Posbarroco Siglo XVIII
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El siglo XVIII
A finales del siglo XVII se inicia la llamada crisis de conciencia europea, todas las creencias y convicciones se someten a discusión. El espíritu crítico de la burguesía, clase social que empezaba a cobrar importancia, fue el origen de la ilustración. Se impone la razón por encima de la fe, este siglo se denomina el siglo de las luces. Aparecen grandes pensadores como Voltaire o Rousseau. La iglesia queda separada del estado y los gobiernos practican el despotismo ilustrado. En España, se instaura la dinastía borbónica. España queda dividida entre reformistas o afrancesados, partidarios de las ideas ilustradas y apoyados por la corona, y tradicionalistas, se oponen a las reformas y tienen valores tradicionales. La literatura durante este siglo se divide en sus dos mitades.
En la primera mitad quedan los restos de la literatura barroca, ya en decadencia, en esta tendencia aun hay algún autor destacable como Torres Villarroel. También empieza a aparecer una tendencia en contra del estilo barroco. Se cultiva poco la literatura de creación y existe un mayor interés por el ensayo y la prosa crítica.
En la segunda mitad aparecen dos tendencias: el neoclasicismo y el prerromanticismo.
El neoclasicismo acepta los principios estéticos impuestos por el clasicismo francés. En el teatro se impone la regla de las tres unidades (espacio, tiempo y acción) y se distinguen claramente la tragedia de la comedia. Prevalecen los temas burgueses y su máximo representante es Leandro Fernández de Moratín, entre cuyas obras destacan El viejo y la niña, El Barón, El sí de las niñas. En todas ellas hay un total sometimiento a las reglas, y en todas ellas se observa la intención didáctica además de la de entretener. La lírica tiene pocas manifestaciones de interés. El poeta más destacable es Juan Méndez Valdés. Merecen destacarse además las fabulas moralizadoras de Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego. La prosa será fundamentalmente una prosa crítica. Es el género que alcanzó mayor importancia en este siglo, en el que destacan Jovellanos y Cadalso. José de Cadalso escribió un libro titulado Noches Lúgubres donde se evoca un amor desarraigado con tonos prerrománticos. Aunque su fama se debe sobre todo a las Cartas Marruecas, en las que un joven moro viaja por España y cuenta sus impresiones. Se trata de ver España con ojos críticos.
Por otra parte el prerromanticismo aparece en las últimas décadas, se opone al neoclasicismo y rehabilita la expresión del sentimiento. Se tratan todos los géneros, temas emotivos, nocturnos y lacrimosos, que anuncian el Romanticismo en el siglo siguiente.
A finales del siglo XVII se inicia la llamada crisis de conciencia europea, todas las creencias y convicciones se someten a discusión. El espíritu crítico de la burguesía, clase social que empezaba a cobrar importancia, fue el origen de la ilustración. Se impone la razón por encima de la fe, este siglo se denomina el siglo de las luces. Aparecen grandes pensadores como Voltaire o Rousseau. La iglesia queda separada del estado y los gobiernos practican el despotismo ilustrado. En España, se instaura la dinastía borbónica. España queda dividida entre reformistas o afrancesados, partidarios de las ideas ilustradas y apoyados por la corona, y tradicionalistas, se oponen a las reformas y tienen valores tradicionales. La literatura durante este siglo se divide en sus dos mitades.
En la primera mitad quedan los restos de la literatura barroca, ya en decadencia, en esta tendencia aun hay algún autor destacable como Torres Villarroel. También empieza a aparecer una tendencia en contra del estilo barroco. Se cultiva poco la literatura de creación y existe un mayor interés por el ensayo y la prosa crítica.
En la segunda mitad aparecen dos tendencias: el neoclasicismo y el prerromanticismo.
El neoclasicismo acepta los principios estéticos impuestos por el clasicismo francés. En el teatro se impone la regla de las tres unidades (espacio, tiempo y acción) y se distinguen claramente la tragedia de la comedia. Prevalecen los temas burgueses y su máximo representante es Leandro Fernández de Moratín, entre cuyas obras destacan El viejo y la niña, El Barón, El sí de las niñas. En todas ellas hay un total sometimiento a las reglas, y en todas ellas se observa la intención didáctica además de la de entretener. La lírica tiene pocas manifestaciones de interés. El poeta más destacable es Juan Méndez Valdés. Merecen destacarse además las fabulas moralizadoras de Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego. La prosa será fundamentalmente una prosa crítica. Es el género que alcanzó mayor importancia en este siglo, en el que destacan Jovellanos y Cadalso. José de Cadalso escribió un libro titulado Noches Lúgubres donde se evoca un amor desarraigado con tonos prerrománticos. Aunque su fama se debe sobre todo a las Cartas Marruecas, en las que un joven moro viaja por España y cuenta sus impresiones. Se trata de ver España con ojos críticos.
Por otra parte el prerromanticismo aparece en las últimas décadas, se opone al neoclasicismo y rehabilita la expresión del sentimiento. Se tratan todos los géneros, temas emotivos, nocturnos y lacrimosos, que anuncian el Romanticismo en el siglo siguiente.