Homero: La Ilíada y la Odisea

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No puede comprenderse a Homero sin estos precedentes. Pero Homero representa ya un mundo diferente: el mundo de los griegos que, a partir del siglo VIII a. C., adoptan la escritura alfabética, exploran y colonizan el Mediterráneo, entablan contactos con los pueblos orientales y crean una nueva cultura propia.

Los nuevos poemas de Homero son mucho más extensos y su organización es dramática. Desarrollan una sola aventura del protagonista, dentro del fondo de una acción colectiva: la guerra de Troya en la Ilíada, el retorno de Ulises en la Odisea. Ambos poemas presentan una estructura muy elaborada, que alterna momentos de gran tensión dramática y momentos dilatorios. El drama se condensa y aprieta al final de la obras (clímax). Ambas terminan con un apaciguamiento (anticlímax). También encontramos una humanización muy grande y la caracterización psicológica de los personajes.

Por otra parte, los protagonistas de las dos obras contrastan de forma pronunciadísima:

Aquiles es víctima de su propia cólera, de una pasión sin límite que no sabe controlar. Mientras que Odiseo es totalmente diferente a Aquiles: su razón es capaz de dominar los impulsos irreflexivos, es prudente, busca siempre el medio más eficaz de conseguir las cosas.

LA SOCIEDAD EN LOS POEMAS HOMÉRICOS

La épica homérica está animada por el deseo de mostrar unos tiempos gloriosos caracterizados precisamente por su nobleza; es ésta la razón por la cual faltará en ellos todo lo que parezca inadecuado. En realidad, frente a esta tendencia arcaizante, el mayor mérito de Homero reside en la naturalidad con la que se recoge la psicología humana.

Los personajes de los poemas homéricos son generalmente héroes que descienden directa o indirectamente de los dioses, pues aunque el pueblo también combata, sólo se habla de los más ilustres: el héroe combate por su éxito, la gloria y la fama, cuidan especialmente de su honor y se incitan a la lucha, alegrándose de sus victorias y alabando sus propios triunfos. En todos ellos, lo más singular es la independencia personal y política que no admite más superioridad que la del soberano, sin mostrar temor a los dioses, los cuales sólo son invocados colectivamente o por los débiles y oprimidos.

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