Transición democrática en España

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La situación en 1975

La situación a fines del año 1975 no auguraba nada prometedor en España. La muerte de Franco y la proclamación como rey de Juan Carlos de Borbón acontecieron en plena crisis económica, en el fragor de una crisis exterior agudizada por la invasión marroquí del Sahara, y en una profunda crisis política. La monarquía tenía enfrente a los que querían para sí el monopolio del sistema político, pero también a los que pretendían algún tipo de revancha. Además, tampoco estaba muy claro cómo actuaría y qué se proponía hacer el rey.

El mensaje del rey

En su mensaje ante las Cortes, inmediatamente después de jurar como rey, apeló a la tradición liberal de la Monarquía al hacer una mención a su padre y expresó su deseo de que el nuevo sistema político amparara a todos los españoles. Pronto se vio que su programa era el que había mantenido su padre durante el exilio, es decir, lograr la reconciliación entre todos los españoles y llegar a unas instituciones aceptadas por todos. Sin romper directamente con el sistema político anterior, buscó la reforma institucional de organismos del régimen franquista. Eso explica el nombramiento de Torcuato Fernández Miranda (su profesor de Derecho Político) como presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.

Gobierno de Arias Navarro

El rey decidió mantener a Arias Navarro con el encargo de iniciar la democratización del país. No obstante, bien pronto se hizo patente la falta de capacidad de Arias para una coyuntura tan difícil. Además tuvo que gobernar con un gabinete que le había sido impuesto por el monarca y que incluía a franquistas partidarios de la evolución (Manuel Fraga), con otros miembros de la oposición moderada al franquismo (Areilza). Desde el mismo mes de enero de 1976, la opinión pública se decepcionó con el presidente, ya que era incapaz de abandonar las pautas ideológicas del régimen franquista.

Proyecto de reforma

Mientras tanto, en la calle había una efervescencia inédita que no podía ser encauzada por los medios de represión habituales. En estas condiciones el proyecto de reforma quedó reducido a pocos logros. Se prorrogaron las Cortes, se derogaron los quince artículos de la Ley antiterrorista cuyo contenido estaba más alejado de la legislación de los países democráticos y se aprobó la Ley de reunión y manifestación, pero las Cortes rechazaron la legalización de partidos. La falta de entendimiento de Arias con las fuerzas de la oposición era notoria. Además existían otros problemas que tenían repercusión sobre el ambiente de la vida pública. Había conflictos de orden público, derivados en parte de la crisis económica, pero también de las circunstancias políticas del momento. Persistía, además, el problema del terrorismo.

Un nuevo rumbo

La creciente tensión de los primeros meses de 1976 empujó a las dos plataformas de la oposición a la búsqueda de unidad para forzar la negociación. Dirigentes y militantes de organizaciones ilegales comenzaron a actuar y moverse a la luz del día, conquistando un nivel de libertad inimaginable el año anterior. Santiago Carrillo decidió regresar a España e impuso en la Junta Democrática una política de acercamiento a la Plataforma de Convergencia. El 26 de marzo decidieron su unificación (Platajunta); en un primer manifiesto rechazaron las proyectadas leyes de reforma, exigieron una inmediata amnistía política, plena libertad sindical y una “ruptura o alternativa democrática mediante la apertura de un período constituyente”.

Cambio de gobierno

Aunque la situación política era complicada, sin embargo en los últimos meses había tenido lugar una evolución importante: el rey había definido ya una imagen ante la opinión pública y había acrecentado su popularidad. Era urgente un cambio de gobierno y un nuevo impulso que el rey dejó entrever cuando a principios de junio reafirmó ante el Congreso de Estados Unidos la voluntad de llegar a una democracia plena y calificó la gestión de Arias como un desastre sin paliativos. Sus relaciones con Arias Navarro eran cada vez más difíciles. Poco después el rey solicitó la dimisión de Arias, que obtuvo el día 1 de julio de 1976.

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