Justificación histórica y circunstancial del montaje

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Justificación histórica y circunstancial del montaje:

Las películas utilizadas por los pioneros duraban un minuto, pero su éxito hizo que se pidiera más. Se transformaron las cámaras toma vistas y se mejoraron los proyectores. También se comenzó a empalmar las películas ya reveladas para incrementar la duración del espectáculo. Esta operación debía seguir el orden, como una noticia del periódico o como una representación del teatro. Así, el cine proseguía las tradiciones.

Se desarrolló un gran sentido del montaje en el propio rodaje, calculando cómo acabar una toma para empezar igual la siguiente. Otra condición técnica de las cámaras contribuyó al montaje: el arrastre de la película, en un principio era a manivela manual y luego pasó a un motor de cuerda que tenía una duración de 20 a 30 segundos. Con el motor eléctrico, el montaje perdió protagonismo, aunque su uso persistió por otras necesidades expresivas. Con la llegada de los magnetoscopios de cintas desde 30 hasta 240 minutos, se consagró el ojo perpetuo y sepultó el cine de montaje.

Justificación intrínseca del montaje

La imagen exige continuación. El acto mismo de ejercer el encuadre hace seleccionar un campo visual que tenga sentido y significado. El contenido visual estático, en cuanto se reconoce, demanda el fin de la toma. El contenido visual dinámico solicita el ser seguido y perseguido por un movimiento de cámara. El montaje ofrece una continuidad ilusoria de una discontinuidad de sucesivos puntos de vista. El montaje es tanto una elección necesaria como una elección libre, hasta el punto de convertirse en retórica fílmica, en figura de estilo o incluso una cuestión técnica.

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