Legado Historiográfico Romano: Tito Livio y Tácito en el Imperio
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Historiografía Augústea e Imperial
La historiografía imperial es un género escrito en prosa en el que se narran los acontecimientos pasados y dignos de memoria, centrándose en las causas y efectos de los hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o nación.
Tito Livio (59 a. C. - 16 d. C.)
Formó parte del entorno cultural y literario de los «amigos de Augusto», al igual que Horacio o Virgilio. Livio escribió una monumental historia de Roma, titulada Ab urbe condita, que abarca desde sus orígenes hasta su propia época.
Livio pretende con su historia glorificar el pasado de Roma. La vuelta al pasado, a la tradición, a los orígenes es el medio, según Livio, de superar la historia reciente, marcada por revoluciones, guerras civiles y posiciones irreconciliables. Busca las pruebas de grandeza proporcionadas por el pueblo romano e indaga los motivos de su superioridad. Su obra está llena de orgullo nacionalista: motivos como el amor a la patria, el respeto a la mos maiorum y la religiosidad profunda coincidían con los móviles de la restauración augústea.
Tácito (55-120 d. C.)
Vivió en la época de los Flavios y su ideología republicana le llevó a criticar duramente a los emperadores romanos del siglo I anteriores a él. Sus dos grandes obras históricas que nos han llegado son:
- Historias: Abarcan el periodo desde el año 69 hasta el 96, año de la muerte del emperador Domiciano.
- Anales: Comprenden un periodo histórico anterior, desde la muerte de Augusto hasta la muerte de Nerón.
En ambas obras, Tácito siguió el procedimiento expositivo típico de la historiografía romana, basado en exponer los hechos año tras año, alternando la narración de los acontecimientos internos con la de los externos.
Para Tácito, la historia es una obra de justicia y una enseñanza, y también una obra de carácter científico: la historia ha de explicar los hechos por sus causas, como la ciencia explica los fenómenos naturales. El carácter científico de la historia exige del historiador la más estricta imparcialidad, sin tomar partido. Tácito es un historiador riguroso y, para lograr una descripción veraz de los acontecimientos, no descuida ninguna fuente de información. No acepta ninguna de las fuentes sin crítica, discute la autoridad de cada testimonio y se decide por la versión más probable cuando hay discrepancias. Sin embargo, su pesimismo le lleva a exagerar a personajes de ejemplaridad negativa: delatores, aduladores.