movimiento hay que entenderlo como un cambio en la posición relativa de unos objetos con respecto a otros. La sensación de movimiento la tenemos en base a tres posibles situaciones. La cabeza y los ojos están fijos y un objeto se mueve en el CV deslizándose sobre nuestra retina, porque el objeto y ojos están fijos y movemos la cabeza, o porque el objeto y la cabeza están fijos y movemos los ojos. Para los constructivistas, el cerebro tiene mecanismos para identificar si movemos la cabeza y/o los ojos, así si no se ponen en marcha estos detectores significa que lo único que se mueve es el objeto en nuestro CV. Esta información interna proviene del sistema vestibular y de los músculos extrínsecos. Para los gibsonianos, el movimiento es algo propio del medio ambiente que nos rodea, y no requiere que el cerebro realice ningún tipo de elaboración de esta información. Cuando nos movemos se observa que los objetos lejanos se acerca haciéndose más grandes, ocupando más espacio en nuestro CV. La situación contraria se daría cuando un objeto se aleja. La dirección del movimiento vendría dada según la posición del foco que se expande o se contrae.
La percepción dinámica del movimiento sigue una vía neurológica que se inicia en las células ganglionares tipo magno y, parcialmente en las células K (14-16). Esta ultima vía seria responsable de trasmitir estímulos relacionados especialmente con el control de los movimientos oculares a través de la vía pulvinar. La vía M que se inicia en la retina se dirige hacia Núcleo Geniculado Lateral, capas M, y hacia cortex: V1, primero en la capa 4ca y de aquí a 4B. En estas capas encontramos células sensibles al movimiento, especialmente sensibles a la direccionalidad y a la orientación del desplazanliento. Desde este nivel parten fibras hacia la capa gruesa de V2, con células sensibles a la dirección y velocidad de movimiento, encontrándose células mono y binoculares. Desde V2 y directamente desde 4B en V1, llegan fibras a V3, donde se encuentran células sensibles al movimiento (velocidad y dirección). Parece que en este área extraestriada es donde se percibe movimiento en forma de patrones espaciales. Desde 4B, V2 y V3 parten fibras que convergen en V5 o MT (región temporal media). Se considera esta región como la más importante en el procesamiento de movimiento (velocidad, dirección y patrones específicos). Desde aquí parten fibras a otras regiones extraestriadas, hacia MST o área medial temporal superior y FST o área temporal superior fúndica, así como la región intraparietal anterior (AIP), intraparietal ventral (VIP), V6, área parietal posterior (7a) y el área parietal stiperior polisensorial (STP). En estas regiones se procesan estímulos complicados del tipo rotaciones, expansión y contracción, etc. Se produce un análisis de los flujos ópticos. El esquema siguiente establece las conexiones corticales de las aferencias destinadas a la visión del movimiento:
Desde estas áreas estraestriadas parten fibras hacia los lóbulos frontales, de forma que se establece un circuito que termina con la toma de conciencia de lo que estamos viendo y se cierra con la emisión de señales motoras hacia la musculatura ocular y esquelética, (área parietal posterior): mover un brazo o la mano para coger algo que hemos visto y llamó nuestra atención, guiados por el estimulo visual.
Cuando se analiza la capacidad resolutiva sobre el movimiento, se puede obtener una gráfica similar a las que veíamos para la sensibilidad al contraste, donde el máximo grado de resolución esta en frecuencias entre 2 y 20 Hz, (frecuencias medias), siendo 55 Hz el nivel máximo de resolución a partir del cual ya no percibimos el movimiento (17). Este límite se conoce como Critical fusion frecuency (CFF). La vía M es más sensible a estímulos de alta frecuencia temporal y baja frecuencia espacial, mientras que la vía P lo es a frecuencias temporales bajas y frecuencias espaciales altas.
Otro aspecto importante es el movimiento aparente o ilusión, tal como se aprecia en el estroboscopio. Cuando el intervalo de encendido (el parpadeo) es superior a 30 mseg se inicia la percepción de movimiento. Con 60 mseg ha y una apariencia de movimiento continúo. Entre 60 y 200 mseg hay movimiento sin objeto (movimiento «fi») y entre 200 y 400 mseg se aprecia algo parecido a movimiento pero poco definido (17).
No existe una explicación clara sobre el movimiento aparente. Nuevamente debemos ir a la capacidad constructiva del cerebro. Igual que con las figuras existe capacidad de generar sensación de movimiento ante ciertos estímulos. Los estudios neuroanatómicos demuestran la existencia de células y vías especializadas en el movimiento. En la retina serian las células Y, más abundantes en la periferia, las que inician la vía magnocelular hasta V1. Estas células especializadas en la detección de movimiento, se subespecializarían en la detección de sintonías específicas o dirección y velocidad, tal como demostraron inicialmente Hubel y Wiesel en 1979 (18). Flandrin y Jeannerod en 1981 (19) señalaron la importancia de la vía tecto pulvinar en relación al movimiento, aunque su principal papel sea la coordinación de la posición de los ojos con respecto al movimiento.

INTEGRACIÓN TERMINAL DE LA VISIÓN


Los diferentes estudios sobre el procesamiento de señales no son plenamente concluyentes, pero todos convergen hacia un mismo patrón de claves de frecuencias espaciales. Cuando se estudian los campos receptores de las neuronas, tanto a nivel de retina como en NGL y córtex, se obtiene un patrón en sombrero mejicano o función de Gabor (fig. 8). Esto nos indica que existe la base biológico-neurológica de que la percepción visual se basa en una transformación de las señales externas de frecuencias espaciales, para luego trasformarlas nuevamente en imágenes, esta vez en nuestro cerebro, ofreciéndonos la sensación visual (20).
Fig. 8: El filtro más importante para las frecuencias espaciales es el de Gabor, con su perfil característico de sombrero mejicano.
Los que defienden esta hipótesis sobre el modo de procesar la información, basada en el análisis de Fourier (fig. 9), opinan que no es compatible con un sistema de análisis de rasgos, como sostienen los defensores de la Gestalt (21), sin embargo experiencias más recientes evidencian que esta incompatibilidad no es real (22). Podría asumirse que el sistema visual es capaz de aplicar mecanismos distintos cuando procesa imágenes de alta resolución o cuando son de baja resolución.
Fig. 9: En la foto de las cebras se puede extraer una banda, como se observa a la derecha de la figura, pudiéndose traducir en bandas de frecuencia y, en último término, en una función matemática. Es lo que realiza el análisis de Fourier.
Las imágenes que llegan a la retina tienen componentes de frecuencias altas, medias y bajas. El sistema visual activaría en cada zona de la retina los mecanismos de procesamiento apropiados para cada frecuencia, seria un sistema multicanal. Al mismo tiempo, dado que la retina procesa siempre diferencias entre puntos de la luz, es decir, diferentes formas de agrupación de puntos de luz, permitiría establecer una convivencia entre ambas formas de procesamiento: frecuencias y rasgos.
Otra posibilidad, tal como propone S. Palmer (23), es que se den dos fases de procesamiento, la primera, en clave de frecuencias y, la segunda, basada en códigos de rasgos. Sin embargo los datos experimentales sugieren que ya desde la retina, desde las fases iniciales, hay evidencias que apoyan el que los códigos de procesamiento discurren en paralelo y no primero uno (frecuencias) y luego el otro (rasgos).
Si volvemos a fijarnos en como esta construida la estructura neuroanatómica del sistema visual, vemos que el primer elemento son los campos receptores celulares, configurados en forma de centro-periferia, idóneos para la detección de bordes (fig. 10), por ello es lógico pensar que el primer esbozo visual estaría basado en este tipo de análisis, captando líneas y bordes, algo que estaría muy ligado a la teoría computacional de Marr y su «primal sketch» o primer esbozo. La detección de bordes permite separar superficies y es un elemento clave para la reconstrucción de geometrías y volúMenes tridimensionales.
Fig. 10: Eferencia de las células ganglionares como respuesta al borde luz-oscuridad que incide dentro de su campo receptor.
Un borde se detecta como un cambio en la luminosidad de dos zonas de la imagen, manteniéndose a lo largo de una línea o una curva. Marr analizo esto y vio que se podía establecer la traducción matemática del borde así definido. Según Marr, los bordes son puntos en los que el valor de la función sufren una caída brusca, caída que es computable con la derivada segunda de la función, es decir, la aplicación del llamado «operador laplaciano» a esa función. El resultado de operar toda la imagen por el operador laplaciano producirá un nuevo mapa de esa imagen.
Para Marr este proceso se realizaría en las células ganglionares de la retina y en el NGL. Este primer análisis es muy burdo y debe proseguir con un nuevo esbozo rnás elaborado y que denomino 21/2 D. En el ya aparecen texturas, inclinaciones, etc., pero que todavía no era suficiente, por ello debemos ir hacia in tercer nivel, un nuevo esbozo, el que ofrezca un constructo tridimensional o 3 D, donde aparecen los objetos con sus volúMenes y dimensiones en profundidad. Parece que seria compatible que la retina presentara vías de entrada o canales aptos para diferentes frecuencias y que, al mismo tiempo procesaran los rasgos de esa escena del mundo real que aparece frente a nosotros.
El resultado final es el hecho de que se genera una imagen en el cerebro y que, a diferencia de un ordenador que es ciego, existe un sujeto o conciencia que lo ve y lo juzga, tomando acciones según «lo visto». Frente a esto, los ecologistas como Gibson y sus seguidores, señalan que la imagen del mundo real es un proceso de resonancia de campos entre ese mundo real, la luz reflejada, y nuestra mente, rechazando cualquier forma de constructo.
Para los constructivistas menos radicales, podría establecerse una simbiosis, de forma que la imagen sufre un proceso de descomposición, pero que el proceso final podría ser el efecto global que se produce cuando toda la información que llega por distintos canales, produce un efecto de campo o, llamémoslo como queramos, que hace que tomemos conciencia de esa imagen, es decir, adquiera significado.
Otros piensan que lo que vemos, en realidad, son patrones de luz, patrones que son el resultado del reflejo diferencial de la luz sobre el mundo físico de los objetos del medio ambiente. Esto permitiría explicar las imágenes virtuales, holografía, ilusiones, etc. La realidad es lo que vemos y en última estancia se reduciría a patrones de luz. Es probable que la luz, entendida como corpúsculos discontinuos, los fotones, que llegan a la retina e inducen cambios que, actualmente somos capaces de, mas o menos, interpretar, esa luz que nos llega, produzca «campos físicos» que soportan propiedades estables y continuas que se extienden en el espacio y que pudieran tener efectos similares a los que se refieren en la teoría de la percepción directa de Gibson.

CÓMO INFLUYE LA ATENCIÓN

Gran parte de la conducta de los organismos cae bajo el control de los estímulos que son «relevantes» para su supervivencia. Una cuestión surge inmediatamente: ¿qué propiedad de un estimulo hace que este sea candidato a convertirse en objeto de nuestra atención? Para Berlyne (24), lo que atrapa la atención son las propiedades colativas, que no están en el estímulo en sí mismo, sino que hace referencia al significado que tiene para el sujeto. Las propiedades más relevantes son la novedad, el cambio, la complejidad, la sorpresa, la incertidumbre, etc., que hacen que nuestra atención se dirija hacia unos estímulos y no hacia otros.
Sokolov (25) analizó estos fenómenos y llego a la conclusión de que la presentación repetida de estímulos hace que el sujeto construya representaciones internas, modelos, así cuando llegue un nuevo estímulo, el sujeto lo compara con el banco de modelos disponible en su memoria. Si el estímulo es discrepante, diferente al modelo, se dispara la RO (Respuesta de Orientación), mediante la puesta en funcionamiento de un sistema amplificador.
Tsal en 1983 (26) propone el Modelo del Foco, según el cual la atención o como él la llama, el ojo de la mente, se desplaza por el campo visual, la escena, de manera análoga a como lo haría un haz de luz, así lo que queda fuera del foco no se ilumina y por lo tanto pasa desapercibido, no nos fijamos, no le prestamos atención. Además concluyo que para desplazar el foco de un punto a otro hay que hacerlo pasando por todos los lugares intermedios, y que el tiempo que se tarda en desplazar la atención de un lugar a otro, es una función de la distancia entre esas posiciones, aproximadamente 8 msg/grado de ángulo visual.
Eriken y James en 1986 (27) proponen una analogía algo diferente, utilizan el símil de una lente óptica de potencia variable que enfoca parte del campo visual. Es lo que denominaron Modelo del Zoom. Supone que el tamaño del foco atencional no es fijo sino variable y que la potencia de la lente es una función inversa del tamaño del foco. Para estos autores, el tiempo que transcurre entre distintas posiciones focales, no depende de las distancias que las separa, como ocurría en el modelo anterior, sino que es un valor constante.
Printmental (28) señala que la atención la podemos entender como una reducción de la incertidumbre. La atención no modifica umbrales o la intensidad de las sensaciones, sino que determina que las reapuestas de los sujetos sean menos variables. Uno de los principales investigadores en este campo es Donald Broadbent (29), quien estableció en 1958 su modelo de Filtro de la Atención Selectiva, que consiste en discriminar el estímulo atentito en un fondo con ruido Según esto el procesamiento de los estímulos se desarrolla a lo largo de varias fases. La primera fase, superficial, consiste en extraer las características físicas mas relevantes. En una segunda fase, sobre lo extraído en la primera fase, se separa lo relevante de lo irrelevante y en una tercera fase, se acaba de procesar toda la información, de forma independiente y secuencial. Se trataría un imputen cada momento. Este sistema funciona como un mono-canal, lo cual plantea que cuando llega un estímulo, si el sistema esta ocupado, deberá esperar en una especie de memoria corta, hasta que se desocupe o se desvanezca en esa espera. Deustch en 1963, (30) propuso que lo no atendido no permanecía ignorado sino que sufría un proceso de atenuación.
Frente a esta hipótesis de filtro monocanal, aparecen otras que defienden lo que se denomina Modelo de Capacidad, donde el grado de procesamiento no quedaría bloqueado de una forma explicita, sino que la limitación del sistema reside en sus recursos, así mientras las demandas de varios imputs no excedan los recursos disponibles, el sistema podrá trabajar con ellos de forma simultanea, pues no hay razones estructurales que lo impidan. Daniel Kahnernan (31) en 1973 fue el principal promotor de este modelo.
Fig. 11: Modelo de las etapas de la percepción visual propuesto por Ann Treisman. Algunas propiedades básicas de la escena (color, orientación, distancia)se codifican en vías paralelas, independientes, constituyendo un primer mapa de rasgos. Los rasgos seleccionados se integran en un segundo mapa de muestreo sobre el cual se focaliza la atención, para analizar en detalles una pequeña porción de la escena.
Fruto de los hallazgos en atención selectiva, Treisman y Gelade (32), postularon su famosa teoría de la Integración de Caracteres (TIC). Este modelo, uno de los más aceptados y utilizados en la actualidad, intenta explicar como se perciben estímulos selectivamente. Postula la existencia de dos fases de procesamiento, una preatencional y otra propiamente atencional. La primera es automática y no se ve influida por los factores que inciden en la atención. En esta fase el sistema extrae en módulos independientes, las propiedades más simples de los estímulos presentes, como orientación de líneas, color, tamaño, dirección de objetos en movimiento, etc. Se establecería como un mapa asociado a cada una de estas propiedades, sin llegar al concepto de percepción sin reconocimiento.
Fig. 12: Esquema de las aberraciones esféricas (a) y las aberraciones cromáticas con haces de luz monocromática de onda corta, azul y onda larga, roja (b) y (c).
En la segunda fase se producirá una combinación de caracteres para formar objetos con forma, color, tamaño, etc. La atención «pega» los caracteres que de forma separada, en la fase preatentiva, se han ido conformando. La atención opera sobre el mapa de localizaciones, sería algo parecido a la teoría del zoom, donde se enfocan ciertas partes del campo visual.
En el marco conceptual de la Teoría de Integración de Caracteres es donde se integra los nuevos hallazgos sobre aspectos ópticos de la estructura ocular. Durante largos periodos de vigilia, lo que vemos permanece en una situación de preatención, vernos pero no somos plenamente conscientes, quizás conducir un vehículo en un trayecto muy familiar sea la situación paradigmática. En estas circunstancias el análisis visual de la escena que tenemos frente a nosotros, se basa en patrones que se originan con el filtrado de frecuencias bajas e intermedias. Se buscaría la búsqueda de figuras más que los pequeños detalles de un objeto. La finalidad de este tipo de análisis es el de ser mucho mas rápido y con menor gasto de energía. Solamente ante circunstancias voluntarias de búsqueda de pequeños detalles en un objeto que estamos inspeccionando o, ante algo nuevo que llamo nuestra atención, se pondrá en marcha el mecanismo de visión basado en el análisis de frecuencias altas.
Cuando utilizamos los canales de frecuencias bajas y medias se activa un área mayor de retina de la que se utiliza cuando se pone en marcha el canal de frecuencias altas, mediado básicamente por la mácula. En el primer caso interesa detectar la mayor parte de la escena, captando el «fondo -figura» que la constituye, con los elementos que la integran, analizando patrones de forma, color, disposición y movimiento. A la retina le llegan la luz que se refleja de el conjunto de los elementos y, gracias a las aberraciones esféricas y cromáticas, se produce un cierto enfoque en retina de todos los elementos, independientemente de la distancia a la que se encuentren respecto a nosotros. Esto permite la llegada sobre la retina de todo el conjunto de la escena, con un grado de calidad bajo, pero suficiente para que de una forma rápida y económica, se genere una señal que llegara al cerebro, donde se elaborará y reconstruirá la escena ampliando su calidad en grado suficiente para que pueda ser utilizada. Tan sólo cuando queremos detectar los pequeños detalles de algún objeto, se utiliza la visión puramente macular, especialidad en el análisis de las frecuencias altas.
Acabamos de ver como en la mayoría de acciones de la vida diaria tenemos engramas, flujos ópticos, a los que estamos acostumbrados, que nos permiten automatizar las tareas. Es como si pudiéramos intuir o adelantar la respuesta que acontecerá en el futuro próximo. El hecho de estar acostumbrado a algo, confiere al cerebro la capacidad de predecir las secuencias futuras, tomando actitudes o acciones acordes a esas situaciones. Si estamos en un lugar que suele llover, seguramente al salir al exterior, miraremos al cielo para inspeccionar el tiempo y, si confirmamos que esta nublado buscaremos un paraguas. Todo este proceso lo hacemos de una forma automática y semi inconsciente y, aunque no hayamos «visto» perfectamente o en detalle, todos los puntos del escenario visual, la información recibida habrá sido suficiente para orientarnos, para guiar nuestras acciones.
Dentro de la relación visión-atención, un punto importante es la capacidad divisoria. Diversos investigadores han estudiado la capacidad que tenemos para fijar nuestra atención en dos o más cosas, especialmente para separar una tarea primaria de una secundaria. Los resultados muestran que esta capacidad divisoria estaría muy relacionada con el tipo de estímulos y con la automatización. Es muy diferente realizar dos actividades simultáneas cuando son nuevas y no tenemos experiencia previa, que cuando una de ellas o ambas son conocidas. Nuestro cerebro tiende a automatizar los procesos, bien por repetición de la secuencia o bien incorporando patrones similares ya automatizados.
La automatización tiene el inconveniente de disminuir la sensibilidad a la detección de nuevos estímulos o variaciones en la secuencia o tarea. Esto es relevante en situaciones que entrañan peligro, como conducir un coche en un trayecto conocido. El automatismo es tan fuerte que la presencia de un peatón o algún incidente en la calzada, se hace difícil de destacar, pudiendo inducir un accidente. Es como si nos pasaran una película que ya hemos visto. Nos adelantamos a los acontecimientos sin prestar atención a lo que sucede en realidad.

PSIQUISMO Y VISIÓN

La evolución biológica ha posibilitado que los seres adquieran facultades crecientes, desde la capacidad de sentir, hasta la aparición de la toma de conciencia del sujeto psicológico que, apoyado en una conciencia unitaria, posibilitan las actuaciones adaptativas del organismo como un todo en orden a una supervivencia óptima.
La eficacia del sujeto, de sus acciones, depende del desarrollo en paralelo de tres elementos: la atención, la memoria y el aprendizaje. La relación interna de estos procesos desemboca en el pensamiento o actividad psíquica en general, orientada fundamentalmente hacia el conocimiento. La actividad psíquica del sujeto se enfoca a producir una representación interna adecuada de la realidad que es presentada actualmente por la sensación-percepción, y reactualizada por acción de la memoria.
El conjunto de procesos constituye la «arquitectura funcional básica del psiquismo». Dentro de esta idea debemos situar a la mente, entendiéndola como el conjunto de mecanismos físicos, biológicos y psíquicos, conscientes o inconscientes, en que se apoya el funcionamiento de los procesos psíquicos.
En este marco conceptual debemos iniciar el camino, desde las sensaciones, como algo diferente a la percepción. Esta última es la sensación organizada, referida a una unidad de integración y control. El centro de integración sería la conciencia, que la podemos definir como el resultado integrado del funcionalismo de todos los sistemas perceptivos de nuestro organismo. En el estado de conciencia sentimos, es decir, percibinios nuestro organismo desde el centro de integración de todos los sistemas perceptivos. El paso siguiente es el sujeto psíquico, un sujeto activo que, a través de la conciencia, se siente a si mismo, como un todo, donde se focalizan las sensaciones-percepciones.
La actividad psíquica de análisis consciente de las percepciones, controladas por el sujeto, sería lo que denominamos pensamiento. La cantidad de sensaciones, es decir de información, es tan grande que muchos estímulos serán procesados automáticamente, para ahorrar esfuerzos inútiles, así no siempre tendremos un control consciente. Los circuitos neuronales pueden llegar a tener una trama tan compleja y sofisticada, que sea capaz de controlar cualquiera de los procesos básicos de sensación, percepción, atención e incluso pensamiento, que se realizan bajo el control consciente del sujeto.
El hecho de que gran parte de la actividad del sujeto se realice de forma inconsciente, no degrada el concepto de sujeto psíquico que marca la diferencia entre el hombre y los animales de escalas inferiores. El proceso inconsciente suele proceder de una fase previa, anterior, de procesamiento consciente, donde se han realizado una serie de redes o mecanizaciones muy elaboradas que culminan en un automatismo inconsciente, lo cual supone una estructura psíquica de elevado nivel.
Todo este conjunto de ideas gravita sobre cómo entendemos la conciencia. Para algunos la conciencia es un paso más en el proceso de elaboración de datos, como un ordenador, donde no hay más que el análisis «frió» de los datos que computa, así el «fenómeno mental» no sería más que un epifenómeno. Para otros será la situación contraria, el sujeto psíquico no puede explicarse por la simple actividad neuroanatómica, existiría un dualismo, tal como propone J. EccIes (33), donde la mente es algo independiente al cerebro.
Una postura intermedia que cada vez gana más adeptos es lo que se denomina Emergentismo, donde se considera el eje sensación-percepción-conciencia (SPC), como una propiedad real surgida en los seres biológicos, a partir de las propiedades ontológicas primordiales de la materia. La conciencia brotaría de un mecanicismo neuronal fruto de la evolución, donde han ido apareciendo mecanismos ciegos como soporte básico para la vida, para la supervivencia. Esta conciencia, originariamente ciega, se irá transformando para pasar de un control de abajo hacia arriba, hacia un control descendente, de arriba hacia abajo, un control de nuestras acciones tras un proceso de elaboración. La conciencia actuaría como un centro de enjuiciamiento y toma de decisiones.
El soporte anatómico de esta actividad no se encontraría en un área determinada del cerebro, sino que sería fruto de la actividad sinérgica de distintas regiones, gracias a la plasticidad cerebral para establecer engramas complejos.
El emergentismo parte de un proceso evolutivo que busca la supervivencia en el medio, y para ello depende de la detección de información unitaria sobre los objetos y entidades objetivas que constituyen el medio ambiente. Por ello las sensaciones aisladas deben organizarse en sistemas perceptivos cada vez más complejos. Estos permiten poco a poco la percepción organizada de los objetos. Esta progresiva complejización (integración y control), genera una actividad consciente que va convirtiéndose en una función subjetiva que desencadena respuestas desde una ponderación relacional de toda la información perceptiva. En esta línea es lógico que aparezca la figura del sujeto psíquico, como último peldaño de esta complejización.
Para la hipótesis opuesta, Identismo, todo esto es innecesario. Nuestra actividad es puramente mecánica, donde la conciencia es un simple paso más en la elaboración de datos y la toma de decisiones, responde a un engrama o red similar a lo que podemos encontrar en un ordenador basado en códigos binarios. Todo es mecánico y ciego.
Uno de los elemento clave es la atención, entendida como una «focalización» de los sistemas perceptivos sobre una parte del campo total. Para los identistas, esta focalización sería un puro proceso mecánico, una respuesta a ciertos estímulos. Para los emergentistas la situación es muy diferente. La focalización surge de un proceso evolutivo para que el sujeto psicológico pueda controlar el campo total. Los emergentistas admiten que la atención tiene un componente inicial mecanicista que va de abajo hacia arriba, pero también existiría un control descendente que puede interferir en el eje SPC, incrementando la sensibilidad a ciertos estímulos, aspecto fundamental en la supervivencia.
Como vemos, casi todo lo dicho hasta ahora esta enfocado hacia la supervivencia, algo que si bien es propio de los animales, en el hombre va perdiendo fuerza. La organización social y aspectos tecnológicos de la vida diaria conlleva esta pérdida de protagonismo, aunque persisten patrones en nuestro genoma que tienen su base en la evolución, cuando el hombre debía sobrevivir a las condiciones adversas de un medio hostil.
El avance del hombre respecto al resto de los animales, se inicia gracias a una capacidad de formalización superior a todos ellos, la hiperfórmalización, tal como propone Xavier Zubiri (34, 35), que produciría un modo más intenso en la aprehensión perceptiva de los objetos. Se percibiría lo «suyo» de cada objeto. Con esta hiperobjetivación, el hombre ya no percibirá los objetos como simples estímulos o señales, es decir ya no serán elementos que disparan automáticamente nuestra conducta, básicamente con fines de supervivencia. El hombre pasa a captar los objetos como «realidades» en sí mismas, pasará a interesarse por el mundo de otra forma. El hombre empieza a darse cuenta que la realidad es real como estructura, es decir, conjunto de unidades, elementos, que constituyen un todo. Primero estructuras pequeñas, como los objetos, con sus subestructuras, pero avanzando hacia un entramado mayor, es decir esos objetos están dentro de un contexto, del mundo que nos rodea, inmediato, pero a su vez, dentro de un espacio mayor cada vez más grande, hasta llegar al concepto de universo.
Esta imagen estructural implica la relación entre los distintos elementos que la constituyen. El hombre, su psiquismo, su conciencia, debe captar esas estructuras y relacionarlas dando sentido al conjunto. Cuando vemos, oímos, etc., en suma, percibimos algo, no lo hacemos captando cada uno de los elementos, sino que tenemos una percepción unitaria, donde la sensación final es mayor a la suma de los elementos, objetos o estructuras que lo componen. Si bien existiría un mecanismo automático o semiautomático de análisis inicial de la escena, esa información ascendería hasta nuestra conciencia, donde a través de la combinación de las estructuras que la componen, junto a la evocación de elementos almacenados en la memoria, alcanzaría un grado de significación que va más allá de el simple análisis mecanicista computacional que realiza un ordenador. Es la aprehensión sensible de la realidad que propone Zubiri y que esta en la línea de la hipótesis emergentista.
Esta aprehensión de estructuras es la que defiende la Gestalt y supone una forma característica de conocimiento. Es importante no confundir el concepto de conciencia con el de mente. La mente humana es el conjunto de mecanismos y procesos que en dependencia de la materia ontológica del hombre, producen y controlan su conducta-comportamiento como un sistema integrado o molar, que responde unitariamente a los estímulos. La conciencia estaría en un nivel inferior, controlando de forma descendente lo físico-químico, dentro del entramado de la mente, contribuyendo a su funcionamiento.
El eje sensibilidad-convergencia es una propiedad real biofísica que interactuara bidirecionalmente (de lo físico a lo psíquico y de lo psíquico a lo físico), ejerciendo una causalidad descendente controladora de los mecanismos biofísicos. Por esa causalidad podemos controlar nuestra actividad corporal por el pensamiento, algo que no esta en los modelos computacionales que dan una imagen robótica del hombre, imposible de entenderla dentro de un entramado social en el que nos movemos a diario.

CONCLUSIONES

Después de lo visto en los apartados anteriores, una primera conclusión sería que, a pesar de lo mucho que sabemos sobre la visión y los mecanismos que la posibilitan, seguimos teniendo dudas muy importantes. Uno de los aspectos más destacables seria que la visión es un proceso multifactorial relacionado con aspectos internos y externos, donde se produce un constructo de la información que llega desde los ojos.
Hemos visto como la teoría de la integración de caracteres explica que la percepción visual podría dividirse en un fase preatentiva y otra atentiva o consciente. La primera fase ocupa buena parte de nuestro tiempo, nos permite realizar actividades que requieren una guía visual, pero que no requieren un grado de agudeza visual demasiado alta, sino un alto grado de eficacia y rapidez de respuesta. Esta forma de visión estaría mediada entre otras cosas por una señal de luz que llega a la retina, de forma que se enfocarían tanto los objetos cercanos como lejanos, captando el conjunto de la escena. En este primer constructo, entrarían la mayoría de elementos que aparecen en el campo visual, con sus características básicas de morfología y movimiento. Este tipo de visión esta mediado en parte., por el hecho de que el ojo tiene unas aberraciones esféricas y cromáticas que ayudan a ese primer enfoque, precario, pero suficiente para captar un esbozo basado en frecuencias bajas y medias.
Si ahora nos fijamos en nuestra actividad oftalmológica, advertiremos que la mayoría de las acciones que realizamos para mejorar la visión de nuestros pacientes, está encaminada a potenciar la visión central, la máxima agudeza visual macular. Nos olvidamos de la visión dinámica y la visión del entorno. Los estudios recientes en percepción visual señalan la necesidad de un cierto grado de aberraciones ópticas en el órgano receptor, el ojo, para conseguir esta visión casi automática, basada en frecuencias bajas y medias. Como veíamos en la introducción de este capitulo, un jugador de baloncesto o un piloto de coches, necesita una visión donde prime un campo visual amplio, que pueda dominar el entorno, el movimiento, y donde el arco aferente de llegada de información, así como el arco eferente de respuesta acomodativa o motora, sean muy rápidos. La situación será muy diferente para aquellos individuos que pasan la mayor parte del día en una oficina con un foco de visión muy limitado, centrado en un ordenador o en cualquier proceso que utilice un campo de visión pequeño y con escaso movimiento.
Son muchos los ejemplos que podríamos citar donde se debe buscar la situación personal de cada individuo. Nuestra obligación está en descubrir las necesidades de cada paciente, estudiar su sistema visual, en su conjunto, no sólo la agudeza visual, y así intentar establecer la estrategia terapéutica más adecuada en cada caso. La falta de un conocimiento pleno no debe frenar toda nuestra actividad, ya que siempre surgirán dudas. Esta circunstancia nos debe hacer reflexionar sobre qué es lo más conveniente en cada caso, huyendo de posturas dogmáticas o demasiado atrevidas. Al final, ante lo nuevo y sin animo de caer en un cierto derrotismo, sería conveniente recordar una de las máximas de nuestra profesión, aquello del «primum non nocere».

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