Transmutación de los valores Nietzsche
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TRANSMUTACIÓN DE LOS VALORES. Es la propuesta de Nietzsche de hacer una inversión de los valores de la moral contranatural. Con la expresión “rebelión de los esclavos", Nietzsche denomina a la situación que se crea con la primera inversión de valores que realizaron los filósofos socráticos, y la religión judeo-cristiana, al sustituir los nobles valores de la moral aristocrática o “moral de señores” del mundo griego arcaico – la virtud significaba excelencia, fuerza, riqueza, hermosura, poder- por “la moral de los esclavos” -la virtud pasa a significar la salud del alma y el comportamiento conforme a la razón-. Prospera así la moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida inventándose un mundo trascendente, fuente de valores objetivos. También los movimientos igualitarios como el socialismo y la democracia justifican el triunfo de los hombres débiles. Es la moral del rebaño. Una nueva transmutación de los valores es necesaria para el final de la moral tradicional y la recuperación de la moral aristocrática: una moral natural, instintiva y vital. La muerte de Dios - fin de toda creencia en entidades absolutas y de los valores fundamentados en ellas - abre el camino al hombre a una nueva meta: la aparición del superhombre, que realizará la nueva transmutación de los valores. El superhombre es un ser activo creador de valores. Encarna los valores de la vida y el cuerpo, el sentido de la Tierra. Su carácterística esencial es la libertad expresada en la voluntad de poder. INOCENCIA DEL DEVENIR. Devenir se refiere a la falta de permanencia de la realidad, a su carácter fluyente y cambiante. Tradicionalmente, este concepto se opone al de ser (lo que permanece, lo que no cambia). En opinión de Nietzsche, la filosofía tradicional ha sentido rechazo al devenir -al carácter cambiante de las cosas-, persiguiendo ilusoriamente el ideal de una realidad superior que poseyera los caracteres contrarios a los de este mundo cambiante en el que habitamos (inmutabilidad, eternidad, universalidad, etc.). Frente a esta actitud de minusvaloración del mundo sensible, Nietzsche afirma la sola existencia del mundo del devenir y de las apariencias, sin que exista ninguna realidad superior a esta. A Nietzsche le parecen errados y falaces los intentos de encontrarle un sentido al devenir, una interpretación verdadera y exclusiva de una realidad cambiante, multiforme e inabarcable. La razón es culpable de ello al tratar de negar al devenir su condición de verdadera realidad y al otorgársela al "ser", a lo que no cambia. Por ello habla de la inocencia del devenir, la víctima a la que Nietzsche quiere restituir en la posición que le corresponde y que le ha sido arrebatada. Aceptar que el mundo es tal como se nos aparece y no como a la Razón le gustaría que fuera implica comprender la inocencia del devenir y la vanidad de las pretensiones humanas de hallar verdades y valores absolutos.