La teoría del conocimiento de Kant: revolución copernicana

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La teoría del conocimiento de Kant, presentada en su Crítica de la razón pura, es uno de los grandes hitos en la historia de la Filosofía. Con ella pretende responder las objeciones de Hume respecto del fundamento del conocimiento científico, basado, según el filósofo inglés, solo en la costumbre.

Kant no duda que el conocimiento científico, universal y necesario es posible; la física de Newton lo prueba. Y sabe que un conocimiento de este tipo no puede tener su fundamento en la mera experiencia. De ahí que no se pregunta por la posibilidad sino por las “condiciones de posibilidad”. Su teoría le permite encontrar el suelo firme para la Ciencia, no en el noúmeno -en la realidad, en la cosa en sí- sino en el propio sujeto, portador de formas universales que obtienen de la experiencia la materia indispensable para construir su objeto de conocimiento, el fenómeno.

Así, Kant crea “la revolución copernicana”: mientras los filósofos anteriores habían puesto el foco de atención en el objeto del conocimiento, Kant pondrá la mirada en el sujeto que conoce. El sujeto no encuentra al objeto como algo dado sino que lo crea. 

La insuficiencia de la metafísica

Kant expone que se hizo consciente de la insuficiencia de la metafísica de su tiempo para fundamentar el auténtico conocimiento: la física newtoniana. En consecuencia, desechó las dos grandes soluciones de su época: el racionalismo (dogmatismo) y el empirismo (escepticismo), pues el primero no alcanzaba la realidad (lo empírico) y el segundo negaba la causalidad; y en consecuencia, tanto uno como otro impedían comprender y justificar el conocimiento científico. Kant muestra que, para que haya ciencia, se requiere que haya una ampliación del conocimiento a partir de lo sensible, y que sea un conocimiento universal y necesario (para esto último habrá que buscar otra fuente). Este conocimiento científico se realiza en los juicios sintéticos a priori. Por tanto, la tarea que habrá que realizar se concreta en: ¿cómo son posibles tales juicios?

Investigación por la sensibilidad

Para elucidar dicha cuestión, Kant comienza su investigación por la sensibilidad: Este planteamiento implica tres cosas: 1) que los objetos en sí (noúmenos) son desconocidos; 2) que sólo conozco mi experiencia, lo dado en mí; 3) que, sin embargo, sé que los objetos en sí existen, puedo pensarlos, aunque no pueda conocerlos tal cual son realmente en sí, sino sólo en la medida en que me son dados en la sensibilidad. En consecuencia, ya en esta primera parte de la KrV Kant introduce la distinción entre fenómeno y noúmeno o cosa-en-sí, y concluye que nosotros no conocemos la realidad tal como es en sí, sino según está en nuestra receptividad.  Kant sostiene que las formas de la sensibilidad son el espacio y el tiempo. El espacio es la forma de la sensibilidad externa, y el tiempo, la forma de la interna. Eso significa que el espacio y el tiempo no existen como realidades exteriores, y ni siquiera los objetos en sí son espaciales o temporales; ni incluso tampoco las meras sensaciones o impresiones son espaciales o temporales. 

Capacidad receptiva y conocimiento sensible

En resumen, tenemos una capacidad receptiva, que recibe sensaciones a partir de una fuente exterior, el noúmeno, que no podemos conocer, aunque sí pensar.  Las sensaciones son organizadas, estructuradas, por las formas puras a priori de la sensibilidad: el espacio y el tiempo. Esa nueva realidad ya estructurada es lo que se llama fenómeno, o sea, el conocimiento sensible, base de la experiencia.

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