La Iglesia Naciente y la Moral Cristiana

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IGLESIA COM VIVA:

La iglesia naciente recibe de Cristo Resucitado la misión de hacer discípulos a todos los pueblos. De esta forma la comunidad de fe es la nueva familia del seguidor de Cristo, es el lugar donde recibe la enseñanza especial del evangelio y el centro desde donde se difunde el evangelio recibido. En los Hechos de los Apóstoles, quien se convierte a Cristo es bautizado y se incorpora a la comunidad.

Las primeras comunidades

Las primeras comunidades tenían entre 20 y 60 miembros; se reunían en las casas. Los Hechos de los Apóstoles recogen un texto importantísimo: el llamado “Concilio de Jerusalén” donde se plantea lo que debe ser. Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reúnen, según la tradición más antigua, el día del Señor -el Domingo-. Entre todos se establece una relación de fraternidad.

La expansión de la Iglesia

Y es así como las primeras Comunidades se hacen visibles incluso a los ojos de los no creyentes, que asombrados contemplan como se aman, se respetan… son como una gran familia. La Iglesia se extendió por oriente y occidente de la mano de los Apóstoles y de los discípulos que iban naciendo con la predicación. El secreto de la expansión no es otro que la riqueza de la vida espiritual; estar arraigados en la vida de Cristo y en el Espíritu.

MORAL CRISTIANA:

La primera manifestación bíblica de la libertad la encontramos en el relato del Génesis. El relato narra que Dios concede al hombre la responsabilidad sobre el mundo, cuando les dice “creced, multiplicaos, dominad la tierra…” pero el hombre haciendo uso de su libertad, confía su destino y el del mundo a las fuerzas irracionales, que entre otras cosas no le exigen tomar serias decisiones.

Aquí aparece relacionada la libertad y el pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró haciendo uso de su libertad. Tener conciencia moral requiere a su vez tener un verdadero sentido de la libertad y responsabilidad humanas. La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es, por así decirlo, el padre de sus actos.

Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un juicio de conciencia, son calificables moralmente: son buenos o malos. “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal... El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal.

Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas. Los Mandamientos de la Ley de Dios, reciben también el nombre de Decálogo, que significa “diez palabras”. El libro del Éxodo del Antiguo Testamento, expresa que estas diez palabras se las reveló Dios a su pueblo en la montaña santa (el monte Sinaí), y que fueron escritas “con el Dedo” de Dios, a diferencia de otros preceptos escritos por Moisés. Después de la elección de los Doce, estando reunidos los discípulos y viendo la inquietud de muchísimas personas que le acercaban anhelantes, Jesús proclama los valores humanos y cristianos verdaderos, los únicos que pueden llenar el corazón humano. Los que los acojan y los pongan, en práctica serán sus discípulos. Los destinatarios de sus palabras son todos los hombres, al presentarnos unos ideales de vida que conectan perfectamente con la profunda aspiración del ser humano. Las bienaventuranzas por tanto, están en el centro de la predicación de Jesús.

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