La Revolución de Septiembre y el Gobierno Provisional: El Fin del Reinado de Isabel II

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I.- La Revolución de Septiembre y el Gobierno Provisional

1.1. La "Gloriosa" Revolución

En un contexto de creciente malestar social, provocado por las malas cosechas y las dificultades económicas de la industria y las finanzas, el malestar político de casi todos los grupos políticos con el gobierno de Isabel II fue en aumento, síntoma de que el modelo isabelino estaba agotado. Progresistas y demócratas firmaron en 1866 el pacto de Ostende, primer episodio de un movimiento que acabó con el reinado de Isabel II. En enero de 1868 se sumó la Unión Liberal.

Como ya expusimos, la combinación de las crisis industrial y agrícola agravó la situación. En el agro, el hambre condujo a un grave clima de violencia social; en las ciudades, algunas industrias cerraron, el paro aumentó y el nivel de vida de las clases trabajadoras descendió aún más.

Unidos bajo el lema ¡Abajo los Borbones! y ¡Viva España con honra!, la revolución se inició en Cádiz, con un pronunciamiento (o levantamiento militar) de las tropas de la Marina bajo el mando del almirante Topete. Este acto dio paso a un movimiento revolucionario conocido como "La Gloriosa", resultado de una alianza entre progresistas y unionistas, con la aprobación de los demócratas; aunque intervinieron militares de prestigio (Prim, Serrano, Primo de Rivera, etc.), hubo una destacada presencia de civiles de las clases burguesas; el objetivo era derrocar a la reina, no acabar con el gobierno.

El verdadero programa revolucionario lo proporcionaba el partido demócrata, que pedía el sufragio universal, la supresión de los consumos y las quintas, y que se centraba en la defensa de las clases medias y trabajadoras. No obstante, también fue un movimiento organizado desde el poder político y militar para acabar con el bloqueo parlamentario, promovido por la reina, que impedía a los progresistas gobernar. También para afrontar la pésima situación económica que perjudicaba a las empresas ferroviarias.

En el fondo, se trató de una revolución "falseada", pues las juntas y los movimientos de base popular fueron enseguida excluidos o perseguidos. El fin, pues, de esta revolución era completar la transición iniciada en 1833 hacia una sociedad burguesa, apoyada en un sistema capitalista eficaz dominado por hombres de negocios vinculados al poder político.

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