La Ilustración y el Renacimiento en la Historiografía

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La Ilustración

Para Fontana “La ilustración sería esencialmente el pensamiento crítico, desconfianza hacia el saber establecido y el consentimiento universal: la defensa de la razón contra la convicción, del saber transformador contra la tradición”.

El siglo XVII ve la aparición de la “opinión pública”, se produce así “una «industria de la información» que multiplicó las impresiones de cartas, folletos, gacetas y, en general, de textos breves y accesibles a un público extenso, que se ocupaban de la crítica política o reproducían todo tipo de noticias del momento” (Ibid. 84). Esto llevó a que en Francia y en Italia las cortes se abocaran a poner a su servicio historiadores para combatir las críticas. Fontana relata que Luis XIV tenía 19 historiadores, incluido Racine, a su servicio.

Se pueden citar en esta etapa a Secondat, Montesquieu, Voltaire, los hermanos Condillac, Diderot y Turgot, entre otros. En Francia durante la etapa de la Restauración la Historia cumplió el papel de asimilar la herencia de la revolución y dar las bases para la nueva sociedad burguesa.

También Inglaterra, en el contexto de la abolición de la monarquía absoluta y del paso a un sistema político representativo, dominado por la aristocracia agraria capitalista y una clase empresaria mercantil orientada al comercio con el exterior, la expansión colonial y la financiación de la guerra necesitaba una legitimación para el nuevo orden social que se había establecido. Influidos por el Contrato Social de Rousseau y el Leviathan de Hobbes, “La nueva sociedad necesitaba un modelo explicativo que, por un lado, se expresara en términos del gobierno representativo nacido de la revolución de 1688, y que, por otro, asociase el interés con la conciencia e hiciera posible establecer la base de «confianza» - de «trust»- sin la cual era imposible el funcionamiento del mundo de los negocios” (Ibid.93). Quien elaborará la fundamentación histórica de esta nueva sociedad será John Locke.

El Renacimiento

Durante el Renacimiento la innovación en la historiografía se dará en las ciudades-estados italianas. Si bien se continúan elaborando crónicas y relatos de carácter religioso, en el marco de la Reforma y la Contrarreforma, los textos históricos fueron perdiendo su carácter “mitológico” y adquirieron mayor rigor metodológico, sobre todo a cargo de dos órdenes religiosas: los jesuitas y los benedictinos. En general, la Historia se da la mano con el auge de la filología. Por eso el estilo literario es la inquietud de esta etapa.

La historiografía pasa de cumplir una función ejemplificadora, moralizante a tener una función política “El renacimiento de los estudios literarios estuvo asociado a las necesidades derivadas de ascenso de la autonomía de las ciudades, que exigía que se formaran cancilleres, jueces y funcionarios, a la vez que buscaba fundamento histórico en los viejos modelos de la polis griega y la república romana” (Fontana: 2002:66).

La situación política de Florencia y Maquiavelo, en particular, será quien inicie esta función de la Historia. Contemporáneo de Maquiavelo, Francesco Guicciardini escribe “Historia de Italia”. En ella abarca toda Italia y el contexto europeo para tratar de explicar las acciones de los soberanos de otros países que invaden el suyo.

En Castilla (España) se produjo una eclosión de la historiografía indiana, producto de los relatos de aquellos que habían estado en las “nuevas indias” y que como cronistas habían registrado la conquista española en América. Podrían citarse escritos tales como “Cartas de Relación” de Hernán Cortés, “Décadas del Orbe Novo” de Pedro Márquez de Anglería y relatos de Bartolomé de las Casas y de Tomás de Mercado.

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