El reino visigodo y la conquista musulmana en la Península Ibérica

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El reino visigodo: origen y organización política

Los visigodos se asientan en la Galia tras ser invitados por los romanos con la intención de contener a otros pueblos germánicos que trataban de ocupar el imperio.

En el año 415 asientan su reino en Tolosa. Serán derrotados por los francos en la Batalla de Vouillé en el 507 y expulsados de la Galia. La crisis del imperio romano y su caída en el año 476 llevan a suevos, vándalos y alanos a ocupar la Hispania Romana.

Los visigodos, expulsados por los francos, cruzan los Pirineos y asientan su dominio en Toledo. Iniciando un programa de conquista frente a bizantinos, alanos y vándalos que culminará con la unificación territorial de la península durante el reinado de Leovigildo.

Su hijo, Recaredo, consciente de que la diferenciación religiosa debilitaba el poder godo, se convierte al catolicismo en el III Concilio de Toledo.

Recesvinto se ocupará de dotar al reino de un corpus jurídico común, el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.

La monarquía visigoda era de carácter electivo y se organizaba sobre una base militar, los gardingos protegían al monarca.

Los reyes contaban además con el consejo del Aula Regia y para la administración se convocaban los concilios, reuniones entre el rey y la Iglesia, con la inclusión de algunos sectores de la nobleza, que permitían facilitar la administración del reino.

Además los concilios tenían la potestad de derrocar o ensalzar a los monarcas en función de sus acciones.

Al Ándalus: la conquista musulmana.

Tras la muerte de Vitiza, rey de los godos, se produce un conflicto entre sus sucesores que culminará con la entrada de los musulmanes en la Península Ibérica. Las tropas islámicas, comandadas por Tariq y Muza, atraviesan el estrecho por invitación de los visigodos y se enfrentan a Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete (711).

En los años siguientes ocuparán prácticamente toda la península, enfrentándose a los cristianos en Covadonga (722) y a los francos comandados por Carlos Martel en Poitiers (732).

El poder andalusí se constituirá como un emirato dependiente del califa de Damasco durante las décadas siguientes, hasta que, en el 755, Abderraman (Abd-Al-Rahman) I huya de la persecución omeya y establezca un emirato independiente.

En el 929 Abderraman III romperá con la dependencia religiosa proclamándose califa en Córdoba.

Se inicia, entonces, el periodo de mayor esplendor de Al-Andalus con grandes construcciones monumentales como la mezquita de Córdoba y un gran desarrollo cultural de la mano de Alhakén II y Hisham II.

A finales del siglo X Al Andalus quedará bajo el liderazgo militar de Almanzor, que logrará recuperar parte del territorio cristiano.

A su muerte, en 1002, sus hijos tratarán de mantener el califato unido pero fracasarán y, en el año 1031, se disgregan en reinos de taifas.

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