La importancia de la conciencia psicológica y moral

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Conciencia psicológica y conciencia moral

Existe una primera acepción de la palabra conciencia equivalente a 'darse cuenta', 'ser consciente'. Es la conciencia psicológica. La podríamos definir como el conocimiento que tenemos de nuestro propio yo, de sus actos y del mundo que nos rodea. Esta dimensión psicológica de la conciencia no es todavía la conciencia moral, aunque constituye un presupuesto básico. Sólo se podrá dar la dimensión moral de la conciencia si previamente somos conscientes de nuestros actos. Pero la persona, además de conocerse y conocer lo que la rodea, es capaz también de valorar las cosas y valorarse a sí misma sintiéndose responsable de su propio destino. Esta capacidad de valoración según el bien y el mal es la conciencia moral. Podríamos llamar conciencia a la propiedad que tenemos las personas para formular juicios sobre la rectitud de nuestros actos. Sin embargo, la conciencia no se limita a emitir juicios fríos sobre los actos que se le proponen. En realidad constituye el elemento más íntimo y profundo de la persona, aquel núcleo central de la existencia personal de donde surgen nuestros mejores impulsos y deseos en busca de la realización personal y de la felicidad. El Concilio Vaticano II la llama 'sagrario del hombre'. Los valores y las normas morales nos presentan principios generales y objetivos, externos a la persona, pero es la conciencia la que, conociéndolos y asumiéndolos, nos indica lo que debemos hacer en las situaciones concretas. De ahí la importancia de construirse una escala de valores recta en la propia conciencia que refleje el proyecto de persona que queremos ser. La conciencia sería ese núcleo que unifica y clarifica a toda la persona en torno a ese proyecto.

La conciencia

La conciencia marca la diferencia entre los animales y las personas. En la conciencia el ser humano siente que es persona con poder de decidir cómo quiere ser y escoger el camino para lograrlo. La conciencia, como dice el Concilio Vaticano II, es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella.

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