Fuerzas de apoyo y oposición a la República en sus comienzos

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Diferencia las fuerzas de apoyo y de oposición a la República en sus comienzos y describe sus razones y principales actuaciones.

Apoyo a la República

La Segunda República inauguró una nueva etapa de gran efervescencia política que no quedó limitada al Parlamento, sino que se extendió a la opinión pública en general. Por ello en el debate político no sólo contendieron los partidos, sino también los sindicatos obreros, las agrupaciones empresariales y, por último, determinadas instituciones como la Iglesia o el ejército. Por otro lado, para mayor complejidad, hubo fuerzas de apoyo al régimen republicano tanto entre las formaciones de derecha como entre las de izquierda. Lo mismo que de oposición.

Partidos de apoyo a la República

Entre las formaciones de apoyo a la República pueden mencionarse algunos partidos de centro-derecha, como Derecha Liberal Republicana (Alcalá Zamora) o el Partido Radical (Lerroux) que contribuyeron a la proclamación del régimen, aunque derivaron posteriormente a posiciones más conservadoras. En cualquier caso, el principal sostén de la República fueron los partidos republicanos de centro-izquierda, partidarios de la laicidad del Estado, de la democratización del ejército, de la autonomía de algunas regiones, de las reformas sociales, etc. Entre estos partidos figuraron Acción Republicana (Manuel Azaña), el Partido Radical-Socialista (Marcelino Domingo), Esquerra Republicana de Cataluña (Lluis Companys) o la Organización Republicana Gallega Autónoma. También el PSOE, integrante en coalición con los partidos anteriores de los primeros gobiernos republicanos, constituyó una fuerza de apoyo al régimen poniendo su énfasis en las reformas laborales y sociales. En cualquier caso, conviene destacar que entre los socialistas coexistían dos tendencias: la reformista de Indalecio Prieto, partidaria de retrasar los planteamientos
revolucionarios; y revolucionaria de Largo Caballero partidaria de alcanzar acuerdos con otras formaciones de izquierda (PCE) y establecer una república proletaria. Esta corriente se fue imponiendo con el paso del tiempo.

Oposición a la República

Los detractores de la República comprendían grupos muy distintos entre sí, desde la izquierda más radical a formaciones de extrema derecha autoritaria. Los anarquistas aunarán a su rechazo tradicional a cualquier forma de Estado el desencanto por la lentitud de las reformas sociales de la República. El sector radical de la CNT, la FAI, promovió insurrecciones armadas como las de Casas Viejas. Entre los partidos conservadores, hubo algunos no afines a la República (o al menos a la República instaurada 1931), aunque no pueden ser calificados como antirrepublicanos: el
Partido Agrario, la Lliga Regionalista o el PNV. También podría incluirse en este grupo, la Confederación Española de Derechas Autónomas, la CEDA (José Mª Gil Robles), el gran partido conservador y católico surgido en 1933 de la inquietud de las élites dominantes y de sectores de las clases medias ante las ambiciosas reformas emprendidas por los gobiernos
de Manuel Azaña. La CEDA nunca se significó abiertamente como republicana pero participó en las elecciones y, cuando alcanzó el poder, paralizó y rectificó las reformas mencionadas. En definitiva, representó una derecha posibilista partidaria de una República conservadora, defensora del Estado confesional y unitario, de la propiedad agraria tradicional, de limitar el alcance de las reformas sociales.
Otros grupos de extrema derecha se confesaban abiertamente antirrepublicanos: Comunión Tradicionalista, Renovación Española (Calvo Sotelo) que perseguía la
restauración de la monarquía, y finalmente, Falange Española y de las JONS (José A. Primo de Rivera), un grupúsculo antiparlamentario y fascista.

Actuación de la Iglesia Católica y del ejército

Por último, quedaría mencionar la actuación de la Iglesia Católica y del ejército. La jerarquía eclesiástica siempre fue un firme opositor de la política laicista de la República, calificando algunas de sus actuaciones de abiertamente anticlericales. Por su parte, el ejército, dividido entre partidarios y detractores, protagonizó conspiraciones militares (Sanjurjada) antes de la que en julio de 1936 desembocó en una guerra civil.

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