La expansión oceánica y las dorsales: evidencias geológicas

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La expansión oceánica

Las dorsales

En los fondos oceánicos existen grandes cordilleras que son zonas de fractura donde las placas se alejan y queda entre ellas un hueco que se llena con magma basáltico procedente del manto. En cuanto llega a la superficie sufre cambios físicos y químicos al perder gases y entrar en contacto con el agua del fondo del mar, transformándose en nueva corteza oceánica. Al continuar separándose las placas, esta nueva corteza oceánica es arrastrada hacia los lados de la cresta y deja lugar para que ascienda más material fundido del manto, originando un bandeado paralelo a la cordillera. Con el tiempo, el océano crece y la cadena de volcanes separa dos placas oceánicas en expansión: se ha formado una dorsal oceánica. Los basaltos más antiguos, al alejarse de la dorsal, se enfrían, se contraen y aumentan su densidad, descendiendo topográficamente a medida que se alejan de la dorsal.

Las pruebas de la expansión oceánica en las dorsales

a) La naturaleza y actividad volcánica de las dorsales

Comprobadas por los sondeos del fondo marino y por la presencia de islas volcánicas que se presentan en muchos puntos donde emerge la dorsal.

b) La edad de la corteza oceánica

Mediante técnicas de datación radioisotópica se han analizado muestras de sondeos obtenidos de los basaltos de la litosfera oceánica. Los resultados siempre demuestran que las edades de las rocas aumentan conforme se alejan de la dorsal.

c) Edad y espesor de los sedimentos pelágicos

El estudio de los sedimentos y rocas sedimentarias depositadas sobre la litosfera oceánica denota que la cantidad de los sedimentos disminuye a medida que nos aproximamos a la dorsal. Respecto a las edades, en los bordes oceánicos situados cerca del continente encontramos series que comprenden capas antiguas y modernas. Conforme nos aproximamos a la dorsal, las capas más antiguas dejan de encontrarse, y cerca de la dorsal, sólo aparecen sedimentos muy recientes.

d) El paleomagnetismo

Los óxidos de hierro y titanio de las lavas basálticas se comportan como brújulas al enfriarse por debajo del punto de Curie. El estudio de las posiciones de los minerales magnéticos en las rocas suministra información acerca de la dirección, el sentido y la inclinación del vector intensidad del campo magnético, lo que da información de la situación de los polos. Se ha demostrado que el polo norte ha cambiado de posición desde el Precámbrico al Terciario. Se han comparado los caminos de la deriva polar para Europa y para América del Norte; y se ha constatado que los caminos seguidos por los polos norte están desplazados unos 30º de longitud, que aproximadamente equivalen a la anchura del océano Atlántico. Después del Triásico desaparece paulatinamente la diferencia. La anomalía desaparece si se supone cerrado el Atlántico norte. Ello implica que los continentes se han separado entre el Triásico y el momento actual. Hoy se sabe que el campo magnético terrestre no sólo ha experimentado cambios en la posición de los polos, sino que ha sufrido también cambios de polaridad a lo largo del tiempo, es decir, en numerosas ocasiones el polo N. magnético se ha convertido en el polo S y viceversa, y estos cambios han quedado registrados en las rocas. Los valores del módulo del vector intensidad del campo magnético actual son influenciados por el magnetismo remanente de las rocas de otras épocas. Cuando al campo magnético actual se le suma el magnetismo remanente de las rocas aparece una anomalía positiva, si se le resta aparece una anomalía magnética negativa. Estas anomalías se suelen ordenar en bandas largas, estrechas, simétricas y paralelas al eje de la dorsal (con longitud de varios cientos de Km. y anchuras de hasta 30 Km). La edad del

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