Teatro renovador características

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Mención especial merece el teatro de Alejandro Casona, dramaturgo
coetáneo a los del 27 cuyas obras todavía gozan de mucha popularidad. Participa de algunas carácterísticas del llamado teatro poético en el que vemos todavía la herencia del Modernismo. También fue el encargado del “Teatro del pueblo” para las Misiones Pedagógicas. Destacan algunos títulos como La dama del alba, La sirena varada o Nuestra Natascha. Al igual que ocurríó con muchos otros, su trabajo como dramaturgo se desarrolla en el exilio a partir del estallido de la Guerra Civil.       Federico García Lorca fue también un gran dramaturgo y es reconocido, junto a Valle-Inclán, como uno de los renovadores de este género en la primera mitad del XX. Su teatro utiliza todos los registros y géneros de aquella época, desde el teatro en verso hasta la tragedia pasando por el teatro para títeres o los experimentos más vanguardistas. Además fue uno de los miembros fundadores de “La Barraca” (grupo de teatro universitario que pretendía acercar la cultura española a zonas rurales. Sus estrenos fueron siempre un acontecimiento seguido por el público y su teatro goza de enorme prestigio y vigencia en la actualidad. Podríamos clasificar su obra en tres grandes grupos vinculados también con las etapas de su producción poética:  Una primera etapa caracterizada por la variedad de tendencias y registros y que abarca el teatro histórico en verso en Mariana Pineda, (1925), la farsa La zapatera prodigiosa (1930) o el teatro de títeres: El retablillo de don Cristóbal (1931).  Coincidiendo con su estancia en Nueva York, Lorca experimenta con un teatro que él mismo denominó “imposible”, de marcado carácter
surrealista: Situaciones oníricas, personajes que materializan algunas de sus
obsesiones, escenografías difícilmente trasladables a los escenarios. El
público (1930) o Así que pasen cinco años (1931) sólo se han estrenado medio
siglo después de su muerte.  La madurez creativa de Lorca culmina en las llamadas “tragedias rurales”, Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). A través de una serie de historias protagonizadas por mujeres, desarrollan uno de sus temas carácterísticos, la frustración del deseo. Aunque ambientadas en Andalucía, y basadas en episodios “reales”, plantean conflictos que adquieren validez universal. Quizá esto explique su éxito y su vigencia

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