Oratoria primitiva

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La elocuencia romana tiene unos orígenes muy remotos. Los primeros discursos fueron las "Laudationes fúnebres", que se pronunciaban con motivo de un funeral por los familiares más cercanos al fallecido. Los discursos solían tener fines propagandísticos o morales, como en el caso de las "Orationes" de Catón, quien ofrecíó una buena definición d eorador: alguien que posee facilidad de palabra. Posteriormente a Catón, se acentuó la influencia de la oratoria griega. Los hermanos Graco fueron los primeros en utilizar la elocuencia para intentar cambiar la Constitución. Tras su asesinato, los protagonistas del escenario dialéctico fueron Marco Antonio y Lucio Licinio Craso, entre los que se suscitó una polémica: mientras que el primero creía que la oratoria debía centrarse sobre todo en la materia del discurso, el segundo daba prioridad a la forma. El máximo esplendor de la oratoria judicial y política llegó con Cicerón, muy influenciado por la escuela asiana, aunque al volver de su viaje a Grecia se decantó por un estilo más sobrio. Entre sus discursos cabe destacar: "De Oratione", donde revisa las propiedades de la elocuencia y las cualidades que debe reunir el perfecto orador; "Brutus", en la que plantea una revisión de la oratoria romana y "Orator", una reacción contra el estilo asiano, además de otros tratados menores. Además, compuso varios discursos políticos, entre los que cabe destacar: "In Catilinam", "Philippicae" y "In terrem". Tras la muerte de Cicerón, volvíó a imponerse el aticismo, pero durante el segundo período del principado de Augusto que coincidíó con la decadencia de la oratoria, volvíó el asianismo. Solo sobrevivíó la oratoria judicial. Los últimos textos importantes sobre la oratoria fueron: "Institutio Oratoria" de Marco Fabio Quintiliano y "Diálogos de oratoribus" de Cornelio Tácito.

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