Mariposa

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Mariposa. A Quevedo le gusta plantear con filosofía neoestoica temas morales, en este soneto“la brevedad de la vida”, se aprecia un resorte poético muy querido por Quevedo :”nacer es ya morir”.El comienzo del endecasílabo primero “vivir es caminar, breve jornada”, recuerda la imagen bíblica de la vida como camino; además “jornada” es el camino hecho en un día, realzado por el adjetivo “breve”.El segundo endecasílabo introduce un vocativo, Lico, y la complicidad con él se subraya en el posesivo “nuestra”, “muerte viva es, Lico, nuestra vida”. La vida no es sólo breve, es ya muerte.Al cuerpo no hay que darle sepultura porque ya nace sepultado. Nuestra vida “amanecida ayer al frágil cuerpo”, vive “cada instante” su sepultura. El segundo cuarteto empieza con la epanadiplosis “nada…nada”, mantiene un verbo “ser”, conjugado en tres formas “siendo”, “es”, “será”, que remiten a la existencia fugaz del ser humano.Pero el hombre olvida la fugacidad de la vida, con una ambición que, “mal persuadida” le proporciona la vanidad, es el tópico de la “vanitas vanitatis”.El verso octavo redondea el cuarteto, el hombre anhela “duración”, pero no es más que “tierra animada”, recordando que el hombre tras la muerte vuelve en polvo a la tierra. Este verso recuerda el soneto “Cerrar podrá mis ojos la postrera…” que acaba con las cenizas de la muerte convertidas en “polvo serán más polvo enamorado”.

El primer terceto imagina al hombre con su “engañoso pensamiento” y su “esperanza burladora y ciega”, se refiere a su deseo de duración, tropezando “en el mismo monumento”, es decir en el “panteón” de su tumba. Empieza el último terceto con una comparación, seguramente para explicar el terceto anterior, ahora se entiende la vida como “navegación”, que remite a la imagen del “camino” inicial. El navegante, divertido, es decir distraído, se entrega a la inercia de su navegación empujado por la fuerza del oleaje y del viento, pero “antes que piense en arcarse, llega”.La corrupción del mundoes un tema recurrente en los autores barrocos, por ejemplo Quevedo con Los Sueños, y muchas obras picarescas tienen capítulos basados en este tema. Ya autores latinos como Juvenal o Persio se complacían en desgranar pecados del mundo como la hipocresía, la envidia, el egoísmo, la vanidad, la ambición, que por lo que parece azotan a la sociedad de la época. Aparece en los autores barrocos una actitud moralista que anhela un heroísmo en los comportamientos humanos en unos momentos e decadencia material. Un escritor barroco que no se entendería sin una actitud de reforma moral es el aragonés Baltasar Gracián, con obras como Oráculo manual, El discreto, El héroe, El Criticón.Junto al desprecio por quienes abrazan defectos humanos aparecen sátiras hacia los malos sacerdotes, los médicos, los alguaciles, los jueces.

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