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Clasificado en Filosofía y ética

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Siguiendo a Aristóteles, nuestro autor asume una ética eudemonista Tiene como característica común ser una Justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad. El principal representante entre los eudemonistas fue Aristóteles. y reconoce que todos los seres naturales tienden A un fin tal Y como se recoge la quinta vía tomista. Todos los seres humanos desean la felicidad. Tomás de Aquino Utiliza el término “beatitudo”  en el Sentido de gozar con el conocimiento, con la posesión, de aquello que perfecciona Al hombre y que perfecciona sus potencias y no una situación psicológica Subjetiva.  En otras palabras, el fin Último de las acciones humanas es la búsqueda de la felicidad, que consiste en la contemplación de Dios. Por tanto, el fin De la actuación del hombre es sobrenatural, ya que Dios es la meta del hombre.

Pero ningún bien, ni siquiera Dios, se le presenta al hombre de manera que su  voluntad se sienta obligada a elegirlo, sino que su voluntad es libre. Y es Aquí cuando entramos en el terreno de la moral: "Camino que el hombre racional debe seguir para Llegar a Dios". Por tanto:

- el camino que debe ser recorrido usando correctamente la libertad.

- La razón dictamina las conductas que se deben alabar Y las que se deben Censurar. De aquí que el pecado se defina como "escoger el mal en contra de lo que nos dicta la razón".

- El comportamiento del Hombre (andar por el camino) debe de atenerse a cumplir la voluntad de Dios y para andar este camino contamos con un modelo moral: Jesucristo.

Por tanto vemos que los medios para alcanzar el  Fin del hombre son los actos humanos. A través de la repetición de actos se crean los hábitos que pueden ser virtudes (cuando nos llevan a obrar bien) y perfeccionan nuestras facultades, o vicios (cuando nos llevan A obrar mal). Dentro de las virtudes y, siguiendo en Gran medida a Aristóteles, Tomás de Aquino distingue entre virtudes morales, que inclinan el apetito sensible a actuar de acuerdo con la razón, y las virtudes intelectuales, que perfeccionan los poderes racionales del Hombre. A estas añade las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. 

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